Oceano de almas perdidas

Oceano de almas perdidas

Oscar Romero

12/11/2017

CAPITULO 1: Al borde del colapso

Me sente sobre la silla de madera que se encontraba delante de mi delirio… Acomode un poco mi cuerpo, arremangué mi saco y me acomode ligeramente la corbata. El reflector encima de mi detallaba los contrastes de la madera donde ya hacían mis manos recargadas sintiendo la desesperación de moverse como el viento y gritar palabras que nadie entiende. Con mi dedo indice acaricie la primera tecla que observe de la misma manera en la que se acaricia el rostro de amante en pleno llanto… Mis ojos no veían mas haya del borde de aquel piano de madera y mi mente ya se escondía en millones de mundos diferente al que vivía. Tenia miedo. Mis manos temblaban y en mi frente sentí el sudor de mi cuerpo resbalando lentamente… Con una profunda desesperación mis manos cayeron bruscamente a las teclas y se empezaron a mover sin parar sobre todo aquel hermoso instrumento… Mis ojos se nublaban con el paso de mis dedos que parecían hojas de otoño volando por el aire en plena tormenta… Al abrir los ojos vi un espejo frente a mi, mi rostro cambiaba consecutivamente al paso de la melodía… Me aterro el hecho de verme a mi mismo, llorando, riendo, gritando, desesperado, confundido, furioso… Una mano salió del espejo y me jalo dentro de el… Al momento de entrar completamente mi cuerpo empezó a caer a gran velocidad admirando el cielo atardeciendo. Sentía el aire resbalando por mis mejillas y en mis oídos seguía escuchando la melodía que sonaba del otro lado del espejo… Empece a gritar fuertemente durante la caída por la impotencia de no poder luchar contra el mundo… A pocos segundos de quedarme sin aliento mi cuerpo choco bruscamente con el océano. Mi alma cerro los ojos y mi cuerpo se quedo totalmente inmóvil. Me sumergía lentamente en el frío indiferente de aquel océano infinito que se postulaba a ser el lugar donde moriría… Mis manos no podían moverse, mis ojos no podían abrirse y mi boca no podía gritar… Mas sin embargo mis oídos no dejaban de escuchar… Con todas las fuerzas que aun quedaban el mi cuerpo abrí los ojos. Me encontraba en la arena de la playa a la luz de la luna… Un poco desconcertado me levante. Aturdido al momento de levantarme me caí de nuevo… Después de un par de intentos me logre mantener de pie… Sobre mis manos se encontraban pedazos de cristal que reflejaban el brillo de la luna. Voltee a verla. Por tanta desesperación había olvidado que su belleza se hace presente incluso en los momentos mas sombríos de mi vida… Sentí como mis pies se sumergían en la arena lentamente y voltee al rededor y pude observar como todo parecía perder forma física… todo lo que me rodeaba se desmoronaba en efluvios de desesperación y tristeza… Mi cuerpo a diferencia de todo lo demás permanecía inerte… Observando cada pequeño detalle de aquel hermoso paisaje donde todo lo que me lastimaba se evaporaba lentamente… Cerré los ojos un momento y al volverlos a abrir pude observar mis manos temblando… Sentía mi frente llena de sudor y mis ojos llorosos, mi alma estaba hecha pedazos y mi cuerpo se encontraba de nuevo delante del piano… Mis manos volvieron a caer y tocaron las ultimas notas de la melodía. Al terminar me reincorpore y vi al reflector directamente… Aplausos y gritos se escucharon de fondo y yo quede aturdido, lo único que fui capas de pensar fue… ¿A donde habrá ido la luna ahora que tanto necesito su brillo?.

CAPITULO 2: Regreso


Me levante de la silla aun aturdido y voltee a ver a la pequeña multitud de gente que se encontraba en el restaurante. Parecía que ninguno de ellos comprendía como funcionaban las cosas. Sus sonrisas tan falsas y sus comentarios sin sentido me hacían creer que el mundo en el que vivía no era real. Incline un poco mi dorso para agradecer su atención tan seca.

-Hoy te luciste Ivan- comentaba el dueño de aquel restaurante que me sorprendió por la espalda; era un hombre blanco con pequeñas manchas marrones en su cara específicamente en su barbilla. Tenia una panza tan grande que parecía que los botones del saco se reventarían en cualquier momento. Era un hombre de voz gruesa y ojos pequeños. Prepotente. Arrogante. Pero a lo que tenia entendido era un excelente padre.

-Muchas gracias Alfredo- me limite a decir.

-Aun no entiendo como no quieres un trabajo de planta muchacho, tienes demasiado talento- insistía el viejo.

-Muchas gracias señor… Pero ya le comente que…-

-Si muchacho ya me dijiste- Interrumpió arrogante- igual piensalo, puedes quedarte a cenar si gustas, la casa invita.-

-Muchas gracias señor, pero tengo que retirarme- sin decir otra palabra emprendí camino hacia la puerta que ya se encontraba a un par de pasos de mi.

-Cuanto tiempo…- escuche su dulce voz antes de que mi mano tocara la chapa de la puerta… Pude identificar aquella voz de inmediato. Dos palabras bastaron para que mi cuerpo se frenará y mi alma se volviera a partir en pedazos… Se me hizo un nudo en la garganta y lo único que pude decir con mi estúpida voz fue…

-¿Que quieres de mi?-…

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