No quedarse, no permanecer.

Siento que no quedo en nadie. Como si durara poco, pasara rápido, como si no me contuvieran. Trato de instalarme para por lo menos ser un recuerdo, pero siento que todo va deprisa, y que mis dardos pasan por los lados de la presa sin tocarla, y esta ni siquiera supo, ni sabrá que yo quería tenerla. Siento que no me quedo, que nadie me retiene ni me sostiene, ni con aliento ni con las manos, ni con tiempo, ni con cemento; no me quedo, y siento que no me siento viejo en los otros, soy la cara nueva, el visitante eterno, el que está siempre dos pasos lejos, el que nunca sabe nada con certeza, el que ve todo desde los costados, desde los rincones, y desde lejos; por encima de hombro y del hambre; no me quedo, no me quedan, y ese incesante no estar me llena de los demás, me llena del otro donde quiero estar, donde quiero quedarme como un accidente lindo de algo que se tiene que ir pero que no dejan marchar; pero no, yo me marcho y me dejan ir, yo me despido y se despiden, yo me largo y me largan, me desinstalo, y el viento feroz se lleva las migajas que han quedado de mí, y mi recuerdo no es un recuerdo, sino un presentimiento de formalidad, una cortesía con lo distinguido, pero distinguir no es conocer, así como opinar tampoco lo es, como amar no es querer, como instalarse no es quedarse, visitar no es permanecer, escribir, como en éste momento, no es necesariamente tener quien te vaya a leer.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS