La emoción nace de ese sentimiento pasajero que acumula pedacitos de la más frágil felicidad. La emoción no discrimina entre hoy y mañana, sino que busca el momento de pasión devenida sorbiéndolo al instante. La emoción es peligrosa, cortoplacista y capaz de magnificar inconscientemente el más ínfimo de tus temores.

La razón mata a la emoción, no es pasajera, y se acumula en vigorosos pilares tras cada decisión. La razón no considera el hoy como fuente de inmediata felicidad y tiende a ahorrar cualquier momento de pasión para usarlo debidamente. La razón es peligrosa, muy peligrosa, largoplacista y capaz de arruinar los momentos más bellos que se puedan imaginar, porque la inocente inmadurez de un niño es la fuente de una felicidad radiante que lo acompañará durante toda su vida cada vez que se pare y eche la mirada atrás.

Lo único pasajero en nuestra vida es ella misma, la vida.

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