No voy a decir que conocerlo fue un momento mágico, amor a primera vista, ni se detuvo el tiempo, ni sentí que para mi mente quedamos solos y en la realidad nos rodeaba mucha gente. Me sonrió mientras encendía un cigarrillo y yo pasaba rumbo a mi trabajo, nuestras pupilas se pegaron unos segundos, sonreí y eso fue todo. Pasaba frente a su tienda casi todos los días, me saludaba, me sonreía, y yo me sentía deseada. Al principio no pensaba en él en todo el día salvo esos segundos que me miraba al pasar. Una mañana el cielo estaba totalmente despejado cuando dejé mi casa, pero repentinamente se puso gris y comenzó a llover me protegí bajo el toldo de su tienda, por primera vez mis ojos fueron al interior de la misma, -¿Te gusta?- preguntó señalando la puerta con su mano abierta y se metió a la tienda, lo seguí y observé que era una especie de bazar, me encogí de hombros y me perdí en la música que invadía la amplia habitación. Se apoyó en un mostrador con los brazos cruzados y me miró detenidamente mientras la música me invadía y yo retorcía mi cabello empapado, sonaba Misirlou en violines, yo no lo sabia en ese momento, pero con el tiempo él me lo contó. -No para, voy a llegar tarde, va a ser mejor que me vaya- dije, y un estruendoso trueno le ganó a los sonidos maravillosos que me atraían quizás más que él en ese momento. -Como prefieras Caminé hacia la puerta, la tormenta parecía ser el fin del mundo, envié un WhatsApp a mi compañera de trabajo explicando la situación, ella respondió que me cubriría, guardé el teléfono en mi cartera, apoyé ambas manos en la puerta de vidrio y en silencio vi la lluvia, no me gire ni husmeé en el reflejo, pero lo sabía, él me clavaba la mirada firmemente, poco tiempo después sentí que estaba muy cerca, apoyé mi espalda en su pecho y lo vi, ahora si, en el reflejo. Al girar tomó mi húmeda y rubia cabellera y haciendo un rodete con esta tiró un poco mi cabeza hacia atrás y me besó. No se que sonaba, ya no era Misirlou, pero me daba igual, cambió el cartel de abierto a cerrado con a penas tocarlo sin dejar de besarme, de un salto lo enrede en mis piernas y me llevó a un pequeño y precario dormitorio con una mesa de luz de madera, una silla repleta de ropa, unas cajas vaciás y un colchón tapado por sabanas revueltas y manchas de humedad. Esa fue la primera vez que hicimos el amor, me quedé dormida y desperté en su pecho mientras él fumaba y se iba calmando la tormenta. Me senté y comencé a vestirme en silencio mientras él me veía con el entrecejo fruncido y la mirada confundida. Ya vestida tomé mi cartera, busqué el celular, miré la hora y me di cuenta que ya no llegaba al trabajo. -Santiago -¿Como? -Santiago -¿Que querés decir con “Santiago”? -me llamo Santiago, ¿y vos? -Vania- mentí, y me fui. Cambié la ruta para ir a trabajar al día siguiente, pero la curiosidad me hizo tomar ese camino al volver, Santiago estaba cerrando cuando me vio, fijó su mirada en mi y yo pensé seguir camino, pero en lugar de hacerlo me paré frente a su entrecerrada persiana. No se si hace falta que describa detalladamente nuestra historia, él intentaba dialogar, yo lo evitaba, nunca le dije que me llamo Lourdes, para él siempre fui Vania, hasta el ultimo día. -Ese me interesa, el último día. -Vio las cámaras del local, me confesé culpable, ni siquiera quería un abogado ¿Es necesario señor fiscal? -Por favor Lourdes, prosiga- ordenó el juez, entonces continué tras un profundo suspiro. -Nos veíamos casi a diario, comencé a necesitarlo más, no sé como ni cuando empecé a volverme loca, a imaginarlo cuando no estaba, y a desearlo de una manera enfermiza, besarlo, hacerle el amor, atarlo, hasta golpearlo, no era suficiente, necesitaba más de Santiago, y fue el Misirlou en violines sonando intensamente que me tomó como su fuera un espíritu maligno, quería más Santiago, ahogarlo, pedirle que me pegue, incluso que me queme, no, no servia, quería más, todo comenzó con esos violines, y quizá tenia que terminar con ellos, Santiago no luchó, me tenía encima, pero su fuerza era claramente superior a la mía, sucede que estaba tan entregado como yo, estábamos igual de desquiciados, dejó que mordiera su cuello con tanta fuerza que no pude parar entre esa música y el frenesí que ninguna sustancia podía darme, solo él, bebí su sangre,como en las películas de vampiros, así mismo la bebí, seguí mordiendo, y literalmente comí partes de la piel de su cuello, me acosté sobre él mientras lo escuchaba morir, y lo saboreaba ¿Que más necesita saber?
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