Mil novecientos noventa y ocho. La rutina mata al niño.

Mil novecientos noventa y ocho. La rutina mata al niño.

Franco Duarte

20/05/2019

Abro los ojos y veo en aquel televisor cuadrado un invento fantástico con dos estructuras colapsar ¿producto de conspiraciones? No lo sé, ¿será el fanatismo religioso que gritan con canciones? No me importa, no me interesa saberlo; ambas teorías son una introducción terrible para un niño a la humanidad.

Vivo bajo una filosofía perfecta de juegos y de dulce andar, me quiero balancear. Sueño día y noche, vivo en el jardín, con animales mansos y saludos sinceros paso el tiempo cada anochecer. Realmente anhelo libertad y creo con el poder de mis manos que la bondad existe. En ocasiones pienso que el dinero es poder.

Años de rotos corazones, de poco amor (eso creo) y algunos condones. Desperdicio por aquí la salud que se me brindó, me juzgo por lo normal, lo regular y sigo lo banal. A veces me dirijo desenfrenado hacia la inconsciencia, voy cabalgando un líquido fermentado que creemos sagrado.

Sociedad. Me dueles en el miocardio y en la garganta. Te sumerges en el Soma, solo sueñas con estar en Roma mientras el excremento y la escoria son reales. Te estás quedando sin donde respirar, mientras con tu filosofía de prosperidad mueves mamíferos de su lugar.

¡Que obsesión por aceptación! ¡QUE DISCURSOS HIPÓCRITAS POR LOS QUE VIVIMOS! Creemos saber que es bueno o malo por opinión popular ¿Dónde queda el discernimiento? ¿Dónde queda el pensar? Somos parte del cumplimiento de una profecía distopica escrita a principios del siglo XX.

¿Libertad financiera? O ¿esclavitud en forma de papel mágico? Veo jóvenes frustrados quejarse porque su salario no avanzará. No quieren estar en este tiempo, ni en este espacio. Solo interesa el bienestar y no me interpreten mal; el falso bienestar. ¿Es ese el objetivo; cambiar salud por polución y al mismo tiempo vender el alma en un mercado negro disfrazado de luz?

Quisiera que todos respiraran amor y compasión. Desearía que ni el adoctrinamiento, ni cualquier otro grupo social segregaran. En mí seguirá el niño pedaleando sin parar, seguirá gritando y consiguiendo más sabiduría que los adultos, esos que dicen saber cómo vivir. Mirando hacia atrás encuentro un mapa para avanzar.

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