No le cuentes a nadie

que una noche de luna,

el fulgor de una estrella

te alumbró el corazón.

Y de lo más profundo,

del fondo de tu pecho

brotó una fuerza inmensa

de alegría y pasión.

No le cuentes a nadie

que a partir de ese instante

apareció un camino

que nadie te mostró.

Y encendiendo la llama

que porta el caminante

se inició tu destino

de gran conquistador.

No le cuentes a nadie

que buscando el tesoro

de tierra prometida,

de paz y bendición,

te enfrentaste con miedo

a terribles peligros

de los cuales, airoso,

saliste vencedor.

No le cuentes a nadie

que obtuviste la llave

que abre ese tesoro

que Dios te prometió.

Porque nadie creería

que la puerta más fuerte

cede ante la sublime

presencia del amor.

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