Monólogo interior

Monólogo interior

Suena la música, el bajo está muy grave. Más grave está mi creatividad. Un tuerto ve con dificultad, por el intenso humo del incendio. Hay fuego en mi cerebro, una hoguera donde se están quemando las ideas.

—¡Para ya! ¡No quiero pensar!.

Mis pensamientos forman un cuadro abstracto producto del inconsciente. Diría Freud. Cierro los ojos y fijo mi mente en una zona oscura con tintes rojos. No puedo meditar. No puedo parar de pensar. Quiero dormir. Relajo mis músculos y me concentro en una zona de mi pensamiento. No estoy seguro de que el pensamiento tenga varias zonas pero las intuyo a modo de pisos en un edificio flotante sin columnas ni cimientos. Yo busco un piso vacío donde descansar y dejar de rumiar.

Sigue sonando la música. El bajo sigue grave. Yo sigo estando grave. mi creatividad debe de estar en la UCI.

—Quiero componer! ¡No! ¡Quiero dormir!

Tengo una guitarra a mano pero… no la sé tocar tiene muchas cuerdas y están cruzadas como si fuera el encordado de la raqueta de Carlitos. La rasgueo y suena como una caja de una batería, como una tarola que dirían los sudamericanos. “La tarola si, la tarola no..” No así no era: “La Tarara sí, la Tarara no. La Tarara, niña, que la he visto yo” un recuerdo de la infancia.

—¡Nada, que no dejo de pensar!

Me gustaría estar metido en un paisaje natural paradisíaco, me veo practicando la fotografía con mi móvil de novísima tecnología. Saco un par de fotos y ya no puedo hacer más, me sale un mensaje en la pantalla: “Rollo terminado, cambiar rollo”. Puede que el rollo se me haya acabado a mi y no al móvil. A ver si me duermo.

—Quiero escribir! ¡No! ¡Quiero dormir!

Igual sería bueno levantarme a escribir mi monólogo interior. No puedo dormir pero sí escribir.

Estoy escribiendo en un rollo de papel higiénico. El incendio del cerebro se apagó con el agua de un manantial por donde fluyen las ideas. Una tras otra, y tras otra una. Dos tuertos conectados pueden ver cómo se amontonan las ideas.

Continúo escribiendo en un rollo de papel higiénico… El papel se acaba. no puedo desperdiciar las ideas, aunque alguna sea basura. Busco un rotulador. Escribo por las paredes del cuarto de baño, por el suelo, sigo por el pasillo de la habitación. Escribo en las sábanas blancas. Quiero escribir en la funda de la almohada, pero no puedo porque está mi cabeza. La empujo con el rotulador y… me despierto.

Félix Luis Fuentes

21/04/2023

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