«No veo el Águila»

«No veo el Águila»

oscar cardozo

17/06/2023

«No veo el Águila»

Dedicatoria:

«A mis amigos y familiares que me apoyan en mi deseo de desarrollar mis talentos, a todos los que me han formado en disciplina, quienes me enseñaron buenos valores y fortalecieron mi carácter, en resumen a todos los que me han hecho un gran bien».

Capitulos:

Cap 1 «Quién mejor que yo»

Cap 2 «Todos estamos listos mi comandante»

Cap 3 «Eso tiene más sentido Señor»

Cap 4 «Adiós Cobarde Mauser»

Cap 5 «Es mi última orden»

Cap 6 «Alguien debe contar la historia»

Cap 7 » Salve estos hombres»

Cap 8 «Vamos»

CAPÍTULO 1

«Quién mejor que yo»

Toda una vida Ruan esperaba su ascenso, había trabajado duro y pasado por muchas dificultades en su vida, nada le habría sorprendido más que el hecho de ganarse cuatro estrellas en su pecho para retirarse definitivamente de las fuerzas armadas, desde el desastre en Argelia y la desocupación en Siria había pasado tiempo con su familia en su casa de verano recuperándose de lo que había sido uno de los mayores desafíos en su vida, 40 días de encarcelamiento en Irak y su desocupación definitiva, eso le había causado noches de insomnio y grandes preocupaciones, para ser un hombre de prestigio y un líder que jamás había cometido errores, esa desocupación causó algunos trastornos para el viejo oficial que ya no los superaba de forma rápida como en el pasado.

Siempre habría tomado el camino más fácil, habría preferido siempre intercambiar balas para salir de un aprieto, de hecho lo llamaron como jefe del estado administrativo del ejército, porque Ruan era extremadamente impredecible, guardando cualquier rencor y desquitándose de forma inmediata y casi inconsciente, sus subalternos siempre le quisieron, respetaron y acompañaron a todas partes, pero ahora a los 65 años y a poco de recibir el si o el no de su sueño, estaba prácticamente no siendo escuchado, al menos oficiales más sobrios y con el pasado más tranquilo hacían el papeleo mientras el viejo Ruan pasaba horas en su biblioteca durante la semana sumergido en sus libros de historia.

Con excepción de los sábado que los pasaba con sus hijos y nietos y los domingos nadie sabe para dónde hiba, ni siquiera su propia familia, bueno volviendo al comienzo, hoy Ruan se levantó rápidamente de su cama, había planchado su propia ropa y lustrado sus zapatos, de repente entró en su cuarto su esposa Yoanda viéndole vestirse con alegría, le miró a los ojos

-Ruan, ¿seguro que quiere hacerlo?

-¿Quien mejor que yo?. Respondió el viejo Ruan ajustándose la corbata con maestría, ella vio en sus ojos que todavía algo le quedaba de Argelia, respiró profundo y le colocó en el bolsillo izquierdo un libro pequeño, de tapa azul y no muy grueso.

-Gracias casi lo olvidaba!, respondió él,la besó en la frente y se fue rápidamente por la puerta.

El viejo Ruan sabía que lo que le esperaba no sería cosa fácil, la noche anterior el coronel Máuser le había llamado para presentarse el día siguiente en la base 22 del escuadrón águila, pero ya nada le sorprendía viniendo de Máuser, siempre habían discutido en el pasado y se confrontaban bastante, era solamente Ruan contra Máuser y los seguidores de aquel blando oficial.

Casi al instante que se agachaba para calsarse sus zapatos lustrados, en su pórtico de vidrio, escuchó la bocina de jeep militar, el alférez Martines y los soldados Tom y Konh lo esperaban para llevarlo a la base, se levantó rápidamente caminó para la puerta, al instante escuchó una voz leve como la brisa matinal, era de su dulce esposa:

-¡Adiós Ruan, cuídate!

Sin responder se apresuró a bajar las 5 escaleras, los tres uniformados se pararon firme, el alférez golpeó taco y vicera para luego, avanzar en dirección del viejo oficial.

– Permiso mi comandante. Alférez Martínez del escuadrón 22 águila, si me autoriza, mandaré descanso.

Ruan miró de arriba a bajo a los 3 uniformados, con los ojos apretados y con voz seca respondió:

-¡Mande continuar!, tenemos que irnos.

Más tarde el soldado Konh llamaría ese viaje de apenas 20 km como el viaje más incómodo, tenia de un lado del jeep un viejo comandante que pálido y callado miraba fijamente al frente sin hablar absolutamente nada, el chófer, Tom estaba nervioso, sudando frío y respirando sin hacer ruido,más bien largando con cuidado el aire. Por otra parte el Alférez Martinez, estaba observando al comandante, no sabiendo si odiarle por el gesto de ojearlo de arriba a abajo o admirarle por aún tener el carácter típico de alguien que no duerme desde la desocupación de Siria.

En fin el jeep llegó rápido a la puerta de la base, allí parado con una sonrisa fingida estaba el Coronel Máuser, el capitán Jain y sus subalternos también cada uno de ellos, con sus carpetas y planillas, Ruan viendo sus antiguos y nuevos enemigos, río frunciendo la comisura de la boca, se bajó de forma rápida, diría que fue un salto, casi automático, el alférez y los dos solados también, y este cruzó sin detenerse como si no hubiese visto a aquellos oficiales, de hecho ellos le saludaron con calistenia, pero según Ruan, significaba demasiado honrarles con el saludo, así que ni se molestó en hacerlo.

Dentro de la base vio tres escuadrones, la 7ma división con el teniente fagundez se detuvo y saludó a Ruan, gritando fuerte en la plaza de armas:

-Atención!

– Continúen señores, respondió Ruan.

Colocando las manos en la cintura y respirando el aire del ejército. Los soldados siguieron corriendo, más allá detrás de los camiones estaba el equipo águila, todo el escuadrón con sus instructores haciendo tiro, a la derecha detrás de la base del comando 3ero, estaba la oficina de coordinación, generalmente las reuniones no se hacían allí, pero para ser discretos, el ministro, el secretario del presidente y también los más altos y distinguidos oficiales le esperaban en la mesa larga.

CAPÍTULO 2

«Todos estamos listos mi comandante»

Ruan hiba caminando pasos silenciosos, el alférez y sus dos soldados fueron ordenados a ir al pelotón 22 a apoyar la logística, tal vez les habría gustado que Ruan les dijese lo contrario, pero este ni se enteró que al pasar por la puerta, estaba sólo, solamente él y 18 comandantes de varias bases militares que causaron en el pasado mucha admiración, sentados de un lado y al otro, en la frente estaba el ministro, a su lado el secretario gral también y el escribano.

-Com permiso, con voz firme interrumpió una conversación que jamás descubríria de que se trataba.

– Pase. Le dijo el jeneral Froz, quien mirando a los demás, bebió de su vaso de agua, esto le indicó que la charla sería intensa.

Ruan se sentó impaciente en la mesa y miró fijamente en la cara de cada uno de ellos, y acabó con el rostro del ministro,

– Me llamaron, aquí estoy, ¿que desea Señor ministro?.

– Deseo hablarle francamente,usted será el nuevo comandante del escuadrón águila, 22

– ¿Que?, la mayoría de los oficiales murmuraron y rápidamente miraron con desagrado al ministro.

– ¡No habrá ceremonias, no tenemos tiempo!, Comandante Ruan, por favor acepte su nueva designación.

De forma inmediata, el secretario se levantó y con él la turma de oficiales llenos de rabia y desconcertados, salieron de la sala, y todavía el viejo Ruan podía escucharlos quejarse en la plaza de armas

– ¡Ruan!,¿porque él?,

– ¿Quien es Ruan para que el escuadrón le escuche?.

