❝La vida es una tragedia, un accidente que sabemos que ocurrirá y aún así optamos por seguir caminando. Nacemos, vislumbramos la luz irradiada por todas las cosas, creemos conocer a los demás, creemos sentirlos y escucharlos incluso más que a nosotros mismos y asumimos su permanencia, pero hay un sesgo irrompible, inalterable y perdido en la complejidad humana que no queremos comprender, y pese a saberlo, pese a tener n-vidia y ser plenamente conscientes de su existencia, ¡somos completamente ciegos! ❞ Rayo, 2025

Estoy recorriendo mi pueblo buscando un recuerdo, será de la infancia, será del encuentro, pero cuando no es la lluvia de mi tierra, Maconco, la que se interpone en mi camino y me impide caminar, es el sol ardiente quien fulmina mi horizonte, mi camino, mi cantar.

Estoy recorriendo sus calles y trochas como un sabueso, pero el olor a luto me confunde y solo hallo concreto, pero no cualquier concreto, sino del blanco, del barato, el cual se utiliza la mayoría de las veces, en municipios y veredas. Estoy intentando continuar, pero la historia me persigue como una condena que a mis ojos turbe, presa infame de la urbe que desmorona el recuerdo de un caserío que logro ser pueblo y municipio, pero no realizo nunca sus sueños de ciudad.

Estoy recorriendo mi pueblo buscando un rito religioso, pero la religión me confunde. Me confunde ver como un señor preso de una estructura rígida en una institución, se para en el altar para recaudar fondos en un lugar donde la miseria se hace pasar por un problema de fe y se normaliza. Me confunde ver como cientos de creyentes claman piedad, vida y paz, pero se beben los problemas en el bar que queda dando vuelta en la esquina. Me confunde saber que en un mundo donde los niños son el futuro, hay familias enteras dispuestas a consumir su presente en minas de oro donde una vida vale menos que un gramo.

Estoy recorriendo mi pueblo buscando paz, pero la ruina se pasea por cualquier lado. Tal vez la encuentre en el rio, pero en vez de agua hay basura, y en vez de peces, restos óseos de animales muertos por la sequia. Tal vez mis abuelos sepan donde está, pero recuerdo que él murió hace 3 años y ella está por irlo acompañar. Tal vez la encuentre en Lourdes, pero allí solo hay críos llevados por el vicio y el placer inmediato que les ofrece el cigarro, el trago y el sexo sin protección descontrolado, dejando tras de si niños hambrientos sin hogar, y futuros oscuros, sin ilusiones.

Estoy recorriendo mi pueblo intentando reencontrarme con lo que fui, pero no es lo mismo. Se siente diferente, aunque el lugar no ha cambiado mucho desde mi partida. La casita de mis padres aún conserva los tejados de zinc, oxidados por el tiempo, y algunas partes con cielo raso, para filtrar un poco el calor directo emanado por las tejas expuestas a soleadas extremas. Recuerdos me llegan al ver las paredes turquesa y el piso amarillo quemado que rodean el pequeño patio, junto a la alberca que limita con el lavadero de piedra y concreto que solo se usaban en construcciones de antaño. Que nostalgia me da ver las mancuernas ordinarias deterioradas y consumidas por el musgo, la lluvia y el polvo, y a su lado poder apreciar la rampa portátil que usábamos para entrar las motos a la casa y el garaje inmemorial. Ambos artefactos hechos por mi hermano con cemento y mucha dedicación, hace unos veinte años cuando aún, en 1996 y comienzo de los años 2000, las FARC eran los asesinos y autores intelectuales de masacres en Monteloro y Santiago Pérez. Pienso que quizás, quien cambio fui yo. Soy diferente y luchar contra ello me aterra.

Recorro estas calle buscando el destino de mi abuelos, de mis ancestros, de mis padres, de mi familia, de Francisco Rayo. Pero sobre todo, recorro estas calles buscando algo, aunque no estoy seguro de qué. Recorro estás calles intentando llenar un vacío que llevo dentro desde hace varios años, pero ese secreto se esconde como un enigma que no he podido descifrar.

Recorro mi pueblo, recorro estas calles oscuras escuchando el bullicio de las personas en las cantinas, observando perros en cada esquina ladrando a los transeúntes, pero sin hacer males, pues es solo su rara forma de pedir a las personas un poco de comida. Recorro este pueblo, confundido, con más fatiga que Inocencio I, con más intriga que silencio, ya que por lo menos, mis palabras aún se escriben, pero sintiendo el prado, respirando el aire que tanto lo caracteriza, y anhelando un poco de lluvia, porque con ella el olor se intensifica.

Estoy recorriendo mi pueblo buscando un recuerdo, buscando a mi abuelo, buscando a un amigo, buscando un sendero, pero el camino hacia su tumba ya no existe y hallo indiferencia en las personas a las cuales acudo para saber su coordenada. Así que recorro las tierras sagradas del cementerio, impregnadas de soledad. Mi alma vaga sin rumbo en medio de tumbas, destellos, y espíritus perdidos hasta casi camuflarme con el entorno, hasta casi convertirme en uno. Mi corazón se acelera entre tanto desazón, mi mente me juega malas pasadas y empiezo a delirar. No estoy en un cementerio, estoy en un laberinto y no es un minotauro quien sigue mi rastro, sino el tiempo que lleva consigo una hoz en cada mano, dejando tras de si flores marchitas, maleza y plagas que poco a poco van consumiendo lo poco del recuerdo que las personas tenían de sus seres amados, la imagen de la tumba, su epitafio y finalmente, la lapida completa.

Estoy recorriendo mi pueblo, al menos un destello de lo que fue. Recorro su vida, recorro su muerte, torbellino de lo que será. ¿Dónde estás querido? ¿Dónde está mi familia? Tierra de gusanos. recorro mi pueblo intentando encontrar algo que está perdido, ¿el libro de mi vida? ¿el libro de mi historia? Solo tengo la certeza de que la única pista con la que cuento está siendo devorada por el alzheimer. ¡Te extraño tanto Leo, Moica!

Recorro el silencio de las afueras, recorro senderos lúgubres, llenos de pobreza, de nostalgia, que aunque tengo la valentía de cruzar, no hallo un propósito para hacerlo y me siento perdido. Recorro las calles de mi pueblo intentando encontrar mi destino. Estoy cansado de las casualidades. Quizás el futuro no existe, quizás el olvido ha llegado, sin saber que la muerte ha pasado por lo que fue mi hogar y se ha llevado a todos mis seres queridos, seres amados, pero siento un vacío.

A mi me ha olvidado.

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