Mundos que se comen mundos que se comen

Mundos que se comen mundos que se comen

Nano Manes

13/08/2020

Maxi tiene dos ojos verdes como aceitunas que se niega a abrir mientras remolonea en su cama un rato más. Los gritos de su madre desde el piso de abajo le llegan como cachetazos:
– «¡Dale Maxi que vas a perder el bondi (autobus) del colegio! ¡Arriba Maxi! ¡dale!
En un salto al vacío baja se su cama guiado por el aroma de las tostadas que llega desde la cocina. Sobre la mesa hay un paquete de forma cilíndrica envuelto en papel de regalo rojo con un moño amarillo.
– «¿Y esto?»
– «¡Ah! Es para vos, te lo trajo la tía Ester por tu cumpleaños. Dijo que la perdones porque no llegó a comprarte algo a tiempo la semana pasada… ¡buen, dale, apurate que llegás tarde!»
Maxi no escucha el final de la oración mientras abre el paquete y su excitación innunda la casa desde sus cimientos hasta su mismísimo tejado azul.
La casita es de cartón, de paredes blancas y tejas azules, y reposa sobre la falda de Sara que, sentada en el bondi (autobus) mira su reloj temiendo llegar tarde a la presentación de su maqueta. «Toda la vida estudiando piensa», porque si aprueba este examen se recibe de arquitecta y «después no voy a estudiar más», continúa su pensamiento. Salió corriendo de casa sin desayunar y el estómago le hace un ruido brutal cuando una niña sentada al lado suyo:
– «¿Es tuyo el juguete ese? ¿Puedo jugar?»
– «¡No hermosa! Disculpame, pero es que es un trabajo muy importante» – le responde Sara, pero lo que piensa es «si le pasa algo a la casita esta me muero» cuando el autobus frena de golpe y la maqueta vuela hacia el suelo desmembrándose en mil pedazos.
-«Este autobus es desarmable» – le dice el vendedor de la juguetería a Pedro.
– «¿Desarmable?»
– «Sí, significa que los niños pueden desarmarlo y armarlo. Hay que estudiar bien las instrucciones porque tiene muchísimas piezas, eso sí».
– «Ok, lo llevo ¿Me lo envolverías para regalo?»
Pedro sale de la juguetería tan apurado con los dos regalos que no se da cuenta que olvidó envolver uno de ellos. El de forma cilíndrica. Nunca tuvo uno de esos de pequeño, entonces, de pura intriga, agarra el caleidoscopio, apunta al sol y comienza a girarlo. Entre medio de los vidrios que destellan cientos de colores en sus pupilas logra distinguir a un niño abriendo dos ojos verdes como aceitunas. Mientras continúa su paso hacia el café, sin saber por qué, se pregunta si la realidad será el alimento de los sueños o si los sueños serán el alimento de la realidad. Y así, una vez más, continúa caminando sin ser conciente del milagro que acaba de presenciar.

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