El oficial Ruan, agarró el informe que estaba encima de la mesa, en su frente, leyó rápidamente por encima porque la mirada del ministro le incomodaba y el escribano estaba atento.

– ¿Me pide que valla con hombres que no conozco?, ¿a un lugar que no conozco para quitarle juguetes peligrosos a quienes no conozco?

-¡Si, exactamente!. -¡Sé que lo hará muy bien!

-¡Me niego!

-¡No puede Ruan!. El Ministro se acomodó en la cilla, se apretó el cinto y respiró profundo.

-¡No hay vuelta atrás!.

– Quería ser comandante y retirarse con 4 estrellas, bueno tiene esa oportunidad.

– Nadie se gana 4 estrellas muerto Señor ministro, ambos lo sabemos.

– Irá con un equipo, no le pido que pelee con los hombres, solamente estará para observar, esa base en la selva, la cuál debe desaparecer.

El viejo oficial comenzaba a quedar cada vez más colorado.

– ¿Porque iré allá?, ¿porque irán esos hombres?, ¿que tiene esa base?, ¿que tenemos que ver con ella?

-Clasificado Comandante Ruan, lo sabe bien , el gobierno pide, usted lo consigue.

Levantándose el comandante Ruan, salió para fuera de la oficina, no le importó saludar, ni despedirse siquiera de los altos oficiales sabía que eso significaría el fin de su carrera.

-¿Donde están los muchachos?. Dijo Ruan sacándose el saco y dirigiéndose al barracón 22

-¡Aquí!. Gritó un alto y fornido soldado, al mismo tiempo que gritó:

– «Aguila», y todos se colocaron en firme y mirando a la cara del viejo comandante.

– «Aguila», «vamos ver si son realmente Águilas en un par de días», sacudiendo su Cabeza, el viejo comandante, se paró en el medio del pelotón, o mejor en medio del escuadrón, con una seriedad que sólo el podía conseguir, entonces pregunto:

-¿Quien está listo para ver esa bandera por última vez?, apuntando la famosa bandera verde con un Aguila luchando con una serpiente negra. El Alférez González, tragó con trabajo un poco de saliva y respondió:

– ¡Todos estamos listos mi comandante!.

Desde el fondo hasta las primeras filas verdes y llenas de polvo se escucharon estruendosos gritos de guerra, gritos de valentía y de coraje.

Entonces el viejo comandante pareció reír un poco de alegría y en su viejo corazón una vez más se lleno de ánimo y adrenalina, llamó rápido los 7 oficiales del escuadrón, uno de ellos era el famoso alférez Martínez, los sacó aparte del pelotón, de espaldas para los soldados.

– Preparen todo el equipo, teniente Potter usted provisione muchas municiones.

– ¡Si Señor!.

– Sans asigne jefes de pelotones más pequeños.

– ¡Si Señor!.

– Martinez, en 5 minutos todo el mundo preparado con mochilas y todo el equipo.

– ¡Si señor!, gritó el alférez con un brillo en los ojos, brillo que todos compartían, los oficiales estaban felices, algo grande se presentaría.

– ¿Para donde vamos Señor?. Preguntó, el alférez Martínez cuando todos ya estaban corriendo a prepararse, el general se dio media vuelta….

– A las montañas, tenemos 1 mes para prepararnos, el tiempo corre Martínez ¡valla y corra!.

– ¡Si Señor!, el alférez Martínez desapareció corriendo, rumbo a los grandes galpones de camiones y equipamientos.

– ¡Allá vá!. Dijo el coronel Máuser, en su ventana, junto al mayor Meyer.

-Nuestro león ya se a puesto a correr y rugir.

– ¿Usted cree que consigan Máuser?, porque dudo que ese viejo regrese.

– Bueno Meyer si regresa tendrá 4 estrellas y nuestros últimos años serán un infierno.

Para entonces ya Ruan los había visto hablando y al parecer hasta les leyó los labios, se colocó su gorra y sonriendo corrió para su despacho para prepararse, hace años que el viejo oficial no vivía tanta adrenalina, antes de 5 minutos estaba en la plaza de armas apurando a todo el mundo, todo de negro, con su boina roja con un cráneo de calavera en la frente, con chaleco táctico, con su pistola en el pecho y tres cargadores en el cinto, en la bandolera un fusil Steil 1.45 falcón alemán.

– ¡Vamos, vamos!.

A lo lejos salieron corriendo la turma, todos preparados con sus mochilas y equipos, en la cabeza de cada pelotón sus líderes, todos pintados y con sus armas, llevaban también la banderas de cada grupo.

– ¡Martines!, ¿donde están los camiones?,¡los camiones!.

– ¡Están yendo mi comandante!. Martines estaba con un grupo de soldado sacando 7 camiones y colocándoles en fila detrás de la formación, los oficiales, se ajustaban los últimos arreglos personales, y asombrosos miraban la sencillez del viejo oficial que con muchos años les acababa de ganar en el tiempo.

– Sans,Martines, Potter, acérquesen.

Corriendo fueron a 3 pasos del viejo oficial, al mismo tiempo y en firme le hicieron calistenia, avanzaron luego de pedir permiso y tras la voz de mando quedaron en «discreción «.

– Tenemos un mes de trabajo duro, quiero todo el equipo, todo el armamento, estos hombres y yo no volveremos a esta unidad, no habrá despedidas ni lamentos, ¿entendido?.

– ¡Si señor!. Los 3 oficiales principales respondieron al mismo tiempo con resolución.

El viejo Comandante, sacó un palillo y lo colocó en la boca.

– ¡Pueden informar! y Martinez, ¡Todo el mundo al camión de inmediato!.

– ¡Si, Señor!. Dieron media vuelta, luego del saludo y corrieron a informar al escuadrón, sudaban frío, informaron con temblor y se miraban entre ellos, tal vez pensando:

– ¿Cómo vamos decirles a estos padres, que no volverán volverán ver sus hijos?, bueno, el viejo oficial subió al jeep y el soldado Marcis lo llevó adelante mientras tras el pelotón se impacientaban.

– ¿Es una broma?.

– Cómo es posible mi oficial?.

– ¿Qué es esto?. Se escuchaba gran tumulto que acabó cuando se hoyo un disparo, era la colt 1914 de Ruan, acababa de pararse en el jeep y disparar al aire.

– ¡No quero cobardes!. ¿Estos son los Águilas Máuser?.

Máuser estaba bajando las escaleras con sus lacayos, en el pasado había estado formando parte del escuadrón y fue instructor, Máuser no respondió nada, se tragó toda su rabia, regresó al despacho golpeando fuerte la puerta, tan fuerte cuanto el disparo de la Colt.

La risotada del viejo comandante fue lo primero que se oyó, tras lo cual todo el escuadrón se apresuró a subir en los camiones, colocaron la pipa de agua en los remolques del camión, las baterías de luz, todo el equipamiento del cocinero, los botes de abordaje y muchas cosas más.

– ¡Vamos!, dijo Ruan, colocando en el estuche su pistola, se sentó callado y una vuelta de llaves fue suficiente para el jeep que encabezó la fila hacia las montañas.

El alférez Martinez recibió quejas de su personal todo el viaje, pero se quedó callado, estaba también como los demás, acababa de tener su esposa gemelos y el jamás les vería.

CAPÍTULO 3

“Eso tiene más sentido Señor”

¿Que se puede decir de medio mes de capacitación?, todos estaban hechos unos puercos, el campamento era grande, días enteros sin dormir y mojados, comiendo poco y caminando bastante, se escuchaba gritos del viejo comandante.

– !Vamos, vamos¡, ¡no veo el águila!, ¡no veo el águila!.

