SEVILLA

(«Los sonidos del silencio»)

Con la tarde aletargada

en un umbrío patio azul,

frescas sombras alargadas,

puedes apreciarlo tu,

anuncian languidas siestas,

horas sosegadas, yertas,

llenas de sueños de tul.

Solo el Sol rompe un silencio

que corean los colores.

Emite tan sordo ruido

que no lo oyen los oídos,

mas los ojos los recogen.

Vuelan al cielo las aves…,

cantan quedo las macetas,

arrullan mudas las plantas,

susurran hechizos las hadas,

y murmuran las maderas

y las paredes pintadas…

Está la ciudad callada,

está durmiendo su gente,

mas… esa luz andaluza… ¡Tanta!…

¡en silencio reverente

deja escuchar tal barullo

que escandaliza las almas!

Y por fin, tras horas vanas,

todas las calles desiertas,

escuchan la misma nana

que es contraproducente:

La tarde va y se despierta,

pues redoblan en Sevilla,

juntas, todas las campanas.

GRANADA

(Lágrimas y vino)

Cae la tarde en el Albaicín…

ya se amodorra la Alhambra.

Murmura el rumor del río,

y la tarde ya no abrasa

como si arrastrase lava,

¡tantas casas encaladas

incendian el Albaicín

cuando el Sol en ellas para!

Iba llegando la noche,

el Paseo de los Tristes,

como mágico destino,

las diferencias borraba

entre lo humano y divino,

miles de fuentes cantaban,

y en las sombras de los jardines,

los fantasmas se ocultaban.

Tras recorrer sus confines,

entre cuevas, entre casas,

en lo alto de la montaña,

saciaron ambos las ganas

que el paseo les despertaba

de fresco y sabroso vino,

al embrujo de la Alhambra.

Y ya, embriagados los dos,

abrazados, hombre y Dios,

al emprender la bajada,

del paisaje y del camino,

juraron solemnemente

proteger conjuntamente

la belleza de Granada.

CÁDIZ

(Navegar en tierra).

Si un fino cordón de arena

a tierra no la amarrara,

anclándola a la bahía,

Cádiz, estoy seguro, navegaría.

Sus torres moras al viento,

cual velamen elegante,

beben el loco Levante

que les llega desde el puerto.

El viento que, noche y día,

enloquece a navegantes,

paisanos, poetas, y tunantes,

viento con el que navegaría.

Marino, capitán, vigía,

embriagado se pasea

el Sol por las azoteas

de esa tierra en sintonía

con vocación de isla,

a la que el mar bambolea,

y que, sin duda, navegaría.

Quítame allá esas penas,

sus bellas playas de arena,

la luz que corre en sus patios,

la música en sus callejas,

todos los sueños, y el arte,

se posan en sus tejados,

como en cubiertas de naves.

¡Como quieren las gaviotas

empujarla hacia los mares!

Cádiz se ha puesto guapa,

la reclaman en mil lugares.

No te pido que me creas,

ve tu mismo, a vista de ave,

desde torres y azoteas,

que Cádiz quiere ser nave.

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