Jiménez Peña Ana Karen. 402.

No.

Tumbada en la cama, muerta de miedo, viéndolo acercarse a mi y pensando claramente que el tener las mejores intenciones de protegerme no estaban dentro de sus planes en este momento. No se en que pensar, o bueno si, ciertamente hay mucho en que pensar, centro mi atención en su mirada fría, no hay nada dentro más que las perturbadoras ideas que corren por su mente, que han corrido desde hace mucho, mucho tiempo atrás, y las que claramente hubiera notado si no hubiera estado tan distraída, poniéndole atención al color de sus ojos, a lo largas que eran sus pestañas, a dedicarme prácticamente a contar cada una de ellas, verlo moverse de aquí para allá a lo largo de la pequeña escuela en la que ambos estamos estudiando, creyendo que siquiera volteaba a verme, no, en ese momento no lo hacía, no se cuando empecé a sentirme atraída hacia él, solo se que pasó, y digo atraída y no enamorada, por que no era amor, era estupidez, así me siento en este momento, al abrir los ojos, al darme cuenta lo que pretendía desde el principio.

Invaden mi mente pensamientos, ideas, recuerdos de las señales que tuve, que me hubieran impedido llegar hasta aquí, como cuando me decía que nos viéramos fuera de la escuela, donde no nos viera su actual novia besarnos, cuando me tomaba de la mano mientras nadie miraba y al darse la vuelta alguien la soltaba de repente, a cuando me acostumbre a todo, a ser esto, lo que soy, a lo que lo he dejado.

Sigo temblando, un escalofrío recorre todo mi cuerpo, haciendo que se me ericé la piel, haciéndome escuchar a gritos y por encima de todos esos pensamientos la palabra no, para decirla, pero no, no puedo, suena sencillo ¿no? Decir no, claro que lo es pero ahora no puedo ¿Por qué no puedo? Si es lo que mas deseo, decirle no.

Decirle no, por primera vez, ¿esto es un delito no? Si no logro decírselo, y se sale con la suya ¿puedo acusarlo? Pero, yo tengo la culpa por dejarlo, que tal y el lo dice, que tal y dice todo lo que he hecho con tal de complacerlo, sería una vergüenza, el hazme reír de todos, al final de cuentas a los hombres no se les culpa por algo así, no aquí, siempre será culpa mía ante los ojos de todos.

Antes de poder seguir pensando más sobre las distracciones que tuve se abalanzó sobre mi queriendo tocar todo, yo estaba paralizada, me gustaba, mucho, pero ni siquiera se si corresponderlo o no, solo se que no quiero esto, no. No puedo mas, me doy por vencida, se que es el final, se que lo ocasione, se que todo esto fue por no estar atenta, siento ya como las lágrimas se apoderan de mi y a pesar de no poder hacer que se escuche algo tan sencillo como un no si se escuchan mis jadeos al suspirar por el dolor.

Se alejó, me miró, y abrí los ojos como pude aunque estaban inundados por las lágrimas que derramaban

  • Vete, antes de que cambie de opinión – dijo con una cara de frustración y fastidio.

No se como estoy caminando, ahora corriendo y ya he salido de su casa, sin acabar el trabajo en quipo que debíamos hacer para la vieja maestra Georgina de español. Solo pienso en eso, no me da ni tiempo de reaccionar ante lo sucedido, supongo que he tendió suerte ¿no?

Mi día transcurrió normal, al llegar en la tarde a clases como era de esperarse no me dirigió la palabra y yo estuve como si fuera muda todo el día evadiendo las preguntas de las personas que supuestamente se preocupan por ti, llegué a mi casa, ¿le diré a mamá? No, no, mejor no a ella, mejor a nadie, comienzan a caer lágrimas de mis ojos, solo pensando en cómo no fui capaz de solo decir no, pensando en que tengo suerte, pensando en todo.

No fue una violación, no, no causa traumas ¿cierto? No, o ¿si?.

Han pasado 436 días desde que pasó, y todavía sueño con eso, aún sin poder decir no.

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