Esto irritaba a todo el pelotón 22 que subía todos los dias y bajaban la montaña.

El soldado Pratt comentó en una de sus cartas, que él junto a unos cuantos un día hicieron al viejo comandante caer en el agua junto al Alférez, para cuando salió no descubrió nunca quien lo hizo, pero dejó en castigo a todo el mundo por el resto del mes.

– ¡Si ustedes son Águilas, yo soy león!; gritaba cansado y agitado el viejo comandante, casi arrepintiendose de correr horas y horas en la noche oscura.

– Estos hombres deben descansar. Le aconsejaba en la marcha Potter, ¡mañana pueden hacer más!.

– ¡No! de ninguna forma Potter.

– Ellos deben cansarme para dormir!. Casi de propósito el viejo oficial con el último respiro subió la montaña nuevamente.

Los días pasaron volando, gastaron municiones, bombas, se escuchaban las detonaciones, juntos a grupos que fueron a apoyarles, hasta algunos grupos internacionales, esos días fueron crueles,

algunos desistieron, allí en el instante Ruan les sacó el parche con un golpe duro y les pidió que se fuesen caminando.

– ¡Que lastima!, decía en su corazón, el Alférez Martínez mientras con dolor veía que muchos les abandonaban.

– ¡Bueno!, ¡no me gustaría morir con personas como ustedes!. El viejo comandante, se sentó en el pasto y mandó a todos hacer lo mismo.

– ¡Ahora viene lo interesante!.

– ¡Todo el mundo sentado!

– ¡Si Señor!; al unísono todos se sentaron.

Del fondo todos vestidos de negro, eran 3 instructores de inteligencia en el campo, Peker, Osvan y Galf,

– Bueno Señores yo soy Peker y estos son mis oficiales colaboradores, somos de inteligencia y venimos a mostrarles lo interesante.

– ¿Podemos comandante?

– ¡Claro, adelante Señores!. Casi al instante Ruan se acomodaba, acababa de sentarse a su derecha el Alférez Martínez y a su izquierda el fornido soldado.

Recostados en un árbol, Galf con un apuntador dijo:

– ¡Presten atención!,- Si tienen preguntas, pregunten al final.

– Este es su objetivo, es una base de alto mando enemigo, allí se sospecha de estar de alguna forma vendiendo información que compromete al gobierno.

– ¡Es una broma!, soltó esa frase el Comandante parándose en medio del pelotón sentado.

– ¿Tenemos que ir a un objetivo que se supone ser enemigo?.

Osvan que ya conocía a Raul, le dijo:

– ¡Las órdenes son de atacar la unidad Señor!.

– ¿Atacar?, ¡tres cabañas abandonadas!

– Es una isla hueca Ruan, sabemos que algo esconden, respondió Osvan dando la señal a Galf para continuar explicando.

– Creo que esto le importará Señor, al instante cambio la diapositiva y aparecieron imágenes de misiles nucleares en la pantalla, se escuchó un murmullo de todo el pelotón, tan asombroso que Ruan se dio media vuelta para ver

– ¡Veo que tiene buenos juguetes, no le parece Osvan!.

– ¡Si, Ruan y debe destruirlo todo!.

– Es fácil, manden un bombardero y así acaban con todo y no se perderá nadie de aquí.

Peker que estaba callado hasta entonces, riendo y viendo que sus compañeros no tenían éxito en hacer callar al viejo Ruan le preguntó:

– ¿Señor comandante usted cree posible?

– ¡Talvez, Peker!, ¡tal vez!

– Acaso, Mirando a toda la formación. ¿Usted desconfía del famoso escuadrón 22 águila?

El General Ruan, se colocó la boina, mandó todo el mundo levantarse del suelo, y mirando a los tres hombres les dijo:

– ¡No dudo de ellos, dudo que los del gobierno tengan una mente sana, de hecho creo que usted también se ha quedado idiota desde la desocupación de Siria!.

– Esa es una fea acusación Ruan, le pido que se disculpe.

Diciendole eso Osvan le tomó del brazo, al mismo tiempo, con rapidez El viejo sacudió sus puños liberándose con rabia de las manos de Osvan.

– ¡Si me toca de nuevo le vuelo los dientes!.

Ya todo el mundo quedó alerta, los apartaron, porque ambos conociéndose bien ya tenían las manos en la fundas de sus armas.

– Calma gritó Peker, no somos el enemigo, tomando a Osvan del corriaje.

– ¡Calma Osvan, tranquilo!.

– ¡Eso Osvan!, sé perfectamente que se comportará como el cobarde de Máuser que dejó a todo el mundo en Siria para esconderse detrás del escritorio.

Ruan simplemente no paraba de hablar, y no le temblaba un músculo siquiera, ambos se miraban fijamente.

– ¡Señor!, hablo el Alférez, creo que es hora de salir a Correr; por decir algo así el alférez, colocaba en peligro a la formación, con el sol ardiendo sobre las montañas.

– ¡Cierto Martínes!,¡es hora de correr!, ¡todo el mundo a correr!.

De inmediato al sol, todo el mundo salió a correr, Sans, Martines y Potter aliviados por correr y no estar en apuros salieron al frente de las filas de soldados, el viejo oficial salió también con un pequeño pelotón al que llamó “los cobardes”, por algún razón allí estaba Pratt el mismo que le había hecho caer en el agua, eran 30 corriendo, detrás del viejo oficial.

– ¡No sea Tonto Osvan!, respondió Peker; arreglando las cosas.

– ¡No vale la pena discutir con ese viejo!, de seguro no regresará.

– ¿Acaso crees que te mataría?.

Osvan, irritado y con temor respondió:

-¡ No sabes de lo que habla!, Conozco a Ruan, sé con quien he peleado hoy.

– Bueno muchachos, es hora de irnos;Galf acababa de acercar el carro para acabar de colocar el equipo encima de el. Allá en el camino encontraron descansando en pleno sol a los 30 del general y pararon el jeep al frente del pelotón.

– ¡Buena suerte!, Ruan, Osvan poco sincero y con nada de preocupación le dijo al viejo.

– Bueno, lo peor es que muramos Osvan. Respondió Ruan, colocando un palillo en la boca.

Peker viendo todos los preparativos pregunto colocándose los lentes de sobra:

– ¿Precisan algo? ¿Algún Equipo?

El viejo preguntó ingenuamente para su pelotón:

– ¿Precisan algo Señores?, ¿alguna muñeca o regresarán a casa?

– ¡No Señor!

– ¡Bien!, respondió Ruan, parándose y continuando a correr, dejando sólos a los tres en el jeep.

– Si respondió Osvan, espero que se muera. -Arranca que se hace tarde,

– Ok Osvan, vamos.

Esa noche todo el mundo estaba durmiendo, menos la guardia que alumbraba todo el campo y patrullaba el terreno, en su cabaña el viejo oficial estaba mirando los 3 planos diferentes del asalto que había ideado.

– ¿Será que todos moriremos?, eso seria gracioso. Estaba hablando en voz alta cuando alguien golpeó la puerta 3 veces

– ¿Quien es?

– Alférez martines Señor,

– ¡Entre Martínes!,

Martínes habría la puerta uniformado de guardia.

– Señor, no hay novedad.

– ¡Bien!, ¿pero viene a decirme solamente eso?.

Martínes se sentó en la vieja cilla, y mirando a los planos y tomándose unos minutos dijo:

– ¿Vamos morir cierto?, porque no creo que quede siquiera un sólo hombre en esa isla.

– ¡Caramba Martínes!, ¡creí que yo era el pesimista!. Levantándose de la Silla Ruan, agarró una hoja y le dio en la mano al Alférez inquieto

– Creo que podemos hacer mucho ruido Martínes, bajando la luz del despacho, se sentó de nuevo

– ¿Que es esto Señor?

– Es mi posible plan, – ¿que le parece?

Ojeando la hoja, con detenimiento,

– Parece interesante Señor,espero que podamos aplicarlo.

Colocó la hoja sobre la mesa com cuidado.

-¡Bueno!. Mirando la computadora, y viendo que su esposa le estaba llamando.

– Creo que hablaré con Yoanda, porque sino me va a matar. interrumpió el viejo Ruan.

– ¡Claro Señor!, creo que Mañana vamos poder prepararnos con ese plan, ¿no le parece?.

– ¡Si Martínes!, dos semanas restantes nos quedan.

Se levantó Martínes, habrió la puerta y antes de dar un paso para fuera, respiró profundo.

– ¿Puedo preguntarle algo Señor?

– Si Martines, ¡adelante!.

– ¿Porque le han llamado para esta operación?.

– ¿Porque al escuadrón Águila?

– Supongo que al escuadrón águila para ser discretos y a mi, porque soy una piedra en el zapato de muchos.

Respondió el viejo oficial acomodándose en la Cilla y colocándose los auriculares para la video llamada.

– ¡Eso tiene más sentido Señor!. Martines, se retiró pensativo del despacho de Ruan cerrando la puerta detrás de si.

El comandante habrío la video chamada

– ¡Holaaaaa, Ruan, te extraño mucho!, su cariñosa esposa con una gran sonrisa comenzó el diálogo

– Bueno, no he tenido tiempo, he estado ocupado Yoanda.

– ¡Yo también Ruan!, pero aun así te tengo presente. Ella ya un poco seria pregunto:

– ¿Cuando voy a obtener elogios de ti Ruan?

– ¡Me conocer bien Yoanda!.

– ¡Yo no soy tus soldados!, soy tu esposa terco.

Ruan bajando la guardia luego de relogíar el techo dijo:

– Lo sé Yoanda, ¿Cómo están nuestros hijos y nietos?

– ¡Todos preguntan por ti!

– ¿Que les digo Ruan?

Ruan ya impaciente:

– ¡Diles que estoy bien!. Bueno tengo que irme…

– ¡Espera Ruan!, prométeme que regresarás.

– No puedo prometerme eso.

– ¿Son por tontas estrellas cierto?.

– ¡No Yoanda, no confían en mi y debo hacerlo por estos muchachos!.

– Cuídate y prométeme que hablarás de nuevo antes de ir.

– Bueno, lo Haré Yoanda. Luego le sonrió por un instante y cerró la computadora.

Nuevamente hablado en voz alta.

– ¡Bueno Ruan! ¿vamos correr?. Él mismo se respondió mirándose al espejo:

– ¡Si Señor!.

CAPÍTULO 4

“Adiós cobarde Mauser”

Bueno la noche ya era de por sí corta y lo fue más cuando Ruan salió a correr, al hacer algunos 20 minutos de trote, el alba comenzó a rayar en el horizonte de las montañas, fue caminando hacia los botes de desembarco.

– ¡Atención!, gritó el soldado Luiz y com él 5 más soldados de patrulla se pararon em firme.

Ruan pateando levemente los botes con su bota reafirmó en voz alta:

– ¡Soldado con esto vamos desembarcar!.

– ¡Como mande Señor!.

El soldado pensando que Ruan estaba loco, miró a los demás y adelantando a mostrar los botes con la ayuda de los otros camaradas preguntó:

– Mi Comandante, Creo que ellos esperarán un montón de tontos en botes, ¿no lo cree?

– Si….. ellos verán los botes pero no a nosotros, – Bueno, riéndose orgullosamente; en dos noches tendremos una noche sin luna, vamos desembarcar en esa noche.

– ¡Si disparan en los boten todos nós morimos Señor!.

– Tranquilo. Respondió el Alférez, hacercandose con una radio en la mano, y pasándola para el comandante Ruan.

– ¡Señor es para usted!.

Ruan la tomó en la mano:

– ¡Aquí Comandante Ruan, Cambio!.

– Comandante Ruan, aquí la base de operaciones, ¡Cambio!…

– Informe operador, ¡Cambio!.

– Señor recibirán un helicóptero con equipamiento, el enemigo se ha preparado según lo muestran nuestros drones, ¡Cambio!.

– ¿Prepararse como?, ¡Cambio!.

Ya Ruan estaba inpacientandose y quedándose Rojo otra vez más, para entonces, el Alférez Martínes había retirado a los soldados y con él estaban Potter y Sans.

– Ellos le informarán Señor, ¡Cambio!.

Ruan miró desconfiado a los 3 oficiales inferiores,

– Señor, ¿está todo bien?.Sans preguntó, haciendo un cigarro.

– No lo sé Sans, bueno vendrá un helicóptero con cosas, venga quien venga, recibanlos, yo estaré en el agua con mis soldados.

– ¿Queeee?, ¿qué hacemos si preguntan por usted?.

Ruan con furor miró al Alférez Martínes

– ¡Martínes, sea hombre!

Se alejó para ensayar el desembarco con sus hombres por tercera vez, todos mojados de arriba a abajo y respirando poco, ocultos detrás de los botes, dejándose llevar por la marea.

El párpado Izquierdo del Alférez se movía involuntario, eso denotaba rabia,

– Si……. ¡Señor!

– Vamos Señores allá viene el helicóptero

Los tres fueron al lugar de aterrizaje, el único lugar más plano de la isla para ello.

Un gran helicóptero verde y negro se estacionó, de él se bajó el coronel Mauser, Osvan y Peker también, quien dió el primer salto a tierra, y ayudó a dejar el equipo, como buitre buscando carroña, se bajó mirando a todas partes Mauser.

– ¿Dónde está Ruan?.

– Está ausente Señor. Respondió el Alférez, Mirando fijamente e Sans sabiendo que Este siempre le gustaba ser verídico.

– ¿Es cierto Sans?

Sans miró al Alférez que con un gesto pareció decirle todo.

– ¡Afirmativo Señor!

– Caballeros… El viejo coronel colocó sus brazos uno en el hombro de Martines y el otro en el de Sans.

-¡No soy Tonto!, ¿me están diciendo que desertó?.

– ¡Decimos que no se encuentra Señor!. Respondió Potter, cansado de llevar el cargamento con Osvan y peker, algunos soldados también les estaban ayudando a llevar a la barraca de explosivos, el trayecto era como de unos 200 metros y las cajas de metales pesaban toneladas.

– ¡Corran! ¡Corran!, se dejó escuchar la voz del viejo Ruan, en seguida saliendo del agua una turba desesperada de soldados comenzaron a corren en dirección al coronel Mauser, todos armados y mojados.

– ¡Con que no se encuentra el comandante Ruan!, gritó enfurecido Mauser, viendo que se ocultaba la verdad.

– ¡Ahhhhhhhhh!. Un grito de guerra grande y estruendoso retumbó en la playa.

– ¡No estorbe Mauser!.

Ese comentario apareció entre los uniformados corriendo, todos corrieron hasta la salida oriental, hacia las montañas, algunos cansados cayeron a tierra y otros les ayudaban.

– ¡Adelante Camaradas!, ¡vamos!

El alférez Martínes se llenó de valor y comenzó a gritar junto con los demás.

– ¡Eso Águilas!, ¡muy bien!. Se le llenaron los ojos de lagrimas.

– ¡Buen trabajo Señores!, El viejo comandante lleno de arena, se salió del gran pelotón,

– ¡Hoy en la noche ensayaremos nuevamente! – Martínez, ¡mande romper filas, media hora de descanso!.

