No me resignaré nunca

No me resignaré nunca

A Olivia Becher

16/07/2020

Y ahí estaba ella, sentada, esperando como cada tarde que el reloj marcara las 20h. Por más vueltas que le daba no alcanzaba a comprender en qué momento su vida se había vuelto así de rutinaria. No la malinterpretéis, es feliz. Sus seres queridos gozan de buena salud, vive en un lugar maravilloso que comparte con sus cuatros perros y su novio, al que adora y con el que tiene previsto casarse en unos meses, tiene un trabajo apacible con el que disfruta y aprende… En general, todo le va bien, se siente bien. Pero en fuero interno su alma clama por algo más, y ella lo sabe. Consigue acallar esa poderosa voz a veces, pero siempre termina por resonar de nuevo, como un pitido incesante y molesto en el oído.

De pequeña soñaba con su futuro. Soñaba con ser arqueóloga o bióloga, algo emocionante que la llevara lejos, a los confines del mundo. Quería verlo todo, vivir aventuras, conocer otras culturas y a todo tipo de gentes. Soñaba con un futuro de película, como todos, imagina. Pero apareció la vida y la madurez, y todo lo que trae consigo. Responsabilidades, obligaciones, dinero, dinero, dinero.

Y a sus 28 años aún no entiende porque la edad adulta actúa de esa manera, porque tiene ese efecto sobre las personas, aplastando sueños, cambiando realidades. En qué momento un número dictaminó sentencia sobre el resto de su vida. «Déjate de tonterías y estudia algo útil», comenzó a oír a sus 16 o 17. «Ya tendrás tiempo para viajar, ahora tienes que estudiar», empezó a escuchar con 18. «Tienes que buscar un buen trabajo y ahorrar para ser independiente», tocaba con veintipico ¿¿Independiente para qué??

Ai… Si ellos supieran… Si supieran que a pesar de tenerlo todo, le falta tanto. Si supieran cuánto anhela algo distinto. Si fueran conscientes de la intensa y creciente necesidad que padece de cambiar, de hacer todo cuanto le han dicho que no debe hacer…

Ama su vida, pero quiere más, necesita más. Quiere viajar y enriquecer su alma, quiere descubrir nuevos mundos, y quiere escribir sobre todo ello. QUIERE ESCRIBIR, y no sabe cómo hacerlo. Y cada vez que estos pensamientos la abruman, resuenan en su cabeza las palabras de Harry Quebert a su pupilo: «No me resignaré nunca» 

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