Oscuro callejón con hedor a cigarrillo

Oscuro callejón con hedor a cigarrillo

Santiago Toscano

06/03/2023

Oscuro callejón con olor a cigarrillo

Por Santiago Toscano

– ¿Qué dice Ravenna? –Le preguntó Cardona más en busca de conversación con quien él consideraba su mentor que en busca de pistas.

– El tipo se metió en un barrio que no conocía, lo intentaron robar y lo mataron.

– ¿Solo eso? –preguntó Cardona incrédulo, pues tenía a Ravenna como como un detective superior, más allá de su nivel. Más allá del nivel que aspiraba a conseguir, incluso.

– No sé qué más esperabas, esto no es como Holmes o Lupin, el tipo no tiene billetera ni guita, lo único que tiene son tres balas en el pecho; es decir, robo y asesinato. Vamos al bar de acá a la vuelta, hacen unos cafés de la san pu…

– ¿Por esto tomó este caso? –lo interrumpió Cardona- ¿para tomar una puta taza de café?

– Escuchá pendejo –dijo Ravenna mirándolo profundamente a los ojos- volvé a hablarme así y te doy tal patada en el orto, que te vas a morir de hambre en el aire.

Cardona siguió al detective hasta el bar, callado, decepcionado. Aunque con una leve esperanza. Así que, cuando llegaron, le preguntó:

– Este es el clásico truco detectivesco, ¿no?

– ¿Qué?

– Si, usted toma un café, mira para otro lado, se distrae y… ¡Pum!, le llega la revelación.

– ¿De qué hablas, boludo? Mirá al obelisco y callate.

– ¿Vinimos acá a tomar un café nomás?

– No boludo, a mirar pajaritos. Y si, ¿qué carajos esperabas? Ya te dije que esto no es un libro, no es que yo le miro la pupila del ojo al tipo y sé cómo se llamaba.

Cardona dejó un silencio largo, miró al obelisco a través del gran ventanal junto al que estaban sentados y se replanteó la situación: Tal vez Ravenna estaba en lo cierto, tal vez su desmedido entusiasmo lo llevó a estamparse de lleno con la pared de la realidad, la cruda y sucia realidad.

Luego de un rato de pensar en lo sucedido, Cardona volvió a hablar.

– Espere.

– ¿Qué pasa Cardona ahora?

– El tipo tenía una mancha de pólvora alrededor de los orificios de bala, lo que significa que…

– El asesino le disparó de cerca ¿Y? Es normal que un chorro se acerque para robarte, genio.

– Sí, ¿pero, que hacía un tipo como él por acá? La única razón que tenía para venir al Microcentro era su hijo, Félix

– Sí, lo viene a buscar a la casa de su ex mujer, lo intentan robar y lo matan, fin

– No, él tiene custodia de Félix los martes, miércoles y sábados: Hoy es jueves

– Ah, entonces, ¿cuál es su teoría, Holmes?

– Su mujer lo odiaba y quería quedarse con la custodia completa: Entonces lo invita con alguna excusa, la que sea, lo trae al callejón, y ¡pum¡, lo mata –dice Cardona y mira a Ravenna, buscando un cumplido o, aunque sea, la más mínima señal de aprobación.

– Okey, digamos que es cierto, la mina mató al marido. Entonces tendríamos que acusarla, mostrar pruebas del delito y evitar que tanto los periodistas como el público nos linchen por meter presa a una pobre madre soltera. Ahora supongamos que hacemos todo eso, la mina queda suelta en un par de días, Cardona. Meses, a lo mucho. Ahora yo te digo la otra opción: lo archivamos por robo y asesinato irresoluble, y nos vamos contentos todos, total el tipo parecía un hijo de puta.

La cara de Cardona era de la más profunda decepción, no solo por Ravenna sino porque sabía que él estaba en lo cierto: se notaba que sabía de lo que hablaba.

Ravenna, viendo la cara de desesperanza de su compañero le preguntó:

– ¿En qué pensás, pendejo?

– ¿Cuándo la perdiste?

– Si es que me estás haciendo un chiste con mi pelo, te cago a trompadas.

– La esperanza, Ravenna, la esperanza

– ¿De qué carajo hablás?

– ¿A qué edad te cansaste de buscar a los criminales para convertirte en uno?

– Mirá pendejo, yo nunca en mi vida acepté una sola coima, nunca lastimé a un inocente, así que volvé a decir eso y te doy una trompada, ¿oíste?

Y lo que más asustaba a Cardona no era el horrible y negro futuro de su carrera: No era la repulsiva normalidad con la que el que creía hasta el momento su mentor hablaba sobre dejar suelto a un asesino: Era el parecido que ambos tenían. Lo que más asustaba a Cardona era que Ravenna, no era más que un mórbido espejo a su deprimente futuro.

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