Caminando en frente del grupo, Ruan ordenó:

– Sans llame a los que están haciendo tiro en el valle, que vengan, saldrán en marcha en 20 minutos.

– ¡Si señor!, corriendo Sans se apresuró a cumplir sus órdenes.

Martínes, el alférez, ordenó:

– ¡Rompan filas, ya!.

En seguida todo el mundo tomó los fusiles en las manos y salió corriendo para sus tiendas.

Secándose la frente y escurriendo el agua de sus botas, sentado en la caliente arena, Ruan vió sus tres competencias, Mauser, Osvan y Peker.

– ¿Que desean Señores?

– Venimos a ver como va todo Señor, de parte del gobierno; respondió Mauser, colocándose sus lentes de sombra.

– Por cierto Comandante…. ¡veo que optará por el mismo mecanismo de desembarque que en su pasado!.

El viejo Ruan, le miró con una cara de desprecio,

– ¿Que tiene para decir Mauser?,¿Que desea ver antes de irse?.

Osvan, se adelantó y dijo:

– ¡Señor!, le aseguro que en esa isla le esperan, hemos visto puestos de seguridad, guardia, patrulla, nido de metralletas y muchos preparativos.

– ¡Bueno no dudo de algún soplón!, respondió Ruan de forma arrogante al mismo tiempo que se levantaba.

– Vamos adoptar este dispositivo y ¡vamos acabar con todo!.

– ¡Ruan….!( interfiriendo Mauser ) apartándole a Ruan de los otros, mejor dicho le tomó del hombro como acostumbraba hacer y le sacó aparte.

– Señor… ¡no creo que usar esa estrategia sea eficaz!, ¡debe usar el método sorpresa!.

– ¡Al diablo Mauser, voy a hacer ruido, no saldré de esa Isla pero tampoco ellos ni sus misiles, lo volaré todo!.

Ya para entonces, Ruan se quedaba colorado nuevamente. Mauser bajando la voz, casi susurrando suplicó:

– ¡Señor!, ¡todos van a morir!, no es la mejor forma de hacerlo.

– Mauser, ¿donde estaba en la desocupación?, se estaba ocultando, ya pensé varias veces y ¡es lo único que podemos hacer!.

– ¡Bien Señor!, ¡Usted gana!.

Mauser se dió media vuelta y al volver para el helicóptero vió por última vez aquellos hombres, riendo y limpiando el armamento.

– ¡Que desperdicio!. Bajito reclamó para Osvan y para Peker.

– ¡Señor!, ¿usted no pensó en esto cuando pidió que Ruan fuese como carne de cañón a esa isla?.

Osvan estaba preguntando de forma torpe.

Mauser le miró y no le respondió, los tres subieron al helicóptero y se fueron, Ruan miró desconcertado el helicóptero y pareció susurrar

– ¡Adiós cobarde Mauser!

Los tres instructores principales, Martínes, Potter y Sans le vieron, vieron su expresión y consideraron una despedida con el mundo exterior, luego sin seremonias, Ruan, se colocó su boina roja y entró en su barraca callado y mirando al suelo.

Todo el mundo estaba almorzando, en silencio, espalda con espaldas en la carpa principal, no se escuchaba nada de Ruan, los instructores no quisieron interrumpir, así que estaban atentos y preparando el proyector para lo que sería la última presentación del escenario donde atacarían.

CAPÍTULO 5

“Es mi última Orden”

Salió Ruan, más calmado y con su computadora debajo del brazo.

– ¡Atención!, gritó el alférez y todo el mundo quedó en firme.

– ¡Siéntensen!, ¡Está bien Martínes!, respondió el comandante, parándose enfrente al proyector.

– Sans por favor, cierre las ventanas de la tienda,¡quiero oscuridad!.

Sans con la ayuda de aquellos que quedaron cerca de las ventanas desplegables de la carpa, las bajó y prendió con los broches.

– ¡Listo Señor!. Gritó Sans y regresó al frente.

– ¡Señores!, respondió el comandante; tiró su boina encima de la mesa

– ¡tengo una idea, observen!.

Cambió la diapositiva y mostró el relieve oceánico de la isla.

– ¡Soldado!. Dijo apuntando para el que estaba casi sentado en sus botas.

– ¿Qué ve?.

El soldado se levantó y identificando como Soldado Thamires, y respondió:

– ¡Señor!, los colores oscuros denotan profundidad en el relieve oceánico, cuanto más claro, más baja es su profundidad.

– ¡Exacto!… exclamó el comandante, sacando un palillo y colocándolo en la boca.

– Señores, ¿piensan lo mismo que yo?. Preguntó Ruan, Mirando hasta el fondo de todo el pelotón.

El soldado que aún estaba en pie, declinó su cabeza un poco para la Izquierda, luego de mirar su alrededor preguntó con osadía:

– ¡Señor!, tenemos un estrecho de aguas profundas detrás de la isla, quiero decir en el Este del campamento enemigo, al menos del mayor cuartel, ¡podemos aprovechar eso!.

– ¡Brillante Soldado!, el comandante cobró ánimo,

-¿Lo ve Martínez?, la isla es un túnel, es toda hueca, apuesto que tiene túneles naturales, podemos penetrar esa Isla llendo por debajo de esas oscuras aguas.

– ¡Señor!, exclamó Sans.

– ¡Eso puede ser razonable!, pero sólo podemos desembarcar en la playa, ¿donde están esas aguas profundas?, “en la parte más alta de la Isla”, son metros y metros de piedras, ¿Quiere escalar?.

– ¡Apuesto que de tanto golpear las ondas del mar, que hasta un túnel le hizo!, Sans. Reclamó el viejo.

Cambió la diapositiva,

– ¿Qué tal ahora?, en la diapositiva aparecieron muchos túneles debajo de la Isla.

– ¡Señor!. Gritó uno que se levantó, un soldado, ya veterano y era de ellos uno que ya tenía trote dentro del escuadrón.

– ¿Cree que ellos no saben sobre esas cavernas?

El viejo comandante miró al Alférez que pareció ignorar su mirada,

– Bueno…. ¡no lo sabremos a no ser que lo hagamos soldado!.

– ¡Bien señores!, prepárensen , el resto del plan será notificado en breve, Sans, Potter arreglen todo, preparen el equipo.

– ¡Ya Ya ya!, gritó Potter y todo el mundo se levantó y salió gritando, todos tomando armas y preparándose para el ataque.

El comandante miró a su hombre de más confianza, y con voz suave:

– Martínez, ¡no salga!, ¡quiero hablar con usted!.

Martínez se dio media vuelta, y se acercó al impaciente comandante.

– ¡Sabe lo que pienso Señor!.

– ¡Dígalo Martinez!

– ¡Es una locura!, ¡moriremos todos, Señor!. Nuevamete el párpado le temblaba al Alférez.

– Martínez, volaré la Isla, ellos no quedarán con los misiles y nuestro país no los tomará tampoco porque no son nuestros.

El Alférez agrandó los ojos y preguntó:

– ¿Que hará?

– ¡Lo volaré todo!, usted debe regresar con los hombre aquellos que sobren, yo no regresaré, llegaré hasta el final.

Interrumpió Sans que acababa de entrar en la tienda.

– Señores, ¡no soy cobarde!, Ruan, moriremos juntos, ¡no le dejaré Señor!.

Ruan le miró, miró a ambos y con firmeza reclamó al mismo tiempo que apagaba el proyector:

– ¡No es un pedido!, es mi última orden, regresen para ver sus hijos, mejor que muera un viejo a que mueran ustedes, mi escuadrón son los 30 que seleccioné y nosotros volaremos todo, la isla toda.

– Entró Potter, -nos negamos, los tres se colocaron en firme, y llorando gritaron:

– ¡Negamos su orden Señor!.

