(Para José Luis Urra Coloma, el Pepe)
Naciste el 9 de diciembre de 1964, con fórceps.. lo sé porque mi mamá siempre lo decía. Que di chiquito como que lo pasó mal. Y ella tb. En el parto. Que mi papá nunca la apoyó en su embarazo, al parecer, como que sentía que mi mamá pensaba que me quería más a mí que a mi hermano.
Tengo recuerdos de jugar mucho cuando niños, en el patio en la casa de llo-lleo, he soñado con esa casa varias veces, de hecho, ayer soñé que me iba a cambiar a la casa de la señora Matilde, una vecina alemana que tocaba el piano.
Con el Pepe, jugábamos a la nave espacial, el era el capitán, a los vaqueros con los caballetes de madera de mi papá, jugábamos con los soldados verdes de mi hermano y mis muñecas, que había una guerra y las muñecas eran unas gigantes que ayudaban a los soldados.
Íbamos al cerro de arena que había al frente de mi casa, donde pasábamos tardes enteras, girando por las dunas, llevábamos agua y construíamos castillos, trampas y corríamos mucho.
Hacíamos casi todo juntos, nos bañaban el mismo día, nos daban un huevo duro con sal en la cama, también íbamos a cambiar revistas donde El Hugo y nos acostábamos emocionados a leerlas.
Íbamos donde la tía Eliana, a jugar con los primos y quedábamos muy sucios porque nos metíamos en las ruedas de los camiones, que estaban apiladas a jugar. Yo con mi traje marinero rojo quedaba muy sucia y no recuerdo él que ropa, pero seguro algo lindo tb.
Jugábamos con unos vecinos tb. Íbamos a caminar a la línea del tren escondidos, nos comprábamos un helado a veces y a él siempre le duraba más que a mí, a pesar de que yo hacia todos los esfuerzos por no comerlo tan rápido.
También fuimos a estudiar catequesis para hacer la primera comunión, y nos veníamos por los cerros de arena, corriendo. Recuerdo que siempre me sentía muy baja de estatura y mi mamá me compro unas botas con taco y yo estaba feliz, pero cuando bajé corriendo la duna, perdí un taco. Lo buscamos y no lo encontramos y lloré y mi papá me hizo uno parecido, pero la bota ya no quedó tan linda.
Nos balanceábamos y hacíamos un juego como de que éramos unos señores que se encontraban, entonces, hablaba el que subía, estábamos mucho rato en eso.
Con una lupa quemábamos hormigas, inundábamos sus hoyos donde vivían, y queríamos encontrar siempre a la reina.
Al ir creciendo, él siempre estaba más apegado a mi mamá, así lo sentía yo, como que la cuidaba siempre, para mí era como que siempre estaba ahí para nosotras. Creo que de alguna manera el Pepe, sentía como una obligación de hermano mayor, hacerse cargo. No era egoísta, si medio enojón, pero además era tímido decía mi mamá. No tenía muchos amigos, en cambio yo sí.. siempre estaba rodeada de amigos, me gustaba salir, parrandear, pero él siempre estaba en su pieza, inventando cosas, estudiando, leyendo, viendo tele.
Nunca peleamos tanto, ya que para mi mamá pelearnos era algo muy malo, entonces crecimos un poco ajenos o reprimidos en cuanto a esa emoción, el enojarse era como no quererse, de alguna manera, crecimos como reprimidos en ese sentido. Recuerdo poco de él… más que nada imágenes, juegos de niños, pero no recuerdo conversaciones, risas o peleas de hermanos. Pero lo que más recuerdo era que él me hacía sentir segura.
Si obviamente hubiese sabido que iba a partir, habría estado más cerca, habría instalado largas conversaciones, le habría pregunta, que esperaba de la vida, si era feliz, si necesitaba algo de mí, si le gustaba jugar fútbol, si le gustaría que saliéramos más juntos, si se había enamorado alguna vez, o si había sufrido alguna pena de amor. Pero no pude, no tuve tiempo ni consciencia, ahora es solo un vago recuerdo, es solo un integrante que ya no está, del cual no se habla, porque su partida solo nos dejó sufrimiento y disgregación. Si la familia era disfuncional, su partida solo hizo expandir las emociones negativas.
Hablar del Pepe, no es que no estuviese permitido, es que el sólo recordar su existencia, era razón suficiente para que mi madre recordara lo mucho que ella sufrió y sufre con su partida. Es como si su existencia de redujo a aquel fatídico día de su accidente, los pormenores de su agonía relatados una y otra vez por mi madre, casi morbosamente, detalles escabrosos de su coma, de su manera de morir, de cómo habría sufrido él y como sufrió ella. Yo en ese momento preferí olvidarlo.
COMO EL PEPE SE FUE DESVANECIENDO EN NUESTRAS VIDAS
La dura realidad, de una madre profunda y locamente afectada, nos anuló por completo de la vida familiar. Creo que como un acuerdo no dicho, decidimos pensar que no había existido, porque nunca pudimos sentarnos a recordar los momentos buenos con él, de todo lo que él hizo, disfruto, o no, solo se redujo a su partida. Yo estaba molesta con él, poque aparte de irse, nos legó solo malos recuerdos, (como dije su coma, su estadía en la UCI y su muerte). Para poder continuar, solo dejé de pensar en él y en menos que canta un gallo, él ya no estaba, ni en cuerpo, ni en alma, ni en nuestros recuerdos. Debe ser muy triste para un ser que te olviden, que no vuelvan hablar de ti, sino para recordar tu muerte y lo que provocaste con ella. Por eso el Pepe, se comenzó a desvanecer en mi mente, imágenes y también, en nuestra familia. Toda su bondad, cualidades y amor, murió con el ese 13 de enero.
Tampoco tuve la oportunidad de llorarte, de vivir un luto necesario, solo te guarde en alguna parte de mi cerebro y, aún no encuentro esa llave, de pronto salen atisbos de nuestra relación, suficientemente inocuas, que no hacen honor a como debiéramos llevarte en nuestro corazón y vidas. Merecías seguir siendo parte de nuestra familia, merecías ser recordado y contado. Pero esa agua salada que robó gran parte de tu oxígeno, robó también tu legado, tu existencia y tu espíritu. No fuimos capaces de seguirte amando, yo cobardemente te anulé, era más fácil que vivir el dolor, porque siempre aprendí que no había que sufrir, que sentir tristeza era algo que te llevaba a mendigar, ser débil. Vivir el dolor de tu partida era reconocer que exististe y te fuiste dejándome desvalida y sin la oportunidad de cambiar nuestra accidentada vida familiar. Se había ido la oportunidad de reescribir la historia del clan Urra Coloma, contigo, se fue. Cada día fuiste despareciendo, dando paso a la indiferencia y a ese dolor frio, que te hace recordar solo ese fatídico día de tu partida.
José Luis, es cierto, no hablamos de ti… eres apenas un fantasma que hace recordar el momento más doloroso de mi vida, no pude reconciliarme con tu partida, ya que eso creo tal abismo entre el clan, que ahora, así como tu memoria, se desvanece más y más rápido.
Si me preguntas, que hago, que hice, no sé si mucho, apenas he podido lidiar con mi falta de pertenencia, emociones y objetivos en la vida, que siento he sobrevivido hasta hoy. Pero dentro de ese tratar de sobrevivir, si he comprendido que te olvidé y quiero recordarte, más allá del dolor de tu partida. No sé con quien hacerlo, no sé quién te recuerda además de mí. Me gustaría poder conversar de lo hábil que eras con la madera, que eras un poco gruñón, que no la tuviste fácil, al igual que yo dentro de esa familia. Pero además de recordarte, que daría por saber más de ti, de tus pensamientos y sueños, de cómo me verías hoy día, que hablaríamos, que historias escribiríamos. Pero nada, solo me queda intentar encontrar esa llave y ese lugar en mi mente, donde sé que hay mucho de ti.
ME VAS A PERDONAR…
Si necesito que perdones, el dejar que tu recuerdo se fuera de mi cabeza, el evitar recordarte fue tan fuerte, que te olvidé. No merecías ser olvidado, merecías ser parte de las sobre mesas sin el terror de escuchar de la voz materna, el sufrimiento de aquél fatídico día de tu partida. Tenías derecho a ser contando a las otras generaciones. El perdón se pide con una actitud de cambio para que sea efectivo, por esto, mi petición la acompañaré de hablarte más seguido, hablar de ti más seguido y también me tomaré el atrevimiento de pedirte que me ayudes a recordarte más, a recordar más tiempo juntos y a conocerte mejor.
No te le digo seguido, pero te quise mucho, fuiste mi hermano de verdad, fuiste mi familia, fuiste el que me hacía sentir que pertenecía a algún clan. Tu partida se llevó eso, pero sí creo que sigues en mis recuerdos, en mi mente y corazón, podría tal vez, volver a sentir que no estoy sola y tener la certeza que me sigues cuidando. Yo también, cuidaré tu existencia para que no vuelvas a desvanecerte más, que de a poco comience a aparecer tu imagen saludable y sonriente como parte de los hijos de Pepe Urra y Nina Coloma, como parte de mi vida y mi existencia.
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