Es la mañana refulgente de verano,

cándido canto que acaricias el oído;

mi alma, inflamada de regocijo, tararea,

florecen recuerdos, primavera de mi vida.

Risas vienen, risas van,

tus ojitos, impacientes, parpadean.

Te veo bailar infancia, el tiempo sopla tus cabellos,

y el farol de la melancolía alumbra tu semblante de alegría.

Junto al tintinear de una campana, tu risa se ha extinguido,

ya no te escucho, ya no te veo.

Mendigo soy: esperando limosna tiendo una mano,

mi riqueza son estas lágrimas frías de tristeza.

La noche, con su negro manto, ha caído;

en un catre de papel, mi viejo cuerpo yace desprotegido.

Un último canto llega por mi ventana:

un grillo corteja a la pálida dama.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS