NÚMEROS.

Números… En eso nos hemos convertido. Cuántos niveles tiene tu educación, cuántos ceros tiene tu cuenta, cuántos sellos tiene tu pasaporte, cuántos kilómetros tiene tu historia, cuántos ganchos tiene tu closeth, cuántos metros tiene tu casa… Cuántos, cuántos, cuántos?? No es cuánto, es cómo y para qué. En un mundo lleno de números, se nos olvidó la sociedad y el Para qué sirve eso que llevamos en el pecho y llamamos corazón, para qué sirve lo que sabemos o lo que estudiamos y cómo podemos ayudar y ponerlo al servicio del otro.

Todos los conceptos de integridad se mezclaron de globalización y migraron junto con el mercado a la nueva economía.

Virtudes como la humildad y caridad hoy de forma barata y vulgar, la llamamos rentabilidad y si «ayudarte» no aumenta mis ceros, entonces es un desperdicio de tiempo. Estamos llenando la cuenta equivocada para las personas equivocadas. Y al parecer la tolerancia y aceptación de las ideas del otro esta relacionada y es directamente proporcional a los números. Trabajamos para empresas corruptas porque para eso nos adiestraron, para producir sin discernir y, nos untamos de ese sistema sólo porque asegura la papa. Seguimos quitándole valor a las mujeres que se quedan en casa formando seres humanos y pedimos descaradamente, calidad en los jóvenes y las personas que nos gobiernan; cayendo en una marcha cíclica de niños abandonados, jóvenes ignorados y adultos egoístas sin una base familiar. Pero cómo pedirle a un adulto que vele por lo que no tuvo en su infancia? Absolutamente nadie lucha por lo que no conoce ni da valor a lo que no sabe.

Yo soy educada, según mi lineamiento moral y afectivo. Que un niño sea educado o no, solo depende de la perspectiva y la vanidad de quien lo juzga. Entonces solo diré que poseo algunos buenos modales.

En cuanto a la academia, soy parcialmente adiestrada por un sistema al que no le he hecho honor de conseguir el título. Y eso, en ningún momento me hace menos persona. Que tu creas que el esfuerzo o la actividad que desempeña el otro es insignificante, no es más que tú ignorante percepción al respecto y sólo da cuenta de tu propia ignorancia y la insignificancia que reposa en tu cabeza; sin embargo, tienes una lista de títulos que con esperanza y algunas velas puestas al señor, podrás disimular.

A diferencia de lo que muchos piensen, si tengo un trabajo. Nadie lo sabe, pero Trabajo en una empresa grande. Siempre me gustó la culinaria y Conseguí ser la chef principal de sus ejecutivos. Hice 4 semestres de historia y esto me ha permitido una responsabilidad importante en el departamento de publicidad y redacción. También, tengo una técnica en asesoría comercial y me encuentro en quinto semestre de economía y, aunque el presupuesto que me designan es limitado, he logrado hacer buen uso de los recursos. Además, cumplo con labores de aseo y entretenimiento. Mi horario laboral es de 5:00 am a 10:00 pm y no tengo salario, pero eso a nadie le importa. Trabajo en una gran empresa, pero como carece de ceros y, en esta coyuntura social impera la adquisición de dichos amigos de redonda estructura, pues carece igualmente de atención e importancia.

Trabajo en una empresa que se llama familia. Ha sido algo duro, pues ninguna universidad ofrece el programa, entonces no queda más que improvisar según la brújula que llevamos las mamás por dentro y a falta de título que nos reconozca ante el mercado laboral como madres, en ocasiones, somos expuestas a las críticas y juicios de quien tienen un cartón de respaldo.

Soy la gerente, chef, historiadora, economista, maestra, diseñadora, animadora, etc. de mi hogar soy consciente de la responsabilidad social que adquirí y pongo día a día todo mi esfuerzo por formar un gran hombre, a veces fallo, como cualquier ser humano. Ser mamá no me convierte en divina o perfecta.

Entonces, por qué crees tú que tener uno o cien títulos te hará perfecto?

Estoy segura del ser humano que quiero formar. Ese es mi sueño. Quién eres tú, por más ceros que tenga tu cuenta, para juzgarlo?

Obviamente, quiero que mi hijo estudie y se que los actos empiezan con el ejemplo. Y, que si yo no lo hago, muy seguramente, mi hijo no lo hará. Claro que quiero estudiar y asegurarle un mejor futuro económico. Por ahora, estoy concentrada en asegurarle un futuro afectivo, que él sienta que estuve cuando me necesitó y que cuando él sea padre, si decide serlo, jamás abandone a sus hijos. Quiero que él aprenda a seguir su sueño sea cual sea y que esté seguro que no es más grande ni más pequeño que el de otro. Quiero enseñarle que su sueño es valioso y no lo define ningún número.

Susana Herrera Grisales.

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