Estamos en un mes que se llama «el de los difuntos» y mi idea no es compartir cosas sobre la muerte, al menos sobre el tipo de muerte al que todos estamos acostumbrados, sino el de la otra muerte, me explico.
A veces vamos por la vida como máquinas, de aquí para allá, haciendo muchas cosas, metidos en mil fregados, quedando con mucha gente para hacer muchas actividades, como si no hubiera un «más allá».
Casi no tenemos un momento de tranquilidad, de paz, de serenidad que nos lleve a pararnos a pensar un poco y preguntarnos: hacia dónde voy, que quiero hacer con mi vida y qué estoy haciendo.
La angustia, el estrés, las prisas por saber, por hacer cosas se apodera de nosotros y va «matando» poco a poco, esa parte tan importante de nuestra vida, nuestro espíritu, casi sin darnos cuenta.
Empezamos a notar que algo nos pasa y no sabemos el qué, se nos acaban las ideas, no somos del todo felices y lo que antes nos llamaba la atención ya no lo hace, con lo que disfrutábamos antes ya no nos sirve, poco a poco se van acabando aquellas cosas que años atrás nos producían satisfacción, momentos de alegría, felicidad, nos llenaban, parece como si todas estas cosas hubieran desaparecido, como si estuvieran muertas, y llegamos a ese tipo de muerte al que me refería al principio.
Nuestra vida no es solo material, hay una parte de nosotros que es espíritu, que no espiritual o como queramos llamarlo, y que tenemos que alimentar porque de lo contrario se nos va, se nos marchita, se nos » muere de hambre».
Sigo hablando de la muerte en el mes de los difuntos, pero de la otra muerte, la del espíritu porque la muerte del cuerpo forma parte de la vida.
Hay a nuestro alrededor mucha gente «muerta», de amor, de compañía, de comprensión, de lealtad, de cariño, de fidelidad, de generosidad, de servicio a los demás, de amistad, y de tantas cosas que tienen que ver con ese «espíritu», esa otra parte de nosotros, a la que no estamos alimentando adecuadamente y que se nos va muriendo.
Valgan estas palabras escritas de corrido y desde el corazón para que reflexionemos un poco, al menos yo lo acabo de hacer al escribir.
Debemos preguntarnos ¿merece la pena ir tan de prisa en un mundo tan lleno de » atractivos», tan peligrosos a veces y otras «cancerígenos», que nos están «matando» lentamente? O bien debemos plantearnos cambiar el rumbo de nuestra vida, añadiendo cosas buenas, acciones, actitudes positivas que nos lleven a crecer como personas, para estar siempre vivos, manteniendo nuestro espíritu bien alimentado.
Siempre me han enseñado que «la muerte es Vida» y por tanto no le tengo miedo porque estoy seguro- es mi convencimiento personal- de que después de la muerte hay otra vida, la del espíritu, la del alma.
A la hora de escribir algo procuro hacerlo desde el corazón porque es este, el que día a día me hace ver todo lo que hay alrededor, que sin ser cosas negativas- también hay cosas positivas- me llevan a compartir estos pensamientos, estas inquietudes.
Un abrazo a tod@s.
OPINIONES Y COMENTARIOS