SUBLIME RESPIRAR

      Hoy me ha costado mucho mirarte a la cara. Y para ser más franco, tus ojos ya no me pintan lo mismo y no los he querido llevar al encuentro con los míos. Al fin y al cabo, uno sólo escucha lo que quiere escuchar y que de interpretaciones existen diversas cuando se es bien o mal tomado.

                                                                                               -*-

       Soy Julián, tengo 16 años, uso muy a menudo tenis blancos, pantalones de mezclilla y camisas siempre obscuras porque combinan con mis ojos, eso siempre me ha sabido decir bien mi fría madre. Aunque no hay madre mala, eso dicen. Pero ella insinuaba que el negro era mi color, de todas formas jamás entendí su referencia. A de haber sido tal vez por mi afición al crudo invierno. O por mi entrega total al Heavy metal, no lo sé. Y para no hacerlo tan repetitivo y aburrido, más de lo que llevo en vida, me le he hecho honores a ello agregando a mi guardarropa camisas de colores; colores obscuros. Quien entienda sabrá.

       A las dos de la tarde, he quedado para almorzar con Mónica. Iré por ella a la salida de sus clases de Oratoria. He pensado en comprarle una flor, o tal vez sólo un adorno de su comic favorito. Lo que venga primero.

       Mónica me tenía envuelto en locura. Podría donarle hasta un órgano mío si lo necesitase. Ella es tan inteligente, sublime, tan suavecita y llena de euforia al mismo tiempo. Adoro su sonrisa, los hoyuelos que le dibujan la misma, cómo viste, cómo acomoda sus cabellos mientras me habla. Y la verdad es que el mundo se me hace mudo. Yo sólo se percibirla todo el tiempo mientras ella sonríe y hace mímicas de las que no comprendo. Y sin embargo, eso me hace volar y entorpecer más de las veces. Aunque ella prontamente se ríe y me llama por tonto. Sé que todo marcha bien, pues lo soy.

        Hoy me siento de buen ánimo, no como ayer que casi ni almorcé. Traigo puesta mi camisa azul (azul oscuro). Me siento vivaracho. Pasé por la florería de la Señora Paty, aquella que conoce de mí desde los 11 años. Así que no dudé y me entrometí entre sus asuntos, para unas cuantas cuestiones:

  • ¡Buen día señora Paty! – Le dije fingiendo alevosía pero, en realidad, me sentía muy nervioso.

  • ¿Cómo estás muchacho pillo?, no te he visto por aquí hace más de 2 meses. De seguro quieres algo de propina. ¿Dime, ya no estás trabajando?

  • Seño Paty jaja. Perdone solo paso a saludarla, ¿Y es que acaso se piensa que no me acuerdo de usted?

  • Jajaja, te he visto mucho mejor otras veces muchachito. Espérame un momento.

      La seño Paty se dirige a su almacén, por lo cual yo aprovecho en coger aquella florecita de pétalos rosas mientras la envuelvo en mi pañoleta cuidadosamente. De pronto le hecho un grito:

  • ¡Estoy tarde! ¡Seño Paty, que vuelvo otro día, me gana el reloj!

       Nada me ganaba en ese instante pero, huir de ahí era mi único objetivo para que no viera la mínima fechoría que había hecho. “Por una florecita no iré a prisión”. Pensé. Tal vez ni se percate. ¿Qué daño podría hacer una flor menos o una más?

      Esa mañana caminé tanto que me dolían los talones, han de ser por los tenis nuevos.

       Me senté en la banqueta a esperar por Mónica, mi reloj marcó las 13 con 55. Y mientras observaba a las aves juguetear y sobrevolar varias veces, de entre en el fondo apareció Mónica. Mis ojos explotaron y mi sonrisa se multiplicaba más y más, claro que hacia adentro. No quería verme un loco, psicópata. Sentí nervios y un tanto de ansias locas que me burbujeaba por el cuerpo…

  • Hola Mónica.- (Me puse colorín de inmediato, a mis cortos 16 años no comprendía tanta belleza humana hecha mujer. Perfecta.)

  • Tonto, has venido por mi. ¿Y esperaste mucho?

Saqué de inmediato la pañoleta, la desenvolví y sin temor al rechazo, cuál muchacho valiente y algo caliente le entregué la rosa de pétalos rosas.

  • Ten … – (Es lo único que me atreví a decir)

  • Bueno soy alérgica a ellas, lo sabes. Pero me encanta aunque pretendas matarme … (ríe irónicamente).

      Fue en ese punto en la línea de nuestro tiempo, en el que mi alma vibró fría y perversamente. No entendía por qué me decía eso ahora Mónica. Todo lo que me había costado para obtenerla, pareciese a ella no interesarle ni un pelín. No importa.

     Pensaba ahora en llevarla a caminar por el antiguo grifo abandonado, ya que a ella le apasionaban las historias de Thrillers, me suponía que el lugar sería perfecto para hacerle una propuesta loca de amor.

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