Ojos de luna

Llevaba horas encerrada en el baño.

—¡Señorita Astrolair! —escuchaba que exclamaban las profesoras de pociones y herbología.

Llevaba horas en el baño porque simplemente no quería que nadie me encontrase; aproximadamente tres horas antes estaba teniendo un ataque de ansiedad en clase y había salido con la excusa de tomar el aire un rato para poder desaparecer entre las brumas del baño.

A la gente los baños les suelen parecer basureros, un lugar al cual entrar y del cual salir, a mí me parecen un refugio, un lugar al cual entrar y en el que desconectar.

Saco mi móvil y dibujo con la punta de las llaves la runa que permite que la tecnología funcione dentro de la escuela de magia.

Me meto rápidamente al chat de Xela y observo su foto de perfil; su cabello rubio hondea al viento en un acantilado mientras sus alas de fuego la sostienen y una enorme sonrisa se dibuja en sus labios.

“¿Xel?” envío sin pensarlo demasiado.

La respuesta de Xela no se hace esperar:

“¿Dónde demonios estás, Aria, llevamos buscándote todo el día”

Me planteo responder de forma adecuada con un: «¿Qué más da?» Pero sé que una respuesta así posiblemente nos lleve a discutir y a tener una crisis con la única persona a la que le importo en el mundo.

“Estoy en el baño, tuve ansiedad y no me encontraba bien, solo te escribo porque me gustaría que vinieras conmigo”.

Unos minutos después un par de ojos bicolores me observan desde el uniforme de la academia Magia Lunaris.

Xela me abraza y me echo por fin a llorar, su quimono negro con el escudo de la academia se empapa con mis lágrimas.

—Tengo miedo, joder, estoy aterrorizada —digo por fin, con la voz medio ronca a causa de las horas sin hablar.

Xela me da un beso en la cabeza y se sienta en el inodoro a mirarme desde sus ojos bicolores, uno dorado, el otro azul.

Nadie creería que una de las arqueras más destacadas del ejército lunar estaría llorando junto a su Filum astrale en el baño del lugar en el que con más carácter se había mostrado.

Pero era cierto, pese a que nadie me había visto llorar ella era la excepción: Xela Melina Helios, era la única que me conocía de tal forma como para saber que el echo de haber sido designada a un enfrentamiento cuerpo a cuerpo contra la persona o mejor dicho, el trol más grande de toda Lunaria, me producía una ansiedad tremenda.

No le tenía miedo a el ya mencionado por no confiar en mí, no, todo lo contrario, es que sabía que era la última prueba antes de regresar a la tierra, al plano terrenal y enfrentarme a los problemas de una adolescente normal; si aprobaba, me enviarían a modo de premio a una familia adinerada y con todas las facilidades para practicar magia, si suspendía me enviarían a un ambiente hostil en el cual tendría que luchar por mi supervivencia.

Xela estaba aprobada, cosa que no me extrañaba pues era una de las mejores bardas que conocía y quiero decir, su abuela era una sirena, si dominaba el aire y el fuego y una gran parte de agua al primer embate con el trol había conseguido destruir su defensa.

Xela era poderosa, terriblemente poderosa, cosa que yo no.

¿Cómo es posible que la arquera más destacada de Lunaria no sea poderosa?

Fácil, viviendo en cautiverio gran parte de mi infancia, cosa que no me permitió desarrollar mis poderes al máximo , y estando alejada de la magia por orden de mis padres.

Mi padre me había entrenado en combate, me habían preparado con armas desde muy pequeña para que cuando saliese al bosque no tuviera miedo de nada, pero respecto a la magia era otro cantar; debido a que tenía afinidades con todos los elementos y era lo que ellos denominaban una chica arco iris era extremadamente difícil de controlar, aún más complicado era enseñarme, ya que se necesitaban maestros no solo por cada elemento si no por cada combinación.

Xela me sacó del bendito baño y me obligó a maquillarme, el maquillaje, mi herramienta de combate, mi arma más eficiente contra el mal humor.

Me delineé los ojos ambarinos y me recogí el largo cabello negro en una trenza desordenada, mis ojos cambiantes nunca me habían ayudado a ser aceptada en sociedad, al igual que a Xela sus ojos bicolores; pero tan solo ella sabía lo que significaba cada color de mis ojos cuando estos cambiaban.

Me apliqué el pintalabios rojo y me encargué de respirar hasta que mis ojos tomaran su verde habitual para salir de la sección femenina.

Fuera se encontraba la profesora Lauren Leclerc:

—Señorita Luna Astrolair, Señorita Helios, espero que su justificación sea buena.

Xela chasqueó la lengua.

—¿Prefiere que salga y se enfrente al trol o prefiere que desaparezca en las inmensidades de lunaria y que no la volvamos a ver en eones?

