Mi papa no me gusta

Mi papa no me gusta

Jose Espumoso

17/02/2023

Se despertó, sin sorpresa, lenta y pesadamente. La noche no era tan oscura como las anteriores, ya que la luz de la luna llena entraba por las rendijas de la persiana e iluminaba la habitación con timidez. Palpó con su mano izquierda el cuerpo de su esposa que, yacía a su lado respirando casi sin hacer ruido. Cerro los ojos e intento dormir de nuevo, sin embargo, no pudo dejar de recordar las últimas palabras dichas por su hijo esa misma noche, antes de que, su madre le diera el último beso del día . Un calor intenso y repentino invadió sus entrañas mientras, su mente repasaba una y otra vez el comportamiento que había tenido con el pequeño. ¿Qué podía haber provocado aquel pensamiento en una cabecita de apenas cuatro años y, que fue como cuchillo que atravesara su corazón?

Recordó haberle regañado por tirar la comida al suelo, por no responder a la llamada de su madre, también por haber corrido por la tienda de ropa y esconderse entre las prendas de ropa expuestas. ¡Ah! también recordó que le obligo a terminarse el desayuno pues llegaba tarde al colegio, y peor aún, al acabar el dia le dijo: sí, hoy toca ducha.

Reflexiono que, quizás había sido demasiado duro con su hijo, tenía tan solo cuatro años y quizás le estaba exigiendo demasiado. Quizás, pensó, debería tener más paciencia, morderse la lengua más a menudo y dejar que se salga con la suya de vez en cuando.

  • Cof! Cof…cof! –una tos ronca y seca proveniente del dormitorio donde el pequeño descansaba rompió el silencio y, lo saco de sus divagaciones.

De un salto se incorporó sobre el colchón, y descalzo, sin apenas hacer ruido y con la luz del pasillo encendida, se acercó a la cama del pequeño. Dormía destapado, abrazado a su gasita y quizás soñaba algo placentero, porque en sus labios se dibujaba una pequeña sonrisa. Extrajo el edredón de entre sus piernas, lo tapo hasta los hombros, y le dio un beso en la frente que el pequeño ni siquiera aprecio. Por último, susurro suavemente un te quiero y salió del dormitorio.

De nuevo en su habitación, se tendió en la cama junto a su mujer que seguía dormida, acurrucada entre dos almohadas. Toco la pantalla del móvil ¡las cuatro y veintidós! calculo, y se giró tubambose bocabajo con la esperanza de que el sueño lo atrapara rápidamente, pero, las palabras del pequeño, y la puñalada en el corazón, fueron más rápidas.

¿Era quizás un mal padre? ¿demasiado duro? ¿demasiado exigente?… ¡Ya habría tiempo de enderezarlo!

Quizás algún día me entiendas, comprendas que, mi intención desde el primer día que te tuve en mis brazos, que te apoye en mi pecho; fue darte una educación, un saber estar y unas normas de comportamiento que, solo te abrieran puertas. Y como la semilla que hay que cuidar y regar hasta que el árbol se haga lo suficientemente fuerte, yo seguiré hay, porque lo que me importa no es ser un padre feo, es que tú seas un hijo bello- pensó.

Y por fin, el sosiego y con ello el sueño, lo envolvió.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS