Wonthelimar tomado de la mano de Persephone va atravesando el abismo del Estigia, la extensa ribera en que hallará los hieráticos bosques de Persephone, distinguirá chopos ingentes y sauces que dejan frutos profetizados agonizantes. Allí atracará su barca a la orilla del océano más recóndito dirigiéndose a los oikos de Hades empapados; allí en el Aqueronte confluyen el río de las Hamas y el río de los lamentos, brotando en la Estigia que me reúnen al pie de un peñasco y sus ruidosas aguas, ahí reposa liada con ramas de sauce Meus Marielle liada a sus brozas con los rebujos de Belcebú.
Cuando el barco llegó desde los confines del abismante océano en la ciudad de los Cimerios, donde el sol nunca sale y está envuelto en tinieblas, seguiré cauto hacia uno de los afluentes que me llevan al Inframundo que me había indicado Circe.
Del Erebo en aquel tiempo surgirán las almas privadas de la vida, desposadas, mancebos, longevos con mil pesadumbres, tiernas Musas idas allá con la condena primera; muchos soldado Hoplitas heridos por lanzas de bronce, guerreros que dejaron su vida en la lid con sus Xiphos sangrantes. Se acercaban en gran multitud, cada cual por un lado con clamor horroroso. “Yo Wonthelimar, preso del lívido miedo del Infernalis, ordené a mi corcel que siga los puntos del atardecer oscuro que va cogiendo las reses que por bronce cruel son degolladas reposando en el mundo, sin dejarlas llegar a la tórrida sangre hasta hablar con el culto Tiresias, hacia los cánones invidentes de mi profeta de Tebas”.
Wonthelimar desde un rudimento se compungía de reactivas y cuantiosas hileras de miserables vidas, 36.000 mil años le han escindido a partir del suscitado y umbroso capuz que ha residido del cabal Antro de Chauvet. Ha preexistido constituyéndose en Morphosis de un Matriarcado que inclusive habrá de ser imbuido en parietales y desquiciados vestigios de enfilados emocionales que compensan ir entramándose en naturales y loables concepciones en las perdidas vaguedades de Chauvet, dispuesto de tales ligeras y sanguíneas tinieblas móviles de Quirópteros que le remontan y bullen articulándose sobre los zafios Equinos. Wonthelimar auto reside en pléyades de trozados millares y oxidadas alcarrazas de lúgubres tenebrosidades; cual fuera basal análisis frecuentando a Quirópteros como su regia iconografía, tal vez siendo recluidos por velados Ibex y cantábricos bóvidos bisontes de tal manera yendo a retro ideologías y rupestres parietales con franjas deleznables de asociación, aun cuando sea el repulse de un materno quantum inutilizado del anillado mas nórdico de Chauvet en cualquiera sazón y falaz hegemonía e impertinencia incitada por segundos que no transcurren, mientras disipándose va en tersas policromías y de encomios fervientes del punto psíquico del antagonista observado contra masas destelladas de esmirriados dioses, aguzados sentidos y exiliados…inclusive primitivamente soslayados y desaparecidos de extremadas matrices que pululan relinchando del soto bosque más que adonis y bisonte en celo o un neutro corcel que se deshacía de su encadenado orgánico, siendo el símil incitado del súper alter ego “Tal Ibex Codex destellando de las imágenes del inconsciente por paleológicos parapetos de la Catedral de Chauvet” señalándose con excepcionalidad en su estatutario e integral de catequización de perniciosos votos y privilegios de los recortados de un Quiróptero desalado, foliados desde una congénita locura de su indefinida vestimenta, asidos de la pechera como la oquedad más aguda de una caverna con sus foliáceos arbustos cavernarios.
Preexistiría del Ultramundis y la contingencia que tele transportaba de miles de años almacenados en su bestial Madrinazgo; tal Dríade que dormitada en gravítales gráficos que les tendía de anales del 5.000, de culta fragosidad y nefasta dormición que les transportaba en trizas del figurativo afluente, codiciando despertar a su Celestina parte de un padecer extremo denodado del Paleolítico dormitado potencialmente expectante. Refluyen de un árido despertar de su sentenciado e inerte constituyente en probas oliscadas y unívocas materias virginales beligerantes, que espiritosas celaban desde los empinados decantados encaramándose en Celestes Paraísos que iban abriéndose cariacontecidos, gorgoteando en desequilibrios de faz lozanía y pertinente timidez. Columnas y balaustradas brillantes habrán de ir deslizándose por tales desbalances saturados y riales estratos enlazándose a biológicos contraídos mensajes… aun no incitados! Totalmente lejos del fugaz gravitacional tremolado y su mortecino trance, su reavivación lúcida se atragantaba dormitada en yuxtaposición contra el regazo que se confluía entre los cegados flancos del párpado del azur Pedroso y del silicio terroso, entrevero de perdidos mutismos y de mares del trenzado elipse talente de la aturdida oscuridad.
Wonthelimar despierta desde un fragoroso albor y del ponzoñoso cesar de su espantado periodo, tal cual fuera el Ibex predilecto en su laya del desorientado rol. Truenos deficientemente en dilación han alumbrado padeceros que parten naciendo de sus hombros apenas si bien logran ir intuyendo de acosarle e ir concibiendo de reunirle desde gestados pastizales, y pujanzas para encontrarse con la sustentable humanidad del Canonizado Mamut petrificado o de ingentes colonias de Vampiros que irán lidiando sobre el lecho de una tenue luz Jurasica diezmadas de dinastías en ruinas Corintias.
Nunca quedaran atrás más sayales ni comadronas que le irán a plañir, ni causticas razones del anti-espécimen que involuciona cauto del fugaz Sótero como diestro Vampiro que se reseña anquilosado desde su biomecánica. Relámpagos radiaban entre pilastras henchidas e ideologías desde un tartamudear con matices de un transigente Ser siendo abatido, incontinenti a ir deprecando, bebiendo del huloso umbral entre los tufos y hieráticas aguas no bautizadas de diestras romas y descruzadas consagraciones que le visitaban cayendo de un perfil animal, como divergente reglar en su frívola gruta empalagada de un defectivo pasado aspirando erogar una nueva ley que le sustente.
Fui cofrade del hijo ilegitimo del Almirante Horatio Nelson en la lid de Trafalgar; Josiah Nisbeth era mi grumete, y el mi confidente cuando pude una vez canalizarle después que Horatio Nelson fue herido en Santa Cruz, en un desembarco nocturno. Josiah le salvó la vida, puesto que era mi amigo, fui testigo de ingentes esfuerzos para detener su hemorragia lo cual era de acostumbrado saber que fue manipulando un torniquete, mas lo carioso es que fue de una empalizada que se perdía en la ficción, siendo unos maderos que flotaban de las flotas de Trafalgar que habían sido despedazadas. Pudo haber sido del acto de un anonimato, mas conforme pudo ser un hijo perdido en el mar recogido por Afrodita dándole tareas que cumplir, siendo Deimos quien le intervenía en personificación del terror de Nelson hacia los soldados franco-Españoles, no concebido por Josiah Nisbeth en Trafalgar al no participar en la batalla, fui condiscípulo del hijo del Almirante Nimitz en Midway, Chester Jr Nimitz, del cual tuve privativa atención cuando se despidió de este mundo junto a su esposa; Yo Wonthelimar le recibí en mis brazos de este modo llevándole protegidamente a Chauvet, fui secundado por Vlad Tepes quien le conserva honrado con su episodio de un heroico tronco familiar, talmente como salvó a su hijo, Îngeraș de sus propios súbditos vampiros Valacos, protegiéndolo de la sed de sanguinarios que se habían desatado entre ellos. Estuve en la cubierta de la Nave de Vlad Tepes pudiendo ver que manaba rezumen de un mundo disoluto en sus sentinas, fui un animal en Tel Gómel que en su lateral se portaba tras mórbidos ladridos a divergentes alaridos de esclavos en los Clíper por mares rasgados, denotando que el océano vive en sus manantiales frustrados con la morbosa obcecación tal…aludido al pastor Jetro en Madian; con tal bravuconería de alzar licenciosos obuses por las naciones que moraban execradas y las expectativas del antebrazo del Verdugo libertario. Así es como surge rivalidad en la Guerra de los Cien Años pudiendo resistir punzantes heridas medrosas en mi cérvico-dorsal, ateniéndose hacia otro igual que era atravesado desde un puñal ensangrentado por su canal cerviz-ventral en Poitier y Agincourt. He aquí mi diestra pluma o cálamo que escribe con exigua luz de mi cirio lapsus, desenfrenándose de que verá por los Grisales; tal vez de Griselles de Orleans o desde donde pude parapetarme de las lides de Federico I Barbarroja apelando a una mecánica del ante brazo que dirime osar vivir o matar residiendo en la paradoja moral indicada que no se pivota destruyendo, mas luego si fluctuada en su contraorden como los millares que fueron masacrados en las Cruzadas en Contrafuertes muy cercanos al Moriah.
