Ojos de Plata – Primer Lamento

Ojos de Plata – Primer Lamento

LuxE Evee

12/01/2018

Primer Lamento

– Gran Deidad Rum Stillabunt

Escucho fuertemente una voz aguda resonar entre su cabeza, perezosamente se negó a escucharle.

– Rum Stillabunt, Deidad de la fuente del camino al palacio.

Aquel tono de amabilidad le llamó la atención. Actualmente nadie se creía en aquella leyenda de la fuente Rum Stillabunt, tal vez por eso atrapó su curiosidad.

– Mi madre una vez me contó que concedías deseos – tocó un poco la fuente.

Aunque aquel niño no pudiera verle miraba directamente a la fuente, como si esperase algo de él.

– Mi madre está muy enferma, quiero que la sanes. Por favor, te lo suplico – sintió como aquel chico de más o menos 7 años metió sus manos en la fuente, como si intentase tocarle.

Quería tocarlo pero prefirió no hacerlo. Al fin y al cabo las deidades no traían destrucción y dolor como él lo hacía.

En si él era más una forma astral, sin algún tipo de ligue con aquellos lugares. Más bien intentaba escapar del dolor.

El Niño aunque pasasen los días siguió viniendo, todos los días pedía el mismo deseo. Llegaría el momento donde este se cansase de confiar en tal mito.

Porque salvar a alguien que ya no tiene esperanzas? Para el la esperanza siempre fue más que una mentira.

Esconderse mientras veía el mundo colapsar, ese era su propósito. Ser devorado no era algo que quisiese.

– Porque no quieres escucharme? – aquello llamó su atención – Porque te niegas a escucharme?! – le escuchaba sollozar mientras gritaba.

El rubio volvió a meter las manos en la fuente. Seguía buscando su contacto, tal vez una prueba de su existencia.

– Rum: No puedo ayudarte – hablo en un tono muy bajo.

Aquel chico miro a todos lados buscando de dónde provenía aquella voz, volvió a mirar a la fuente y se notó un poco de alegría en su ser.

– Mi nombre es Argentum y soy el 2do príncipe del palacio Pudicitiam – emitía una energía que hasta la entidad estaba sorprendida.

– Rum: Viniste a delatarme? – en un destello se vio como este mostró su forma de Devorador.

Era un ser extraño, sin piernas. Parecía tener una cola, cuatro ojos de color naranja en su rostro, una boca pequeña y dos orificios como nariz. (No era un ser asqueroso pero era extraño a la vista).

– Rum: Un devorador acabo con un reino vecino. Quieres que lo mismo ocurra con el tuyo? – se acercó.

– Argentum: Tu no harías tal cosa! – Stillabunt se sorprendió – Mi madre me dijo que sueles ayudar a los animales del reino – El Niño tocó a la entidad.

Se sintió un poco intimidado, nunca se había asustado tanto a un punto de quedar en shock. Ahora más que nunca quería escapar como siempre lo hacía.

– Rum: No me toques – se alejó – Aléjate de mí antes de que tu reino caiga por mi culpa – levito sobre la fuente.

– Argentum: No quería molestarte, lo siento – se encogió de hombros.

El príncipe miro hacia debajo, pensó en irse pero volvió a escuchar la voz de Stillabunt.

– Rum: Cumpliré tu deseo – cerró los ojos por un instante y se le escuchó suspirar – Pero a cambio quiero algo – estiró su mano.

Argentum le miró extrañado pero más o menos entendió lo que este quería, se acercó y tomó su mano. Estaba helada a comparación con la de el pero seguía viéndose delicada.

– Rum: Porque tomas mi mano? – se rió al ver como el rostro de Argentum se ponía rojo.

– Argentum: Pensé que querías compañía – hizo un puchero mientras se rascaba la mejilla – Podemos ser amigos si quieres? – sonrió.

La entidad le miro unos instantes sin terminar de entender a qué se refería con amigos. Nunca había tenido compañía.

– Rum: Amigos? – preguntó.

– Argentum: Nunca has tenido a nadie contigo? – se sentó en la fuente – No tienes hermanos o algún familiar?

– Rum: Se podría decir que tengo hermanos, pero nuestra especie es más de estar en solitario – se le escuchó triste – Yo ya no soy bienvenido para todos ellos – suspiro.

Hubo un pequeño silencio, al parecer el príncipe había tocado un lugar muy sensible en las memorias del devorador.

– Argentum: Yo seré tu nueva familia! – le tomó la mano nuevamente – Prometo venir todos los días a verte – sonrió.

Aquella sonrisa era la más brillante que había visto en toda su existencia, nadie había sido amable con él desde que tenía uso de razón. Para sus hermanos lo que él había creado era una abominación, seres inferiores que podrían causarles problemas en el futuro.

El devorador cerró los ojos y se llenó de una luz cálida, la sensación de paz era inmensa. Argentum también había cerrado sus ojos al sentirse tan relajado.

El príncipe sintió como unas manos tocaban su pelo y como el rostro de aquel devorador se iba acercando a su frente hasta depositar un pequeño beso en esta.

– Rum: Un beso con dulzura alejara la oscuridad, te liberará del dolor y de la pena – Argentum abrió los ojos y por primera vez vio al devorador en una forma más humana.

Tenía la piel bronceada, ojos anaranjados, pelo negro y corto, sexo indescifrable pero por su escasez de curvas diría que masculino, su cara seguía siendo pequeña y muy delicada.

– Rum: Haz lo mismo que hice contigo a tu madre y se sentirá mejor – acaricio su cabeza nuevamente.

– Argentum: Gracias Señor Rum – ladeó la cabeza mientras le dedicaba otra sonrisa.

– Rum: Puedes venir a verme durante el día. Deja de escaparte a estas horas de la noche, harás preocupar más a tu madre – le regresó la sonrisa.

La más hermosa de las lluvias se vio venir esa noche, llevándose todo lo malo de su vida y trayendo al fin al sol que lo sacaría de su dolor. Atrayendo todo el amor que alguna vez pudo habitar en su ser.

«Mis hermanos se equivocaron… Mis creaciones seguirán esparciendo la luz…»

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