Ya no suena, ni vibra, no alumbra su habitación, no le alegra pensar que en cualquier momento tendrá que colgarlo sin poder hablar. Ya no le importa la SIM, ni el cargador, ni los megapixeles o las tarjetas externas, no pensará más en iphone, samsung, nokia, vodaphone, o motorola, lo ha tirado a la pared y ha roto con el su equilibrio. Basta de desear una laptop de Apple, la conexión de 200 megabytes a internet o la IP real. Ni pensar en lo frio que es un cuarto de servidores de google, o que mal carácter tendría Tim Cook cuando venga a revisar la última versión de la mejor app para IOS. Desde la última llamada camina como un loco de esquina a esquina en su portal. No podrá terminar el compactador de archivos más fuerte del mundo, ni recibir el nobel de matemáticas vestido como un cantante adolecente. Esta loco y a ratos cuenta, haciendo rayas en su libreta, los carros que pasan frente a su casa.

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