Leclerc se dio por vencida; Xela y yo llegamos a la arena de enfrentamientos escolares y yo me preparé para pelear, envenené las puntas de mis largas uñas pintadas de negro y decidí optar por pequeños estiletes y dagas para la lucha.

Ante el vuelo de los siete dragones inició la pelea.

Dejé que él atacara primero, necesitaba que se confiara.

Su barrido impactó en mí con una fuerza descomunal.

caí al suelo y me quedé muy quieta, había caído en mi trampa.

El trol se acercó y se puso encima, justo al abrir su boca diamantina para comerme le clavé el estilete hasta la empuñadura en el paladar.

Salí dando una pirueta mientras él se levantaba, muy molesto y volvía a arremeter contra mí, entonces empezaron las fintas, regateé sus primeros ocho golpes con maestría, mi padre me había educado bien.

Fue su décimo tercer golpe el que me lanzó por los aires y me llevó a quedar inconsciente.

Al abrir los ojos la profesora Astrea me miraba, estaba en el hospital de la academia y la mano de mi padre sostenía la mía.

—¿Quieres saber tu nota, Aria? —preguntó llendo completamente al grano.

Negué y luego asentí, por alguna extraña razón no podía hablar.

Astrea sacó un corazón alado y me lo colgó del uniforme y sobre este una insignia con una estrella fugaz.

No comprendí el mensaje, la estrella fugaz era suspenso y el corazón con alas aprobado: ¿Cómo podía tener las dos notas?

Luego hizo algo que aclaró mis dudas, le arrancó un ala al corazón y le puso la estrella en la punta.

Había quedado en el limbo.

—Nadie había tenido un combate cuerpo a cuerpo tan efectivo contra Trumble, por esto mismo te damos la condecoración de la mejor guerrera de tu generación; sin embargo, no conseguiste derribarlo, si no quedar inconsciente, y morir matando no cuenta, Aria Luna Astrolair; por esto tú y tu Filum Astrale tendrán que enfrentarse ante los siete dragones para determinar el resto de vuestra nota, por ahora ella está aprobada, e irá a Londres al terminar el curso, tú, por el contrario estás en un limbo, así que irás a un país y te mudarás a otro dependiendo de tus habilidades en el mundo mortal este será más o menos fácil, lo que te aseguro es que iniciarás en un ambiente hostil.

Asentí mientras miraba a mi padre.

Sus ojos negros y su cabello azabache contrastaban con el cabello blancuzco y los ojos azulencos de mi madre.

Eran dos Filum Astrale que se complementaban a la perfección, luz y oscuridad, caos y orden.

Me negué rotundamente a mirar a mi madre, sabía que estaría decepcionada de mí y de mi desempeño como guerrera.

Durante los días siguientes me la pasé preparándome para los combates contra los siete dragones con Deira.

Deira era una gran amiga, y una mejor entrenadora.

Conocía barias combinaciones, ya que dominaba el aire y el agua; y por tanto los metales.

Entrenaba hasta terminar extenuada, a duras penas dormía y mucho menos podía hablar con Xela.

Fue un mes difícil.

El último día de entrenamientos Shiara entró a mi habitación con algunas hierbas y muchas algas, una sirena, estaba rodeada de sirenas.

Mi mejor amiga era una de las sirenas más poderosas junto a Deira, pero a ninguna de las dos se le había subido a la cabeza.

Shiara me colocó un par de algas en la frente y me entregó un colgante con un zafiro en forma de mariposa con un par de runas grabadas.

Al ponérmelo escuché la voz de Xela en mi mente.

—¿Será desgraciado el hilo rojo y los profesores que lo pusieron y la maldita runa de incomunicación?

—Ya ves —pensé.

—¿Ari?

—Hola, Xel —saludé con tranquilidad, escuchar la voz de mi filamento astral me ayudaba y mucho, me calmaba y me aportaba mucha paz.

—¡Me alegro de escucharte!

—Y yo a ti —admití.

—Deira me ha comentado como han ido vuestros entrenamientos, creo que Shiara hizo algo con nuestros collares porque…

La comunicación se cortó de golpe y abrí los ojos.

Shiara me miraba completamente pálida y con la mirada cansada.

—Déjame adivinar: ¿Estabas alimentando los collares con tu energía vital.

Shiara sonrió y me alejó el collar, el cual volvió a su cuello en menos de lo que canta un gallo.

Se sentó en mi cama y se limitó a hacerme compañía, mientras yo me deleitaba en escuchar la voz de Xela en mi cabeza una y otra vez.

Max vino pasado un tiempo por Shiara, era su Filum Astrale.

Mis dos mejores amigos eran la pareja más envidiada de toda la academia, y no por ser guapos, ni inteligentes, que lo eran, sino porque sus elementos: tierra y aire, se complementaban a la perfección en una unión maravillosa.

Shiara se marchó junto a Max y yo me preparé para tener mi enfrentamiento al día siguiente.

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