Todos los seres humanos pasamos por etapas crudas y duras, que nos hacen cuestionarnos nuestra existencia y es que ¿qué le debemos a la vida para merecer tantas tristezas? ¿A lo mejor, es algún castigo por haber actuado mal? Jamás comprendemos el porqué de todo lo que nos pasa.
Y aquí viene mi madre un ejemplo de superación y sobre todo de valentía. Desde muy joven el trabajo se apoderó de ella y un embarazo a muy temprana edad, hizo que sus responsabilidades se triplicaran. Y es que todo se iba dando siempre con un conflicto tras otro. El parto no fue nada fácil, estuvo al borde de la muerte porque pasó ocho días en coma, el susto y la angustia se apoderó de la familia. Pero dentro de todo pudo conocerme al despertar del coma.
Sin duda parece que a veces la vida se ensaña con quienes no lo merecen o simplemente debemos buscar el mejor punto de vista y afrontarlo. Un día como cualquier otro, sus ojos empiezan a empañarse, a deteriorarse poco a poco, las dificultades para moverse en la noche empezaron a ser notorias, era muy joven y no podía disfrutar como toda persona de su edad. Una enfermedad había atacado su retina y sin duda era aquella enfermedad que le da a una de cada tres mil o cuatro mil personas, esa enfermedad que no tiene cura, que no hay esperanza para revertir los daños que ya se evidenciaba en su mirada. Y sí, ella es esa persona. Su campo visual se va deteriorando, necesita siempre un apoyo en la oscuridad, y su visión periférica es completamente nula. Sí, es una de aquellas enfermedades raras, que no tiene muchos estudios sobre su causa, pero que los efectos no remiten mucha esperanza. Todo es posible, quizá si hay suerte pueda mantener el poco porcentaje de visión que tiene o simplemente quedar en la completa ceguera. Su nombre es, Retinosis Pigmentaria. Y es que hasta que uno no lo vive, no lo comprende. Porque podemos escuchar que hay variedad de enfermedades todo el tiempo y no conocemos de ellas, pero cuando esta está en casa sin duda alguna toca nuestro corazón e intentamos investigar todo lo posible para poder sentir que ayudamos en algo.
Aunque, no todos comprenden esta situación e incluso se llega a tratar mal a la persona, porque tropieza, porque no saluda, porque quizá al momento que alguien se dirige a ella, ella, no se da cuenta. Y es que nadie comprenderá mejor su situación que los que convivimos con una persona en esas condiciones. Sin duda cada uno de nosotros es un mundo, y nunca sabemos lo que tienen que afrontar y lo que llevan dentro de sí.
Hoy, ya tiene 39 años, desde adolescente vive con este peso encima, pero no se derrumba, no se apaga, quizá sus ojos no ven lo mismo que hace años,pero créanme su corazón, su felicidad, su valentía, se mantiene intacta. Y es que no he visto mujer que se aferre tan fuerte a la vida y que sea implacable ante tan dura situación.
Sin duda como bien afirma Alejandro Jodorowsky: El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.
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