Muerte en las alturas

Muerte en las alturas

S. Crim

02/10/2020

La noche en este lugar del mundo, noches que en ocasiones es tan oscura o tan clara por la luna y estrellas, y esto en contraste con el frio perenne hacen del escenario mas lúgubre de lo habitual. Esas noches son las de la sierra sudamericana.

Llegamos ya con las ultimas energías de nuestras linternas, las pilas ya agotadas y magulladas, estaban a segundos de ser solo cilindros vacíos cargados de mercurio contaminante y peso muerto, tan muerto como… bueno es mejor dejarlo a “ellos” por el momento.

Encontramos unas casuchas abandonadas, las pocas piedras, palos y algo de paja, nos mantuvieron aislados del suelo escarchado por la helada. Tuvimos también suerte al encontrar en la parte posterior de estas rocas un pequeño cerco también hechas de piedras, seguramente para la ganadería del lugar. Acomodamos algunas rocas, y conseguimos cercarlas en su totalidad, aislamos ahí nuestros agotados caballos. Blue y yo nos retiramos a descansar…

Ahora mismo va amaneciendo aunque el frio nunca se iba en estos lugares.. al parecer Bil no logro aguantar la fiebre, lo noto por los sollozos de Jose y Manu, hermanos de Bil.

-Jose : ¡Vamos Bil, no nos dejes! ¡Aun te necesitamos!

-Manu: …

Manu con la mirada triste sostiene la mano de Bil, se despide entre suspiros.

Las palabras tristes de los hermanos, hacen que el grupo solloce y entristezca aun más, aunque en realidad y como me pongo a pensar, desde que comenzamos a huir de esos cuerpos tan hambrientos como apestados; no tuve tiempo de entristecer por las cosas que dejábamos atras.

Luego de intentar calentarnos y alimentarnos, las mochilas casi vacías nos instan a inhibirse a abrirlas. Blue sale a observar si algunos de “ellos” estuviesen a punto de juntarse, su salida me hizo recordar cómo eran “ellos”, son como malditos imanes que en cierta cantidad comienzan a ser peligrosos, algunas personas con las que teníamos contacto nos decían que si eran más de 5 ahí es cuando los problemas ocurren, comienzan a actuar y buscar con que alimentarse. Yo mismo nunca me hubiese puesto a contar u observarlos, solo quería estar tan lejos de «ellos» como mis caballos y piernas me permitiesen.

Elianna mi compañera de viaje, con sus 24 años y su bachillerato en ingeniería civil muestra también demasiado cansancio, sus pómulos que no hace un mes eran tan cálidos para dibujar esa sonrisa, que solamente las podía contener con una de sus manos; esos pómulos ya difusos para ese bello rostro, comenzaban a rajarse, el frio y sus vientos en estos lugares no le daban tregua, ni el mismo sol, este sol te calienta a un inicio pero después de 20 minutos a la intemperie lograba quemarte. Ella alcanza a abrazarme quizá buscando algo de calor.

Habiendo amanecido ya, salgo a ver si Blue necesitaba ayuda, salgo tambien a observar el lugar, mirando todo recién caigo que nos habíamos alojado en un templo antiguo, hecho no solo de piedras, también contenían el elemento común en estas zonas, el adobe que son ladrillos de barro y paja. Recordé en ese momento el lugar donde dormían los caballos, sali presuroso, aunque no con la sufiente para lograr llamar la atención de Jose ni las de Manuel, pero si captar la curiosidad de la pequeña Alea, hija de Jose; llego a ver como están nuestros rápidos amigos, aun dormían con el cuerpo y esa enorme cabeza cabizbaja, se despiertan y comienzan a consumir el poco pasto que encuentran en las columnas de ese cerco, aunque cuando los 12 caballos se mueven en su totalidad, hacen descubrir que no solo había caballos dormidos y cansados, había también uno de “esos” seres apestados.

Descubrí como también la pequeña Alea, que si “ellos” se encuentran solos, son solo estacas frías y apestosas (de acuerdo a la hora del día). Me quede mirando por largo rato. Solo cuando ese olor logra llegar a mis narices, recuerdo cuando comenzó todo, ese jodido día, que me habían encargado hacer un agujero para esconder la carne malograda de las ovejas. La maldita peste comenzaba a circular con mayor fuerza, ese olor nauseabundo hace que la pequeña se aleje rápido, mareada. Yo presuroso, me cercioro que solo sea uno, y efectivamente era solo “ese”, camino un poco por el lugar esquivando las rocas rectangulares que encuentro, no pueden ser mas de 10.

Caminando y evaluando el lugar, encuentro el caído ataúd que contenía su cuerpo, no soy forense para evaluar el tiempo que llevaba ahí, pero quizá hubiese sido al comienzo de todo esto, hace

como dos semanas…

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