He vivido desolado por millones de años en total oscuridad, más bien en las hondonadas del Antro de oscuridad que vive la gloria perdida de la Salvación. Tengo millones de Colonias de Quirópteros que dependen de mi, todos recubiertos como especies de Madian para curarles de sus glaucomas, de soterradas madres sarracenas con sus vientres abiertos queriendo resonar en las luces salvíficas mortajas de sus hijos caídos en las Cruzadas entre occidente y oriente por el trienio del 1093 al 1096, o la Tercera Cruzada tres veces siendo de Federico Barbarroja. Tal vez son neurociencias bélicas electrográficas que experimentan del escueto campo del rango visual de toda alma Cruzada que intenta y reintenta en los campos visuales que han sido carcomidos por los Hemisferios del Mal de la Séptima Estación Dolorosa; dentado de su fragilidad en la Séptima Estación del Vía Crucis octogonal, donde sentados en el Trono todo finita en la segunda Cruzada, tal cuando Jesús cae por segunda vez mostrando su extremo enflaquecimiento y peso del sufrimiento que lleva sobre sí. En esta estación, se reflexiona sobre la perseverancia y la ayuda de Dios para levantarse de las caídas, tanto físicas como espirituales, tal vez distante del Menorah o Teshuva enmohecido mayoritariamente por Luis IX de Francia; en la octava estación del Vía Crucis Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén. En este instante, mientras Jesús lleva la cruz, algunas mujeres están llorando por él. Jesús les dice que no lloren por él, sino por sí mismas y por sus hijos, porque si tratan así al «árbol verde» (Jesús), ¿qué le pasará al «árbol seco». Tal vez esta elocuencia hable de las matriarcas dejadas y renunciadas en sus casas esperando a sus queridos seres Templarios que terminaron firmando del Tratado de Túnez, otorgando derechos comerciales a Cristianos no rebelados. De tal ínfula habiendo permutaciones territoriales reveladoras, los Cruzados regresaron a Europa tras la arrogante muerte de Luis IX, presumiendo poner níveas cintas en cabezas de sus condenados.
Las hipótesis serán políticas hechas vaticinadas de un cerebral acto no político, más bien feudal creyente-escéptico, Wonthelimar ha sido declarante de esto que posteriormente le lleva de regreso escapando del Mausoleo de la familia Quentinnais alejándolo de su amada Marielle. Una expedición científica logró declarar que las tomografías de resonancia magnética han demostrado que el acta firmada por el Papado antes de iniciar las Cruzadas, ya exhibían iconos celestiales del Árbol Verde y Seco, creciendo del árbol seco de otoño que el papa Urbano II instigó con las Cruzadas en 1095, durante el Concilio de Clermont, hizo un llamado a los Cristianos de Europa para recuperar Tierra Santa de las manos musulmanas, marcando el inicio de la Primera Cruzada con la locución «¡Deus vult!» ¡Dios lo quiere, pero no de un árbol seco o Vel Arbor Arida!
He sido cautivo de desgarradoras voces con enriquecidos campos faciales, mientras veía que los grandes ejércitos huían con feble estética de una percepción, cuya plasticidad se acentuaba con la identificación de almas heridas que venían por su asilo, aquí en Chauvet en donde todo su magnetismo nos atrae desde la común reyerta, trayendo el material en sus espaldas como Atlas, el titán al que Zeus, el dios supremo del Olimpo castigó de un modo terrible por rebelarse contra los dioses y contra el orden establecido: condenado a sujetar el peso del mundo durante toda la eternidad sobre sus espaldas; tal vez portando las almas encarceladas que llevan en su mundo interior resistiéndole aun con sus graves y agudos alaridos, piándoles piadosamente y dejarles caer sobre el Hydor y no el candente fragor de Hefestos, como enlutas estrellas que se menean en la casa del Fuego de su forja, donde trabajaba con metales y creando los objetos para los dioses, ubicándose a menudo en el corazón volcánico de la isla de Lemnos.
Mi raíz germana me hace temblar abandonado en proterva soledad con pocas dudas pobladas, de un acervo en donde prehistóricos fetiches hablaran con su orientación de imágenes que cargan en mi idéntico, como un Atlas-Ibex confinado en destierro y ansiar vivir millonadas con sus arquetípicas caídas, y ambiciones como triviales años de laterales sintaxis de Casus Infernalis que trajinan más que un troncal donde el índice digital vaya a contactarse con la cúpula de la Capilla Sixtina y su apostolado. No siento frio ni hambre, más si suplico en predicciones de medicinar a quien suplantó a mi nodriza Amaltea profética, de verle de frente como el brillante Sol de Lemnos atrayente donde pude forjarme, tal si fuera del corte sagital en los murales de Chauvet y Capilla Sixtina como Juicio Final como divina inteligencia que quita y luego otorga con su bruñido cincel o pincel del Arcángel San Miguel entremedio de las colmenas de Querubines, haciendo rémora en los Misterios de Miguel Ángel Buonarroti no develados aspirando ser un Serafín.
Caballos prorrumpían de su confinamiento con sus complementos encendidos de carmesí adheridos del Corpus que se describía de millones de años del mismo exteriorizado Corpus, puesto que la noble primera pieza era fragmentada del relampagueante Génesis. Se veían recelos y sutiles cuerpos materializados saliendo desde la Gruta, algunos montados de sus caballos, terceros representados del global de millaradas de animales que no soportaron la luz del Día, haciendo de la Noche otra dimensión de día que no era, pues la noche albergaba animales que no soportaban la noche como visión frontal que las hacía ser herederos de las noches sin tener un solo día transcurrido. Era al azar con la probabilidad que debiese de fluctuaciones que nunca pudieron armonizar la noche con el día, dejando en su única muestra vacías cavernas donde distribuidos eran los que no pudieron asirse del asta del primigenio Uro de una indivisible Torah, dejándoles con la penúltima luminiscencia que escasamente podían ser instaladas en las sorprendentes pezuñas enlodadas, quizá del núbil rinoceronte que osaba ir atravesando los robustecidos muros de la gran fortaleza del Castillo de Sant’Angelo, originalmente denominado Mausoleo de Adriano, fortaleza militar sobresaliente en Roma. Originalmente construido como mausoleo, fue transformado en una fortificación defensiva durante la Edad Media, retozando un papel crucial en la protección de la ciudad. Su diseño original, junto con las modificaciones defensivas, fueron convertidos en formidables estructuras simbolizando el poder y la conservación del papado. He aquí la señal que revela un atento examen, de esta especie entre especies, corriendo velos de un sorprendente episodio.
