Mis flores me las echo yo.
Se acerca otro día de la madre y, antes que alguien me eche flores, me las daré primero yo, solo porque no necesito escuchar de afuera que soy buena madre para saber que lo soy. No.
Cada prueba, cada obstáculo, cada situación que hemos enfrentado y el día a día de este hermoso y, a veces, no tan fácil proceso, me dan la certeza total que lo soy. Además, porque nadie se define por lo que otros digan sino por lo que uno hace y por las respuestas que da a dichas pruebas.
En esta ocasión te regalo este escrito, querido padre de mi hijo, porque gracias a ti soy mamá, gracias a ti alguien me dice mamá, porque por tus respuestas a tus pruebas es que soy la mamá que soy. Gracias, porque de no haber sido tú mi pareja, mi hijo no me hubiera elegido y tal vez me hubiera tocado alguien más sencillo. Pero no, gracias a ti, me eligió el mejor de todos, un gran maestro.
Pasó mucho tiempo antes de entender qué había pasado y, luego entendí que Dios en su infinita generosidad, simplemente nos da pruebas y que son las respuestas a esas pruebas las que muestran y dan cuenta de qué estamos hechos, quiénes somos y cómo eso nos va definiendo.
Para no hacer lo correcto, para no cumplir con el deber, para no estar ahí, solo se necesita una excusa que lo justifique; y en un mundo de infinitas excusas, siempre encontrarás la apropiada.
Tú eras el de la salud, tú eras el del ingreso económico, tú eras el del título y la carrera, tú eras, diciéndolo de una forma algo machista, la cabeza de este equipo; sin embargo, aprendimos que esta familia no necesita cabezas, necesita corazón, y tiene corazón, tiene quien esté ahí siempre. Y a pesar de mis cirugías, falta de título, falta de empleo, no fui yo quien se fue y abandonó el grupo. Y no me refiero a un matrimonio, me refiero a la crianza de quién juntos decidimos traer al mundo. Renegué años por eso, pero el camino que Dios me trazó y las personas que ha puesto y pone en él, me enseñaron que todos hacemos lo mejor que podemos con las herramientas que nos tocaron y, me liberé. Me hice consciente de que el otro hace, no me hace; me enseñaron que vivir de expectativas no era sano, que tú eres un papá A y lo que yo esperaba era un papá A+B, y mientras me empeñara en encontrar esa B iba a sufrir y vivir fuera de la realidad.
Tal vez, si te hubieras quedado, yo no me hubiera descubierto. Pero tal vez no existe, Dios todo lo tiene planeado y, mientras nos quedemos pegados en una sola lección, las bendiciones se quedarán ahí haciendo fila, esperando que estemos listos para llegar y llenarnos de abundancia.
Así es, Dios nos prestó tu presencia solo un momento, solo para que mi hijo y yo nos encontráramos y te doy las gracias por eso. Gracias por tantas veces que me dices no cuando necesito tu ayuda, no te imaginas cuánto me fortaleces, cuánto aprendo y qué tan buena mamá soy cada día.
Alguna vez leí que el mayor acto que harán algunos hombres como padres, será elegir la mejor madre para sus hijos y luego se irán… Gracias por irte. Porque estoy absolutamente segura que soy la mejor mamá para mi hijo y, él es el mejor hijo para mí. La elección fue perfecta.
Gracias por ser solo A, eso me permitió y me permite ser B, C, D, E, F… Z; me permite descubrir mis capacidades, mis habilidades, mis facetas; me permite aprender de mis errores y fortalecerme en mis debilidades; me ha permitido superar miedos y salir de mi zona de confort; me ha permitido llenarme de magia y asombro; me permite cada día construir mi carácter y pulir los límites; me permite quedarme con todo el crédito, y no lo digo con ironía. Realmente lamento que decidas no ser parte de esto, porque ser padre te llena de sentimientos que no alcanzas a describir; las palabras son pocas para explicar sus logros, sus avances, lo que aprende; hasta en lo más sencillo: contar historias, pintar, patinar y sacarse él mismo los dientes. Verlo crecer no tiene precio, verlo así mismo superarse te deja sin aire.
Y todo eso es mío. Porque a cada prueba que nuestro hijo nos llama a responder como padres, tú te haces ajeno y te limitas, medianamente, a responder con la única herramienta que decidiste fortalecer durante estos 9 años y contando.
En este tiempo, le he visto caer cuatro dientes, le he visto aprender a caminar, correr, saltar, nadar, escalar montañas, patinar, patear un balón e inventar mundos para jugar con sus amigos; le he visto aprender a leer, escribir, sumar, dividir y hasta hablar en otro idioma; le he visto sentir miedo, alegría, tristeza, enojo; le he visto hacer pataletas y le he visto humildad para pedir perdón; he visto sus promesas y cómo se esfuerza por cumplirlas; he visto sus respuestas a sus propias pruebas y como va mejorando en darlas. He sido su ratón Pérez y su niño Dios, he sido la persona que busca cuando llueve fuerte, cuando se siente triste y con quién comparte sus momentos de extrema felicidad; le he enseñado el mundo exterior y a edificar el interior. He sido su mamá todos y cada uno de los días desde que salió de mi y son mías cada anécdota de lo que hemos visto y aprendido.
Lo cierto, es que todos tomamos decisiones y, la esperanza de eso, es que esas decisiones nos llenen de felicidad, porque inevitablemente, con cada una de ellas renunciamos a algo más, diferente o contrario a lo que estamos priorizando.
En mi caso, mis decisiones han postergado algunos logros académicos, pero solo postergado. Me aseguré de llenarme con la infancia de mi hijo y ahora, no me pesa retomar mis estudios.
Espero que tus cuentas estén casi llenas, que al menos tengas una casa, que tengas un buen carro y tu muro esté lleno de títulos y reconocimientos y, esto si te lo digo con ironía, porque cuando termines de conseguir todo por lo que renunciaste a ser padre ya no habrá niño y te darás cuenta que perdiste 10 años de él, ya no habrá infancia que acompañar ni de la que puedas aprender.
Yo tengo eso y ahora voy por lo que dejé en pausa. Ya sé cómo hacer lo difícil, ahora voy por lo fácil. Yo me quedé y me convertí en mamá y, esas flores son mías.
Susana Herrera Grisales.
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