Noche en el coche

Era una tarde tranquila cuando Marta y Javier, junto a un joven pasajero de BlaBlaCar, se dirigían a la costa. El cielo empezaba a teñirse de colores cálidos y la brisa acariciaba las hojas de los árboles. De repente, un coche parado en el arcén captó su atención. Marta, siempre dispuesta a ayudar, detuvo el vehículo. El coche accidentado tenía el capó levantado y un hombre con expresión de preocupación se movía alrededor de él. Marta y Javier se acercaron.

—¿Necesita ayuda? —preguntó Javier.

El hombre explicó que su coche había empezado a hacer un ruido extraño y luego se había detenido por completo. Javier se ofreció a echar un vistazo mientras Marta y el joven pasajero esperaban cerca. A medida que el tiempo pasaba, el sol descendía, envolviendo el bosque en sombras crecientes. Al cabo de media hora, Javier se percató de que la avería resultaba ser más complicada de lo que pensaba. Finalmente, aceptaron que no podrían arreglarlo esa noche. Decidieron que era hora de marcharse, pero cuando Javier intentó arrancar su coche, este no respondió. Miró a Marta con preocupación. Probó de nuevo, pero el motor permanecía en silencio.

—No puede ser —dijo Marta, tratando de mantener la calma—. Estamos en medio del bosque y está oscureciendo.

Con la noche cerniéndose sobre ellos, los dos coches permanecían inmóviles, con sus luces interiores proporcionando una débil claridad en la oscuridad. Marta y Javier observaban el contorno de aquel hombre mientras intentaban tranquilizar al joven pasajero. Decidieron que lo mejor era pasar la noche juntos hasta la llegada del amanecer, cuando podrían pedir ayuda. Se acomodaron lo mejor que pudieron en el coche, usando su ropa para mantener el calor. El joven, con los nervios del momento, finalmente se quedó dormido. Los adultos conversaban en voz baja para mantenerse despiertos. A medianoche, una sensación inquietante recorrió a Marta. Miró al coche de enfrente. De repente, la luz del coche accidentado se apagó sin previo aviso. El corazón de Marta se aceleró. Miró a Javier, quien también observaba el coche, con la misma mezcla de preocupación y miedo en sus ojos. El bosque, que antes parecía tranquilo, ahora les envolvía con su ominoso silencio. La noche se volvía un enigma y todos se aferraban al anhelo del primer rayo de luz.

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