Ruan enojado pero también dolido resongó:

– ¡Si veo que alguno de ustedes se niega a regresar le mato yo mismo!.

Tomó sus cosas rápidamente, salió de la carpa y gritó:

– Prepárense, mi escuadrón de 30, Delta ahora es delta, ¡Rápido me siguen!.

– ¡Si señor!, los 30 salieron identificados todos de verde oscuro con sus equipos nuevos. Corriendo detrás del comandante hasta el bosque cerca de la más alta montaña.

– ¿Y ahora qué?.

– No lo sé, respondió Potter, los oficiales salieron de la tienda resueltos a hacer lo mismo que hizo Ruan.

– ¡Bien dividamos estos grupos y preparémonos!

– ¡Bien Alfa mi grupo!.

Señaló el grupo de 80 hombre fuerte que eran la nueva generación del escuadrón

Se levantaron rápido.

– ¡Si Señor!

– ¡Bien! dijo Sans – Escuadrón Charlie, Sígame.

Eran 120 hombres, los más instruidos en explosivos.

– Ustedes, Señaló el Alférez.

– ¡Vamos!, eran unos 180 hombres, todos en general se estaban preparando.

CAPÍTULO 6

“Alguien debe contar la historia”

En unos 30 minutos alguien llamaba en la radio, rápido corrió a tomarla Potter.

– ¡Informe Cambio!.

Se escuchaba motor de botes y movimiento.

– Aquí habla escuadron Delta ¡Cambio!

– ¡Señor!, gritó Martínez.

– ¿Dónde está?, Cambio.

– Estamos llendo a la pequeña isla de gaviotas, esta detrás del objetivo, nos prepararemos para avanzar, Cambió.

El alférez se arrodilló en tierra con el radio:

– ¿Cuales son sus órdenes Señor?, Cambio.

– En 30 minutos acabaremos los arreglos aquí y usaremos los propulsores acuáticos para entrar en la Isla, tenemos oxígeno suficiente para 24 horas, Cambió.

– Señor, ¿Cuando atacamos?

– Son las 15:00, 15:30 estaremos llegando al objetivo, a las 16, recibirán nuevamente en esta isla los propulsores.

– Señor, si no me fallan los cálculos, ¡llegaremos todos en la noche, somos muchos!.

– Afirmativo, Martínez, llegaremos y controlaremos los túneles, ustedes llegarán sin peligro, Cambió.

Se dejaba escuchar de fondo una música local de rock, comentarios del pelotón del viejo oficial, comentarios de volarlo todo.

– ¡Les avisamos si el plan avanza!, cambio.

– ¡Ruan!, interrumpió Potter.

– ¿Cuál es su objetivo?.Al preguntar esto, se apartó de sus pelotones, si, los tres oficiales lo hicieron.

Ruan, estaba viendo la Isla Gaviota

– ¡Es hermoza la Isla, muy linda!.

– ¡Señor!, reclamó Sans, al mismo tiempo que alarmado vió el mapa en las manos del Alférez.

– Señores, nosotros 30 volaremos todo, ustedes tendrán un poco de tiempo, nuestro objetivo es encontrar los misiles, Cambió.

– ¿Y que sigue Ruan?. Preguntó Sans, haciendo do algunas líneas en el mapa.

– Cuando encontremos los misiles, ustedes pueden regresar, de hecho ellos tienen barcos, tomen los barcos, les cubriremos y ustedes regresarán, no es necesario desperdiciar más tiempo cuando encontremos los misiles. Cambio.

– El alférez triste, preguntó:

– ¿Porque los 30?

¿Porque usted hará así?, ¡Yoanda quiere verle nuevamente!.

– ¡Estos hombres y yo no tenemos que regresar Martínez, ustedes, si, alguien debe contar la historia!.

– Estamos llegando próxima transmisión en 30 minutos, ¡fuera!.

La radio se apagó y todo el mundo quedó en silencio, el Alférez, respiró profundo.

– Prepárense, vamos lleven el equipo para la playa, lleven todo, esperemos el aviso.

Algunos soldados hicieron los cálculos,

– ¡Señor! ir hasta la Isla de las gaviotas son unos 30 minutos en bote, pero podemos llegar rápido si hacemos viajes más livianos.

– Viajes livianos 6 soldados por viaje, añadió Potter, ese es tiempo suficiente.

Mientras tanto en el cuartel 40 de la unidad, se estaba viendo todo, en drones, imágenes satelitales, el coronel Mauser estaba sentado con otros oficiales.

– ¿Que hace ese bote en la isla de las gaviotas?.

– ¡Son varios Señor!, reclamo el encargado de las imágenes satélites.

– ¡Veo que cambiaron los planes!. Enojado el comandante Pit pidió para hablar con él coronel Mauser.

– ¡Mauser, ese no era el plan que me contó usted!

– Lo sé Señor, ¡no entiendo porque cambiaron los planes!.

– ¡Solucione ahora!.

Temblando, Mauser estableció contacto con Ruan, la llamada se entrecortaba. En realidad Ruan, dio para el más despilfarrando soldado responder por el mientras reía con los demás a carcajadas.

– ¿Quien está hablando?. Preguntó enojado Mauser.

– El Mayor; se escuchó del otro lado de la radio.

– ¿El Mayor?, ¿Que mayor?.

– ¡No se escuchaba sus lloros Coronel!, Cambio.

– ¡Pedazo de patético!, ¡quiero hablar con él comandante!, ¡Quiero hablar con él!.

– No puedo Mauser, ¡lo sabes bien, no tenemos tiempo!.

– ¡Calleseeee!. Gritó desesperando Mauser y asustó a todo el mundo dentro de la base, sus gritos de rabia le dieron una gran jaqueca, dio puñetazos en la pared. Enojado cortó la llamada, salió de la oficina y el capitán tomó la comunicación.

– ¿Pueden pasarme con el comandante?.

De fondo se escuchaba ruidos de trotes, había conversaciones, Ruan y su equipo Estaban preparándose para unos cuantos kilómetros de las más oscuras aguas al Este de las islas.

– ¡Una vez más no!

– ¿Quién está hablando, identifíquese. El capitán ya estaba sudando de tanta rabia.

– ¡Su madre!,

La última voz en decir eso, fue en efecto la del general, agarró la radio satelital y la tiró al mar.

– ¡Bien Señores en 5 minutos debemos estar en el mar!, no sabemos realmente si hay túneles o no en esa isla, vamos allá, nos ocultamos tomamos la situación y llamamos a los otros.

– ¡Si Señor!.

– Todo está listo aquí Señor, volaremos toda esa Isla jajaja…

– ¡Señores, no saldremos, pero ellos tampoco!.

– Estamos listos Señor.

Los 30 equipados con armamentos y equipos acuáticos, se colocaron las máscaras de oxígeno, Ruan también.

– ,¡Vamos!, Esa fue la orden y se lanzaron al mar.

Ruan fue el último, llamó la radio

– ¡Martínez, Cambio!

Martínez estaba con su pelotón listo,

– ¿Señor?

– Pueden venir a la Isla Gaviota, estamos llendo al objetivo. Luego se Escucho estática y nada más.

– ¡Lo escucharon Señores!, 6 a la ves, ¡vamos!.

Los primeros en llegar a la Isla, vieron la bandera del pelotón de Ruan clavada en lo alto de las rocas, sus ropas dejaron al rededor, escrito en la playa, “vencer o morir” la frase parecía describir todo.

CAPÍTULO 7

“Salve estos hombres”

Los botes iban y regresaban a la playa llevando 6 soldados a la vez, mientras tanto en camino al objetivo Ruan y los de él estaban tanteando el estrecho y oscuro camino de aguas oscuras, frías y profundas al Este de la maldita Isla llena de enemigos desprevenidos.

Las horas pasaban y los botes impacientes iban desde las montañas hasta la Isla, de hecho la montañas de entrenamiento no estaba lejos de la Isla gaviotas, habían ido unos cuantos kilómetros en camión, luego una balsa militar los llevó hasta esa Isla montañosa y allí habían estado un mes.

Impacientes Máuser y el capitán Miraban con los demás los botes llendo y viniendo con equipos y hombres, mandaron otros drones también para la Isla enemiga, todos estava como en los últimos días, aumento de patrullas, misiles ocultos, defensas al rededor de la Isla y posiblemente radares para detectar aviones, no obstante no tenían nada que pudiese detectar a Ruan y sus hombres por la agua oscura y fría. No siquiera el drone podía saber que pasaba debajo de esas aguas.

Pasaron horas y horas, la luna comenzó a salir en un cielo estrellado, cuando por sorpresa se vió una bengala en la Isla, Potter alarmado, apuntó para la isla.

– ¿Que es eso?

Los tres pelotones de la Isla Gaviota estaban asustados,

– ¿Les descubrieron?.

– ¡Espero que no!, suplicó Sans.

Estaban atentos a la radio que no daba señal de vida. Casi al momento una segunda y una tercera bengala subía el cielo, el drone pasaba nuevamente imágenes de la Isla, por algún motivo la Isla enemiga estaba sin luz, ellos estaban intentando con motores alumbrar la Isla.

En ese momento se escuchó por la radio

– ¿Despejado ahí?

Un poco más lejos por la distancia.

– ¡Si, Señor despejado!.

– ¡Bajen todo!; el susurro era de Ruan.

– Llegamos, Cambio, hay túneles y no hay nadie, y también ya están desplegados mis hombres en las entradas, Cambio.

– ¿Vamos Señor?, preguntó Martínez, colocándose las máscaras.

– ¡Si!, los propulsores están regresando, ellos memorizaron las rutas

– Ok

– Tenemos poco tiempo, ¡vamos!

Se cortó la llamada Para cuando el alférez colocó sus pies en las cavernas de la Isla enemiga, una gran detonación se escuchó, no vió al comandante.

– ¡Soldado! ¿donde Está Ruan?.

– ¡Señor!, él avanzó con unos pocos, cubra esta posición, devo ir donde está él.

De inmediato el restante de los 30 del comandante se alejó por la selva.

– ¡Vamos!. Gritó Sans. Al salir por el agujero de la caverna, que parecía una galería, vió a lo lejos, lo que parecía la base enemiga volando por los aires, claramente Ruan hizo aquello.

La alarma comenzó a gritar y varios enemigos con poca agilidad comenzaron a disparar al oscuro monte, Mauser se incomodaba en su cilla viendo aquello, fuego y tiroteo, el drone estaba captando lo que para nada tenía efecto sorpresa.

Los últimos hombres salían del agua, cuando una ráfaga entró por la caverna y las balas rebotaron, cayó muerto el soldado que cuidaba la puerta.

– ¡Cuidado!. Gritó uno y sacó su fusil y comenzó a disparar para un pequeño pelotón, ello querían tapar la salida del túnel, pero al traer granadas volaron en pedazos.

Mientras tanto, caminando rápido el Alférez y sus hombres, vieron en un camino de arbustos muertos amontonados, allá un poco lejos identificó al general.

– ¡Vamos!, ¡vamos, acaben con esos bastardos!.

Decía el viejo agachado al mismo tiempo que descargaba su arma contra las tiendas llenas de soldados enemigos, pasaron corriendo varios del pelotón de él, quemando todo.

– ¡Lanzallamas!, ¡los lanzallamas!, gritaban los terroristas y caían de inmediato.

– ¡Sans!, ¡Sans!, gritó Potter. tenía una bala en la pierna y esta a perdiendo mucha Sangre.

– Lleve mis hombres a la playa, ¡rápido!

– ¡Vamos todos Potter!.

Sans, acababa de arrojar una Granada debajo de un camión con una metralleta y voló por los aires.

– ¡Avancen!; gritó un soldado y cayó muerto.

– ¡Sniper!, gritó Ruan y salto detrás de una piedra, por poco y muere, la bala repicó detrás de él, varios del peloton se tiraron a tierra boca abajo.

– ¡No lo veo!, ¿dónde?, ¿dónde?.

Desesperado Ruan agachado tomó un camino, el de la derecha, Martínez con sus hombres y Sans con algunos de él, se escabulleron sin hacer ruido, pero encontraron un pelotón enemigo que planeaba rodear los muchachos de Ruan, hizo una señal rápida con sus manos. Como centellas las balas aniquilaron aquellos hombres, uno escapó y le perdieron el rastro, Alph, se agachó por debajo de un camión, vio al franco tirador, que al descuidarse, dejó caer la colilla del cigarro al suelo.

– ¡Es mio!, susurró Alph, el Sniper del pelotón Alfa y con rapidez disparó a la silueta del oscuro árbol.

Un remolino en el copete de la palmera y el cuerpo sin vida calló al suelo.

– ¡Bien!, ¡bien pegado!, gritó Ruan, tomó el resto de sus hombres, salió agazapado por el costado hacia las torres de mando.

Eran las 4 de la mañana,muchos estaban atormentados gritando, otros entre ellos se aniquilaron heridos, Mauser sudaba frío en la cilla, Osvan deseaba estar allí para apoyar a aquellos hombres.

Los gritos y disparos, parecían incendiar el aire, había uma tropa pequeña disparando una metralladora, causó bajas para Sans, y la herida de Potter, pero un valiente del grupo de Sans, pasó toda la noche arrastrándose suavemente hasta arrojarse como fiera en ese buraco con los demás y tenia en su manos una Granada que al abrirse por no tener más vida explotó, nadie se escapó de allí.

Martínez, estaba com parte de su grupo, detrás de unos árboles, el radio estaba quebrada, y quien la llevaba murió sentado contra un árbol.

– ¡No tengo como comunicarme!

– ¿Donde están los de Ruan?

– ¡Miren!; gritó uno de los de él, con asombro están viendo la puerta de la base, a medio kilómetro llena de fuego y allá Ruan estaba, al parecer con sus hombres luchando cuerpo a cuerpo. Las balas estaban agotándose y guardaban para el final, así que con cuchillos y palos peleaban contra el enemigo que asustado vieron la tropa de Ruan; tales hombres daban una impresión de odio temible, tanto así que los terroristas huyeron de su base.

– ¡No podemos ayudarle Señor!, – ¡debemos seguir y acabar con el nido de metralletas!, reclamó un soldado.

– ¡Abajo!.

Gritó el sabio soldado y cayó muerto, una patrulla comenzó un fuego terrible contra los de Potter.

– ¡Acaben con ellos!.

Potter, se dejó caer por un barranco y sus hombres retrocedieron, los Hombres de Sans, sacaron los lanza granadas y fue fuego y más fuego, Ruan habría dicho que eso significaría morir todos, pero eran tantos los enemigos que Sans dio órdenes contrarias a las órdenes de Ruan.

– ¡Fuego!; gritó Sans, las granadas volaron hasta cerca de donde estaba Ruan y sus hombres, volaron parte de una pequeña base.

Ruan se tiró al suelo y gritó

– ¡Alto al fuego!. Ahí están los juguetes ¡maldito Sans eres un Tonto!.

– ¡Sans, Sans! ¡ordena que paren!, eso fue suficiente.

Sans, ordenó parar y con sus hombres avanzó por el bosque todo quemado.

-¿Ruan es usted Señor?

Ruan salió del humo con algunos de él, cargando su arma y con un palillo en la boca.

