Mi destrucción

Mi destrucción

Belénnn

03/02/2022

Siempre pensé que mi persona tenía una oscuridad fuerte, desde pequeña, y lo reafirmé en tercero medio cuando me sentí atraída por ideas sádicas, violentas y agresivas. Fue en ese momento que comprendí que si alguien me preguntaba “cómo te definirías”, mi respuesta siempre iba a ser la misma: “un túnel sin ventanas, sin espejos
y sin salida”.

Seguí creciendo con ese pensamiento, formé vínculos con ese pensamiento, estructuré y reorganicé mi vida con ese pensamiento, amé con ese pensamiento, en fin, hice de todo con ese pensamiento hasta que ya fue inconsciente, ya se había apoderado de mi. No voy a mentir -aunque debería-, me provocaba cierta emoción, casi como la que se siente cuando te enamoras, saber que desde mi cabeza hasta los pies existía algo que, aunque no quisiera, me llenaba de vida. De pronto llegaba a sentirme como Frankenstein, yo misma había creado una versión de mi con el fin de convertirme en un monstruo -pero no cualquier clase de monstruo-.

Antes no lo sabía, pero el túnel que llegué a ser me mantuvo protegida de todo lo que detesto de mi hoy. El primer abuso, el primer golpe, la primera mentira, la primera desilusión, la toxicidad, los miedos, en fin, todo lo que me hizo daño era soportable pues podía seguir riendo y teniendo ganas de estar, de ser con alguien, de caminar con alguien. Todas esas ganas eran gracias al túnel porque fue ahí, en medio de una oscuridad solitaria y apasionante, donde descargaba todo mi dolor, dolor que pasaba a ser físico causando heridas muy parecidas a las que dejan los rasguños de los gatos en las muñecas (me gustan los gatos).

Con el paso del tiempo me convertí en el objeto por completo, la cosificación paso a ser mi mejor amiga y ya no era la niña que añoraba esa idea de sentir y vivir como un túnel. Sabía que me había perdido, pero ojo, yo era el túnel, por ende, me protegía por completo. Cada herida me hizo más fuerte -aunque solo haya sido una niña- y así fue como me acostumbré a ser dañada, a tener una vida hostil, a ser pasada a llevar, a las decepciones, a la depresión, a la ansiedad, a la pena, a la lluvia, al abandono, al dolor, a la fuerza, al otoño y al desamor. Creí que ya no creía, que ya no sentía, que ya no quedaba nada más que yo y mis malditas costumbres, sin embargo, se me olvidó por completo que la idea de ser un túnel, desde el comienzo, podía trascender todo menos mi ilusión por el amor. Si me preguntas, no sé con exactitud qué es el amor, sin embargo, si tuviera que definirlo, diría que es lo que derriba a los túneles.

De apoco comencé a sentir el amor de mamá, el amor de unx amigx, y el amor sano de una pareja, pero nunca llegué a sentir el amor por mi. Si buscamos, profundamente, en el túnel, puedo decir con certeza que sé que no me amo, que no me quiero, que no me valoro y que no tengo autoestima, de hecho, hay días en los que me odio, por eso detesto los espejos, siempre me han mostrado a una persona que no es agradable a simple vista.

A pesar de no tener mi propio amor, algo había cambiado. De repente ya no quería ser un túnel sin salida, ahora quería tener ventanas e incluso dejar pasar a personas, y eso era algo nuevo. Es como la frase “dale poder a alguien que nunca lo tuvo, y conocerás la verdadera tiranía”. Nunca había sentido el amor antes, solo una pizca bastaba -y bastó- para que toda la oscuridad y la soledad se desmoronaran, arrastrando con ellas mi hogar, mi refugio, mi túnel. Las personas que me rodeaban lograron que soltara lo que me protegía, lo que me mantenía, lo que me daba un sentido, y que lo reemplazara por amor y por compañía humana. Sin embargo, todxs -me incluyo- se olvidaron de que esta niña, que podía destrozar todo su esfuerzo por salir a flote si de amor se trataba, quedaba desnuda sin un túnel, completamente entregada a lxs demás y viviendo por y para lxs demás.

Así fue como pasé de ser un objeto fuerte, decidido y estructurado a no ser nada más que una simple mujer, débil, que se inventó un mundo completamente idealizado para poder seguir viviendo, aunque creo que al final ese objetivo nunca se cumplió. En vez de aferrarme al túnel me aferré a las personas y eso me mató, sí, me mató, porque se me olvidó que vivimos en un lugar que derrama sangre todos los días, donde no existe la lealtad, donde las promesas no son promesas, donde no es utopía, sino distopía. Cada persona en la que creí me decepcionó -pero eso ya lo sabes porque es predecible- y comencé a sentir algo que nunca experimenté antes: el abandono.

Si uno se puede morir por amor, vale decir que creo en eso, ¿Cómo no esperaban que realmente no quisiera seguir con mi vida después del abandono? El abandono viene de la mano con la realidad, y no es sino hasta que comprendes que te han dejado donde te das cuenta de cómo es tu alrededor. Después del abandono dejas de idealizar, te sacas los lentes, las nubes se van, sales de la caverna -como diría platón- y todo lo que antes no podías ver ahora está claro, tan claro que llegas a quedar ciegx de tanta luz. Desde ese momento, comienza la despersonalización, el odio, la rabia, la cólera y la desesperación.

Al final te das cuenta de que nunca has estado aquí, que no has tocado el suelo porque llevas años flotando, que vas por la vida buscando mecanismos de defensa que te mantienen vivx porque sientes que le temes a la muerte, que no te hayas en ningún lado y que ese túnel, tan propio de ti, por más que quieras, nunca podrás volverlo a construir porque ahora sabes que solo es -y será- un parche ante una herida que no dejará de sangrar.

Lo que siento en este momento no es como antes, antes sentía muy poco, ahora es demasiado. Estoy constantemente pensando(me), hablando(me) y recordando(me) la realidad y, al final del día -de todos los días- me doy cuenta de que no la quiero, no la quiero ni la acepto. No quiero ser más fuerte, no quiero sentir decepción, no quiero que alguien intente arreglar lo que está roto en más de mil pedazos -tampoco quiero ser yo la persona que lo intenta-, no quiero despertar, me duele despertar, me cuesta levantarme, me quiebra moverme, me agobia sonreír, y ya no puedo fingir si no es gracias al alcohol porque generé una dependencia.

Después de estar cerca de la muerte, muerte que unx mismx se quiere provocar, nada vuelve a ser lo mismo. Lo que antes estaba roto ahora está más roto, lo que antes provocaba dolor ahora provoca más dolor, y lo que antes te limitaba a tener actos suicidas, ahora ya no te limita más. Muchas veces me repitieron que era luz, que brillaba, y si es que realmente es así, no hay que olvidar que es esa misma luz la que atrae a personas que te matan, y créeme, no hay nada peor que estar muertx en vida.

Ya no puedo decir quién soy si es que alguien me lo pregunta y si no soy nadie, entonces qué hago aquí….

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS