Ni para pedirte que me lleves de vuelta
a ese tiempo anterior a nuestro encuentro,
donde la calma era mi puerto seguro.
Pues, aunque volviera, seguiría perdido,
no en un mapa, sino en mi propio ser.
No perdí mi rumbo, sino mi equilibrio,
como nave a la deriva en alta mar,
zarandeado por olas de incertidumbre.
Y es que tu llegada, cual tormenta fugaz,
removió los cimientos de mi alma.
JTA.
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