¡Hija, te estás arriesgando a que te corran, – dijo mi madre -, cuando le conté que había escrito una carta dirigida al Director General de la Aseguradora donde yo laboraba, quejándome de mis jefes!

Prefiero que me corran, mamá, – contesté -, no voy a renunciar por culpa de personas intransigentes y acosadoras como lo son el Director y el Gerente.

Tenía aproximadamente siete años laborando para esa Aseguradora, en la cual, tenía excelentes prestaciones, un horario adecuado y un lugar agradable de trabajo, el pequeño detalle, eran mis jefes directos, quienes se había unido para molestar y acosar a los subordinados, entre los cuales estaba incluida yo.

Su hostigamiento era tal, que me tomaban el tiempo que me tardaba en ir al baño, si algún compañero llegaba a mi lugar a revisar algún tema de trabajo, contaban los minutos que se tardaba y me preguntaban que quería, porqué se tardó “X” tiempo, etc.

El Gerente, me pedía que yo les llamara la atención a mis compañeros, si llegaban tarde o no entregaban un trabajo a tiempo, si recibían una llamada telefónica, la instrucción era que yo les tomara el tiempo, en fin, él era el jefe y quería que yo hiciera sus funciones. No obstante, que yo me esforzaba por tener al día mi trabajo, el Gerente, quien tenía que revisarlo y autorizarlo, lo retrasaba por días y decía que era mi culpa. Esta situación se fue agravando con los días, semanas y meses, y como podrán imaginarse, mi tolerancia y paciencia tienen un límite.

A pesar de ser muy joven, ese entonces, tendría 27 años, siempre me he considerado una persona trabajadora y responsable, no di motivos para que se me tratara así, además de que el mal trato era general. Como era de esperarse, nadie nos atrevíamos a decir nada.

Pasaron algunos meses y se fue haciendo más grande mi inconformidad y enojo, además de que estaba embarazada de mi segundo hijo, y creo que esto acentúo mi malestar, por lo que, decidí, a través de una carta dirigida al Director General, solicitar su apoyo para que me dejaran trabajar en paz.Cabe aclarar, que antes de esta acción drástica (para muchos), me acerqué al Sindicato y al área de Recursos Humanos para exponer mi queja, ante lo cual, no tuve respuesta, por lo que resolví arriesgar mi trabajo y llegar a un nivel más alto.

Llegó el día de enviar la citada carta al Director de la empresa, esperando su pronta respuesta. La cual, para mi sorpresa, fue bastante rápida, y consistía en una reunión con la presencia, nada más y nada menos, que, del Subdirector de Administración de la Aseguradora, en representación del Director General, el Director de Recursos Humanos y la Secretaria del Sindicato.

No voy a mentir, asistí a la reunión muerta de miedo y super nerviosa, sin embargo, en ningún momento pensé en no asistir o cancelar.

El Subdirector, fue muy amable desde el principio, la introducción fue en relación a que el motivo de la reunión era mi carta, y me pedía que expusiera los motivos y argumentos que había plasmado en la carta y que los ratificara.

Dominé mis miedos y emociones, hablé delante de esas personas, representantes de la empresa, les platique como era la actitud de mis jefes hacía mí, y porqué me hacían sentir tan incomoda y a disgusto, no omití comentar que me gustaba mi trabajo y que si me lo permitían me gustaría seguir laborando en esa empresa.

Después de escucharme y hacer algunas preguntas y comentarios, el Subdirector General, a nombre del Director General, me pidió disculpas por el mal trato recibido y me preguntó qué era lo que yo quería.

Inmediatamente, le contesté que agradecía la atención y el que me hubiera escuchado, que lo que pedía era poder trabajar en paz, de ser posible, un cambio de área.

En ese instante, volteó a ver al Director de Recursos Humanos y le pidió que atendiera lo antes posible mi petición y que me buscara un lugar en otra área.

Confieso que, en ese momento, mis emociones se relajaron y me sentí tan satisfecha y agradecida como pocos días en mi vida, había valido la pena todo el pesar que pasé todo ese tiempo, nunca me arrepentí de haber tomado esa decisión.

Por último, el Subdirector, me agradeció la confianza que había tenido para denunciar mi situación y me felicitó por mi valor civil.

Woow!! Esa fue la cereza del pastel, ese reconocimiento que no me esperaba, además de haber logrado mi objetivo.

Una semana después, ya estaba laborando en otra área de la empresa, con jefes diferentes y humanos que siempre me trataron con respeto y educación.

Como podrán imaginarse, esa experiencia me dejó una gran satisfacción y un crecimiento personal enorme, entender que lo peor que hubiera podido hacer era quedarme callada, y confirmar que lo que no haga por mí misma para crecer como persona, profesionista, hija, madre, etc., nadie lo hará.

Después de mí, varios compañeros decidieron levantar la voz para pronunciarse en contra de los malos tratos.

Yo laboré para esa empresa, durante 28 años.

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