NO ES COMO DEBERÍA SER

NO ES COMO DEBERÍA SER

Hurith Armenta

08/04/2019

Ese día era diferente, el clima se había vuelto loco; en esa época del año no debería haber tanta lluvia, sin embargo ésta se presentaba todos los días, lo que solía ponerme un poco nostálgica.

Por aquel tiempo ya no asistía a clase, por dos razones: porque no tenía ganas de lidiar con la rutina escolar y la gente, que realmente me ponía de malas, y por sugerencia de mis amigas, Paola y Marina, a quienes tenía poco tiempo de conocer, pero que, sin duda, se habían vuelto indispensables para mí.

Estaba sentada con Marina y Pao en el jardín de la escuela; Paola leía Crimen y castigo, mi libro favorito; decía que yo se lo había recomendado, aunque no recuerdo cuándo fue, pero me agradaba que le hubiera gustado.

Marina escuchaba Disculpa los malos pensamientos de Panda, mi canción favorita; también decía que yo se la había recomendado.

Yo, como de costumbre, lo observaba a él: alto, delgado, piel morena y con un cabello castaño rizado que tanto me gustaba acariciar.

– ¿Ya estás viéndolo otra vez? – dijo Marina algo enojada.

– Sí, al no poder hablarle lo único que puedo hacer es observarlo – le contesté, un poco cortante porque ya sabía que se aproximaba un regaño de su parte. A veces parecía mi mamá, no, peor, una novia celosa.

Me das tanta pena – contestó.

– ¡Marina, no empieces! – dijo Paola – ella no tiene la culpa de todo, de su accidente y de, bueno de…

-Sí, no tiene la culpa, pero aun así no puede estar actuando como una tonta; él no la quiere, la ignora, y…

– Y nada, ¡Déjala y punto!

– No, ya me tiene fastidiada, creo que ya es hora de ponerle un alto a todo esto. Mira Ari…

Antes de que pudiera decirme algo más Paola la agarró bruscamente de la mano y se la llevó lejos, a un lugar bastante apartado de donde yo estaba; eso me molestó un poco, me molestaba la idea de que entre ellas hubiera un secreto del que yo no estaba enterada.

Ellas discutían mientras yo seguía observando a Jorge. Luego de un rato Pao se sentó a mí lado; Marina se mantuvo alejada.

-Querida Ari, hemos discutido Marina y yo tu problema con Jorge, y hemos llegado a la conclusión de que es necesario que sepas la razón por la cual él te ignora.

En ese instante, a mi lado, pasó un amigo de Jorge, el cual me volteo a ver de una manera extraña.

Como seguramente recuerdas, hace poco estuviste en un hospital y… Bueno eso fue porque tuviste un accidente. Tú y Jorge iban juntos en carro. En ese tiempo yo no te conocía pero las personas cuentan que el auto volcó porque se quedó sin frenos, ambos fueron trasladados al hospital y…

Volteó a ver a Marina y luego continuó explicándome. Ella realmente se encontraba muy nerviosa.

– Tú afortunadamente lograste salir con vida, pero… sé que esto sonará raro y tal vez una locura, pero… ¡Qué difícil es esto!- exclamó- Jorge no logró sobrevivir y si lo ves es porque tú aún te aferras a su recuerdo. – Esto último me lo dijo tan rápido que apenas y pude comprenderlo.

Tarde un poco en asimilar lo que me había escuchado y realmente me resultaba tan falso que no pude evitar soltar una carcajada.

¿Qué? ¡No lo puedo creer! ¡Esta vez sí se han pasado! Creo que tendrán que inventar una mejor excusa para que yo deje de pensar en él, pero igual gracias por su preocupación – Estaba molesta, esas dos sí que se habían pasado de la raya.

Ari, lo que te digo es verdad, piénsalo bien, analiza bien todo: ¿por qué alguien que te quiere te ignoraría?

-Hay una manera de que te convenzas de que lo que Pao y yo decimos es cierto – dijo Marina, quien sin lo notara se había acercado a nosotras – lo he planeado yo, pero Pao está de acuerdo conmigo ¿No es así?

Volteó a ver a Pao, quien asintió.

-Cabe aclarar que no estás obligada a hacerlo, pero nos gustaría que te animaras porque somos tus amigas y no nos gusta verte así.

-Creo que ustedes están algo loquitas, pero vale, díganme qué es eso que se les ocurrió- En realidad estaba molesta con su actitud, pero no tenía otra opción que seguirles el juego.

– ¡Ay mi querida Ari, si supieras!… Pero aprovechando que sientes curiosidad te lo diré, ¿estás lista?

Sí – respondí desafiante. No podía dejar que Marina me venciera en este estúpido juego, porque, sin duda, ella era la artífice de todo esto.

