Junio de 1913. Nueva York. La relación llevaba más de un año.

Todo tiene un principio y el principio de su relación tuvo la intensidad del Big Bang . Energías diferentes chocaron. La fascinación fue instantánea. Bastaron un puñado de horas para que ellos sientan que no había nada más inmenso que su amor, ni el océano que cruzarían. Una extraña combinación de hechos los puso en el mismo lugar, luego pequeños detalles hicieron el resto. Al finalizar la travesía se instalaron en la gran ciudad del norte y dieron rienda suelta a su pasión. Fueron meses intensos. Los más intensos de sus vidas. Ella era hermosa, refinada, inteligente. El tenía la picardía que solo da la calle. Eso le encantó a ella. Los destacados caballeros que conocía no habían gastado nunca las suelas de sus zapatos. Pero esos contrastes que encendieron el fuego fueron responsables también de apagarlo. El combustible se volvió agua helada. Las diferencias, tramposas, escurridizas, emergieron. Tal vez no sea una teoría fiable pero lo cierto es que Rose y Jack fueron alejándose. Ella encontró un nuevo amor en un heredero de un emporio petrolero. De el no se supo nada más.

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