No lleves desgracia al lecho de un herido,
llévale más bien un jardín
y un montón de rostros que sería incapaz de comprender,
llévale el arte del campus con olor a sangre, pólvora y muerte,
un soldado no amará otra cosas más que saber el resultado de su ofensiva;
llévale algo de noticias
y algunas cartas escritas a mano
porque es un placer al que no sería capaz de renunciar;
llévale un pedazo de terreno donde la única música es el sonido de los percutores
y el rebote del hombre donde apoya la culata del fusil
con que ha dispuesto el futuro,
llévale al herido en su lecho la certeza de la muerte
y una última sonrisa antes de que cierre los ojos.

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