– ¡Si Sans!, soy yo, – ¿Donde está Martínez?.

– ¡Señor esta allá!; apuntando con su arma el oscuro monte lleno de humo y olor a fuego y pólvora.

-¡Saque a todos!, encontramos los misiles.

Al acabar de decir esto una balacera cayó sobre su tropa y todos a tierra, comenzaron a caer de a uno.

– ¡Corrraaaaa!. Gritó Ruan disparando contra una patrulla y con sus hombres intentó detenerlos

– ¡No!, ¡no pienso dejarle!.

– ¡Salve estos hombres!.

al instante se levantó y avanzo con 5 que quedaban, levantaron una tapa de hierro y de cabeza entraron para dentro. La escotilla se cerró y que había dentro Sans supone que fueron los misiles.

CAPÍTULO 8

“Vamos”

Sans corrió, Potter estaba em la playa, disparando con sus hombres, contra las torres, el cielo estaba lleno de humo y el bosque lleno de muertos y heridos.

– ¡Vamos!. Gritó Martínez y con sus hombres comenzaron a cubrir a Potter, mientras este y sus hombres empujaban al agua los barcos.

– ¡Ah!. Gritó Potter y calló arrodillado.

– ¡Me dieron!; en su espalda comenzó a aparecer una nube roja que se agrandaba.

– ¡Potter está herido Sans!, ¡cúbreme!.

Los enemigos avanzaban contra la playa, de ambos lados caían, el jóven que apoyara el plan del comandante cayó al recibir un disparo en el pecho, con el cayó otro también y fueron rechazados, en la playa, Sans, hacia tiempo lanzando granadas

– ¡Vamos, a los barcos!, gritó Sans, tomó a Potter en los hombros y lo metió en el barco que resistía las balas, las cuales rebotando caían lejos en el agua.

– ¡Ahhh!. Potter se quejaba del dolor.

– ¡Médico!, ¡médico!.

Los barcos estaban alejándose de la playa, las balas saltaban y todos agachado disparaban casi ya sin efecto. Los barcos eran blindados y estaban resistiendo las balas de las torres.

Desconsolado y con pena, Martínez miraba la Isla, estaba apavorado, fuego corría por el campo, vio los hombres de la playa que regresaban a la Isla y reían pensando que el plan del escuadrón Águila había fracasado.

– ¡Ruan!….. ¿donde estás?, reclamó Martínez mientras presionaba la herida de uno de los de él, la sangre salía a borbotones.

Mientras tanto, Ruan, colocó un temporizador, sus hombres estaban corriendo para las entradas de la cueva, 5 misiles nucleares, estaban apuntando el cielo.

– ¡El radio soldado!, gritó Ruan.

– ¡Aquí Señor!.

– Ruan al aire me ¿copia?

De un salto Sans tomó la radio.

– ¡Le copiamos Señor!, – ¡Estamos cerca!.

– ¡No Sans!, todo va a volar, ¡váyansen o morirán fritos!

– ¡Ahí vienen Señor!; se escuchó a través de la radio.

– ¡Disparen!, ¡estamos sin balas!. Ruidos de piedras y personas corriendo, también se escuchó un grito de fondo.

-¡Ahhhh!.

La radio se cortó, todos se entristecieron, Sans miró el agua con un fuerte deseo de lanzarse y nadar hasta la Isla. Martínez cumpliendo la orden del comandante ordenó acelerar la marcha para la Isla Gaviota.

Ruan sacó su pistola y comenzó a disparar al enemigo, uno a uno, sus hombres comenzaron a caer a tierra, en su mente ya tenía una imagen de lo que acontecerá, ¿será que voy a morir de verdad?, esa pregunta apareció en su mente al ver que lo estaban acorralando.

– ¡Ruan!; gritó uno, – ¡detrás de usted!. El soldado caído en el suelo acababa de avisarle en el último suspiro. Bueno fue tarde, y demasiado rápido una bala le atravesó el pulmón, cuando lo hizo

Ruan cayó de costado. Y vio como sus hombres caían llevándose consigo a otros, con su mano temblorosa y con esfuerzo sacó el pequeño libro que su esposa había colocado en el bolsillo del pecho.

– ¡Oh Yoanda!….. susurró bajito.

Sus cabellos blancos y sus ojos oscuros se estaban apagando. Ya no podía ni siquiera abrir el libro, prefirió dejarlo caer ensangrentado en la tierra divisó la costa de Siria, vió antiguos amigos de combate, vió su familia, la cocina que faltaba por arreglar, vió la bandera que el mismo dejó clavada en la playa y pareció ver a Martínez a salvo en la isla, su propia sangre saliendo a borbotones.

– ¡Que gracioso Ruan!, ¡que gracioso!, Fue lo último que dijo.

Llegaron a la Isla de las gaviotas, había 2 helicópteros, Asombrados corrieron los rescatistas.

– ¡Los barcos! gritó Mauser, y lagrimeo al no ver entre los moribundos a Ruan.

– ¿Donde esta Ruan?. Pregunto Osvan, sacando a los heridos con esfuerzo.

En ese momento justo cuando el sol salía por el horizonte, se escuchó un estruendo tremendo. La isla se lleno de fuego y una nube enorme subió al cielo, la Isla desapareció del mapa y el agua se movió viole talmente con una onda que azotó la isla gaviota haciendo flamear la bandera clavada y los árboles se sacudieron también.

Los hombres comprendieron todo. Martínez, Osvan, Potter,Sans, Mauser y los demás, se pararon firme.

– ¡Saludo militar!. Se escuchó fuerte y miraron la bandera del escuadrón, mientras tanto la Isla no dejaba de soltar un olor a piedras quemadas, hasta el propio sol lloró y nadie jamás supo quién causó esa detonación, sólo los que sobrevivieron.

Regresaron a casa, y sin coraje visitaron a Yoanda quien abrió la puerta como si ya adivinase lo que estaba aconteciendo. No lloró, ella simplemente se dejó caer en el sillón, sus hijos y nietos, vieron los 3 uniformados. Supieron al instante que Ruan no estaría entre ellos, llanto y dolor desgarrador enpregno el aire todo de la sala.

Sans, Martínez y Potter que quedó incapacitado y en cillas de ruedas, en silencio salieron de la sala, mirándose entre ellos, subieron al auto y lentamente se alejaron de la casa de Ruan.

Los años pasaron, nadie recordó aquel momento, nadie sabe que aconteció, todo secreto, todo oculto, solamente el escuadrón Águila que ahora, 20 años después, desfilan todos los 14 de Agosto enfrente a la plaza de armas. más y más hacían parte de aquel escuadrón que pasó a ser uno de los más reconocidos. Más voluntarios visten el verde y negro uniforme de combate.

Sans se fue, y Potter también, solamente con 66 años, estaba el viejo Martínez en su ventana, en una noche estrellada, pensando en el pasado y preguntándose ¿porque estoy aquí todavía?, recordando aquel fatídico día, dejó caer algunas lágrimas en la alcoba de su despacho. Ahora con 4 estrellas en el hombro, había decretado en honor a Ruan, todos los que desfilasen enfrente a la bandera del escuadrón, deberían llevar un palillo en la boca y escuchar callados la marcha del silencio. Allí en esa noche, pareció ver a Ruan, con su boina roja, sonriéndole y gritando fuerte:

– “No veo al águila, “no lo veo”.

Algo que nadie puede responder es que justamente todos los días bien antes de todos los soldados estar en pie, un palillo aparece siempre, encima de la piedra debajo de la bandera, siempre bromean diciendo:

– ¡Ese viejo testarudo!; ¡cuida de nuestra base!. De ahí la famosa frase:

“En esta base no vemos el aguila”

Fin

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