Marina metió la mano a su bolso y sacó una pistola; yo no podía dar crédito a lo que estaban viendo mis ojos, aunque tengo que admitir que una parte de mi intuyó desde un principio qué era lo que ellas querían que hiciera.

Al ver que no respondí nada Marina volvió a hablar.

-¿Y bien? Sólo te doy un minuto para que lo pienses, no más.

¡Están locas! ¡¿Cómo me piden que haga eso?! ¡No puedo matarlo, eso sería un crimen! ¡Definitivamente están locas!- grite desesperada.

¡Cálmate! Escúchame bien – trató de tranquilizarme Pao, que había estado callada todo este tiempo – Yo nunca te pediría que hicieras algo malo, pero es que ya no aguantamos está situación, ver cómo te destruyes y le dedicas tanto tiempo a un hombre que no existe y a nosotras tus amigas, que estamos incondicionalmente para ti, nos haces a un lado.

Sólo te pedimos que hagas esto para que te convenzas de que él no es real; no pasara nada ya verás, no puedes matar algo que no existe, confía en mí, ¿soy tu amiga no?- dijo Marina.

Acto seguido me puso la pistola en las manos y yo, aún desconcertada, la tomé.

Hazlo, es fácil, sólo dispara y ya. Verás cómo te sentirás mejor después de haberlo hecho – insistió Marina.

Tardé mucho tiempo en decidirme si sí hacerlo o no, una parte de mi les creía, pero la otra no caía en cuenta de que él realmente no existiera, ¿en realidad estaba muerto? ¿Era verdad que el hombre que estaba viendo frente a mí era sólo una ilusión?

Marina y Pao se alejaron de mí, dándome el espacio suficiente para pensar. Ambas estaban muy impacientes y de vez en cuando me volteaban a ver, pero seguían si acercarse.

Les di la espalda, quería pensar bien las cosas, y verlas me lo complicaba bastante. Sentí un pequeño empujón en mi espalda, no volteé a ver quién era, pero supongo era una de ellas, que me animaba a hacer lo que me habían pedido.

Empecé a caminar hacia donde él se encontraba, aunque aún no había tomado una decisión.

Conforme iba avanzando, Marina, que caminaba a mi lado, iba tratando de convencerme, diciéndome que con esto me sentiría mejor, que al fin me sentiría aliviada, que borrar su recuerdo era lo mejor que podía hacer y así vivir felizmente junto a ellas.

De pronto sentí la necesidad de hacerlo, de dispararle, de convencerme a mí misma que era un mal recuerdo, una alucinación. Sentí la necesidad de sacarlo de mi mente. La cabeza me daba vueltas, me dolía mucho. “Él no es real” me repetía a misma.

Por fin llegué hacia donde él estaba.

Todo pasó en un instante. Justo cuando estaba jalando el gatillo pude notar que el amigo de Jorge se acercaba a mí de manera desesperada, como si intentara detenerme; se lanzó sobre mí, pero era demasiado tarde, yo ya había disparado.

Quedé aturdida por el golpe, pero en cuanto me recuperé logre notar que alguien me tenía sujetada y me rodeaba con sus brazos, que había mucha gente alrededor de la persona a la que había disparado.

Todo era confuso.

Yo trataba de zafarme, pero no lo lograba, así que busqué a Marina y Pao con la mirada para que me ayudaran. Cuando al fin las encontré, Pao, que se encontraba a muchos metros de distancia de mí, sólo se limitó a sonreír y a guiñarme el ojo, enseguida se dio vuelta y se fue; mientras que Marina se acercaba ignorando a quien me tenía sujetada, y quien parecía no verla.

Cuando por fin estuvo cerca me dijo al oído:

– Pobre Ilusa, ¿ves toda esa sangre? Acabas de asesinarlo, pero, ¿se lo merecía no? Robarnos tu atención de esa manera es imperdonable.

– ¡¿Qué han hecho?! ¡¿Qué hemos hecho?! ¡Nos encerrarán!- Le contesté aturdida; aún me encontraba confundida.

¿Qué hemos hecho? Qué has hecho tú querida. Eres una loca asesina, te encerrarán por mucho tiempo. Pao y yo… ella y yo sólo existimos para ti, los demás no pueden vernos; ese siempre ha sido nuestro pequeño secreto. Pero ambas estamos dispuestas a acompañarte en la cárcel o al manicomio, a donde sea que te manden, claro si tú quieres.

– ¡No, no, no! – yo gritaba, trataba de no escucharla.

– Como quieras, pero, ¿no te parece que con nosotras eres más feliz?

Perdí el conocimiento.

Cuando desperté pude recordar todo: en qué tipo de hospital había estado encerrada, que Jorge y yo nunca habíamos tenido un accidente, que él era real y que si últimamente me ignoraba era porque seguramente me tenía… ¿Miedo? ¿A mí? ¡Maldito!

Marina tenía razón, es mejor una vida con ellas que con él.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS