“MI HISTORIA ES TU HISTORIA”
Cuento para mamás y papás
Autor: Erika Juárez
México, 2022
Destrucción
Hola, sabes cuantas cosas han pasado, cuanto he tenido que soportar, no, aún no lo sabes, pero te lo voy a contar.
Todo empezó en la década de los 60’s, supongo que había mucho rock and roll.
En ese rockanrolear se conocieron dos personas que estaban destinadas a destruirse.
Uno, Xander, de signo escorpión y la otra, Nemea, con la luna en escorpión.
Ambos bajo la influencia de este venenoso signo se encontraron, el resultado de este encuentro fatal terminó en destrucción.
Ellos se amaron, se odiaron, se volvieron amar para finalmente volverse a odiar.
Antes de la inevitable destrucción en el aparente o tal vez en el profundo “amor” procrearon tres hijos.
Raissa, Theo y yo.
Desde el inicio estuvimos condenados a sufrir, el terrible veneno de nuestros progenitores nos alcanzó, y ahí empieza mi historia.
Nacimiento
Nací el 5 de diciembre, mi nacimiento causó gran felicidad a mi papá, mis hermanos nacieron antes que yo, por lo tanto, yo fui la más pequeña.
Mi mamá dice que a mi papá le encantaron mis ojos claros y que era la más blanquita de los tres. Entonces todo debía ser felicidad, ¿Cierto?, pues no; para nada; para empezar mi papá ni siquiera llevó a mi mamá al hospital, él andaba de parranda en Tequesquitengo; para su mala fortuna, de regreso de la parranda, tuvo un accidente.
Lamentablemente mi papá casi pierde un ojo. Entre la parranda y el accidente mi mamá se quedo sola, bueno sola, sola lo que se dice sola, pues tampoco; estaba mi abuelo y mi abuelo llevó a mi mamá al hospital, la dejó en la entrada del hospital con su maleta y adiós. Así fue mi nacimiento.
Tristeza
Cuando cumplí mi primer año, mis papás se separaron….
Mi mamá se escapó de la casa, literal, se llevó la estufa, mi cuna y a nosotros.
Pero como les decía escorpión no perdona, no olvida, y sobre todo siempre guarda rencor.
Cuando cumplí dos años ¡me robaron!, si ya sé que no lo pueden creer, pero así fue.
Mi papá envió a dos personas a robarnos a los tres, pero como yo era la más pequeña, no ofrecí resistencia, supongo que no grité, me sacaron de la cuna y me llevaron.
Puedes imaginar querido lector, lo que implica separar a una niña de dos años de su familia, ¿de su mamá? ¿de sus hermanos?
Solo de recordarlo ahora, que han pasado tantos, tantos años, me parece increíble pensar en ese horror y más increíble aún haber sobrevivido.
Heridas
Les cuento en que lugar fui a caer. Mi papá tenía una casa muy grande, ahí vivían mis abuelos, unos personajes extraños.
Mi abuelita, Tere, tenía problemas, no sé cuáles, pero tenía problemas. Cuando ella quería ir al baño se levantaba del sillón, se paraba a un lado y ahí hacía del baño. ¿Porque no iba al lugar destinado para eso?, es algo que nunca, nunca sabremos.
Mi abuelo Felipe, fue otro personaje, de él sólo recibí maltrato. Si le cambiaba de canal a la tele, cinturonazos, si no lo saludaba de beso en la mano más cinturonazos.
Mi papá siempre estaba trabajando, atendiendo sus negocios. Su talón de Aquiles fueron las mujeres, se conseguía a las
peores, esa fue la más grande, triste, trágica situación que afectó mi vida, sus mujeres.
Una de tantas mujeres que mi papá trajo a vivir con él, a mis escasos tres años, quería envenenar a mi papá y a mí sólo me daba huevos y huevos de comer.
Después llegó otra señora, igual o peor que la anterior, me encerraba en mi recámara y ni siquiera me dejaba salir al baño, ¡imagínate querido lector!, ni siquiera puedo describirte lo que sentía en esos días, cuando apenas tenía cuatro años…
Cuando cumplí cinco, llegó la gran, gran madrasta con todas sus letras M A D R A S T R A, esta palabra suena horrible y así viví yo, en el terror.
La gran madrastra tampoco me quería, lo único que le preocupó todo el tiempo, fue apartarme de mi papá, alejarme lo más posible. Si me acercaba a mi papá, me volteaba a ver con cara de odio. Por lo que, me fui haciendo más y más invisible para evitar que me viera con esos ojos de odio.
Un día por un berrinche de niña que tuve a mal hora hacer, la madrastra, me agarró a cinturonazos, igualito que mi abuelo. No me pude sentar en varios días y tan solo tenía seis años.
Por supuesto que esta madrasta cumplió su objetivo, con el paso de los años me quitó lo único que yo quería y me importaba, el amor de mi papá.
Final
Esta es mi historia querido lector, pero puede ser también tú historia, puede ser también la de cientos de niños que no nacieron con la sonrisa de la fortuna y crecen en la inseguridad, en el abandono, en el odio, en la desesperación, en el miedo, entre vidas torcidas y retorcidas.
Notas
Te pido querido lector cuides a tus hijos. Los niños merecen estar rodeados de amor, afecto, cariño, respeto.
¡No dejes el cuidado de tus niños a otras personas!
De todo corazón deseo que mi historia no sea la historia de tus hijos.
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