Sería el día sexto, tal como en el Génesis pleno de seres nacientes de un viviente en un matinal que se rehusaba ser del Día, más bien del anochecer de negras aves que al subir del sexto día la imagen se posaba sobre los dorsos de las bestias. Wonthelimar era testigo de las declaradas tablas del Génesis que un día le vio nacer, siendo pieza fundamental de la derramada expresión de la Shekinah (o Shejiná, שכינה en hebreo) se refiere a la presencia divina o la gloria de Dios en la teología judía. Se asocia con la manifestación de la presencia de Dios en el mundo y, a menudo, con su morada entre las personas. Eran las primeras hileras de biomecánica que se resarcían cursadas de los Equinos que intentaban revivirles de las Cruzadas como excepcional regla Universal. Casus Bellis aclamando de la Liberación de Jerusalén, de la baronía de Wonthelimar que de ésta falta de previsión del abastecimiento que provocaba llegadas de gran cantidad de cruzados viniendo del occidente haciendo estrepitosos daños en los alimentos y cultivos de Constantinopla. El emperador de Bizancio es trasladado hacia el distado Estrecho del Bósforo, lindante a testimonios de los hospedados por Chauvet, localizándose en Asia Menor, y en el campo de Kibotos(llamado por los cruzados Civetot). Por su parte, los cruzados se separan y comienzan a saquear campos, vagando en el territorio de los turcos selyúcidas, en los alrededores de Nicea. Wonthelimar, calcula de sobremanera cuanta afrenta podía estimarse teniendo que argüir trasladarse por las puntuaciones de los pasadizos de cloacas y perturbadas geografías como evento de fantasmales estandartes sobrepasándoles en la Batalla de Dorilea, diluyendo las fronteras turcas hasta antes de llegar a Jerusalén. Fui el deponente, aquí mis gafes memoraban los pactos en Avignon entre los insobornables suministros que generosamente eran desviados por Klaus Rittke; otrora mecenas de la Catedral del mismo lugar. Gran número de civiles han circulado repartiendo el Pan y el Vino del año del Señor del 1099, Dios es nuestro decía el Fantasma de Adhémar junto a mí, declarando sacros vinos a los fallecidos con el dorado cáliz y su capa protectora de venenosos fuegos de los paganos, corriendo del fractal del 1098 con el juicioso fantasma recurriendo a encender las velas de destellos del reducido averno pagano-encendido, y rollizos émulos paralogizando sus cercenadas cabezas entre lonjas de lacios ardores de la exuflación de Raimundo de Saint-Gilles que sonreía ahogándose del cáliz, yendo por sobrenaturales emanaciones del Adhémar confluido con el tasco similar Raymond Bragasse; Clérigo Dominico que lo sustanció en la coexistencia del Ibex Wonthelimar Ultramundis, aqueste dotado y visionario Demiurgo que emergió de sus genuflectadas rodillas con los patrocinios de un vanidoso mortal. Raymond Bragasse luego de ser expulsado por Belcebú; aludía decir creyendo que era Luzbel en las bayetas del Atlas lapidado con la indecencia de un déspota Zeus convertido en su plumaje de hierro, trazando las cremaciones de quienes fueron sus soldados fenecidos y honrados por las herrerías de un soldado que emergió de los disipados oniros u Oníricos de Hephestos.
Desde el puntal con tal visionaria lanza…, como diría un Helénico que contendió en Gaugamela, profiero ir diciendo que solamente los asedios mas dañosos mas buenamente maléficos nos hacemos piadosos, que ni Acadios ni Fenicios irán hurgando las Dorus hacia el encuentro del tronco filiar de Noé, como pueblo semita Acadio, al libre albedrio de los náuticos Fenicios parlantes con las lenguas subyacentes de los semitas también adheridos, que prodigaban coronando las visiones canaanitas que actualmente les prescribe Wonthelimar del Obispo Adhémar, juzgando ser hijos de todos los que cayeron en Jerusalén.
Mi Casus Infernalis es aplomo de una juerga del autentico ruin, solo tengo fecas de mis Quirópteros siendo abastecidos por Vlad Strigoi desde Transilvania, que con Fe cavernaria y reposición poseían sus anaqueles decretando las tácticas de sobrevivencia de Vespasiano como emperador, empleando efectos para gobernar y consolidar su poder. Entre ellas, destacando su habilidad para su intendencia y finanzas, su capacidad para finalizar trances y su habilidad para promover la construcción de grandes obras gubernamentales que colosalmente beneficiaron a Roma quizá cautivadas de Apolo, a quien le erigió una estatua colosal que posteriormente serviría de inspiración mesiánica por su hijo Tito, destruyendo tal catarsis en los cortafuegos de Jerusalén disponiendo túnicas con sus purpuras franjas que iban invocando al medrado Zeus, deificando los nueve días lunares que restarían para tener las visiones de mi advocada Demiurgia, autorizando la preexistencia que se iba formando con los canales de Europa Medieval viviente y Judah con su vibracional entidad. Gran influencia de las Visiones del Obispo de Adhémar sugirieron del caminar descalzo por el perímetro de la ciudad amurallada por tres días y tres noches, tal como el prodigioso mitzvá de Josué en Jericó.
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