Otoño

La sala está en penumbras. El silencio es absoluto o casi, pues llega el rumor del viento que arrecia azotando puertas y ventanas. A medida que la luz del amanecer se filtra, se puede observar un gran desorden y el polvo cubriéndolo todo.

Sobre la mesa hay un retrato. En él se ve a una joven pareja sonriendo. Es una foto de otro tiempo. A su lado hay una mano. Es la mano de él. El único ocupante de la sala.

Está sentado frente a la mesa en una silla de madera. Los cabellos blancos revueltos y la cabeza inclinada sobre el pecho. El brazo derecho cae, inerte, hacia el costado.

De pronto el viento abre la puerta y entran hojas amarillas del otoño. Se arremolinan e inician una danza inconclusa, cayendo después. Se esparcen. La hojarasca se convierte, así, en una alfombra que lo cubre todo. Incluso la extensa mancha roja que está debajo de la silla y el revólver.

Emilio Martin

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