MI COSITA

Por: Jorge Alberto Velásquez P.

«Hay mucho amor disponible en el mundo, solo hay que compartirlo»: es una corta frase de la película «Unconditional» que acabo de ver entre lágrimas, en esta mañana de viernes santo, con un cielo que no ha cesado de llorar, quizás por el recuerdo de la lejana muerte de un hombre de amor que fue crucificado por el temor, o quizás simplemente porque la falta de amor compartido a día de hoy, obliga a llorar.

Hoy es un día para recordar los hermosos momentos que apenas instantes atrás viviéramos con Mauro, un gigante de un siglo que celebraba su nueva edad declamando versos aprendidos noventa años atrás; hoy es un día para agradecer que Emilio, con tan pocas horas de presencia en este su nuevo mundo hubiera estado cerca de morir por negligencia, como es ahora común morir; hoy es el día que Gabrieldecide morir con dignidad dejando que sea su cuerpo quien decida cuando y como dejar de alojar a su alma que algún tiempo con los suyos lo mantendrá.

Hoy es viernes santo, y no para el cielo de llorar. Y los relatados momentos descritos me deberían unir a ese mudo llanto y me deberían hacer también llorar, no en brevedad por una película recién vista. Quisiera hacerlo en solidaridad con el gris color de la lluvia y las sombras de la tristeza del día de hoy, pero en este mismo hoy, dispongo de otras lágrimas, no de las de sal que acompañan el dolor, sino de las dulces lágrimas que va produciendo la emoción, las dulces lágrimas que surcan mejillas para terminar en los bordes de las sonrisas que produce el amor.

Mi vida se va agotando aunque resta mucho por vivir, mi vida se va cansando aunque queda mucho por caminar. Pero mi vida sin esperarlo se llenó de amor, mis días cambiaron sus grises por color, mis días permutaron tambores por trinos, y platillos por violines. Es una cosita pequeña que me mira seguramente sin reconocerme, que toma con su gigante manito un dedo pequeño de la arrugada mano mía, que dice un «aguuuú» que en el idioma de los abuelos seguramente significa «te quiero», que con un tetero te invita a brindar con él por la felicidad que ha llegado y por la felicidad que está en la línea de partida dispuesta a arrancar. Es una hermosa cosita que vuelve a sonreírme sin saber quién soy yo, y de nuevo me dice «aguuuuuuuú», esta vez más largo y para el cual en el diccionario de los abuelos no encontré la definición. Es una tierna cosita que luego de un desastre que obliga a un cambio de pañal, la irracionalidad de un abuelo llega a comparar con exquisitas fragancias de lirios de valles y gardenias. Es una cosita redondita para contemplar mientras duerme sin alojarme en su soñar, sin siquiera inquietarse por mí presencia en su despertar.

Mañana seremos una sociedad, nieto y abuelo, que todo lo permitirá, que nada prohibirá… solo a los padres decirles la verdad. Mañana seremos cómplices de hamburguesas y Coca-Colas sin horarios, de chocolates para engordar; mañana volverán los matinales aunque no haya películas para presentar, ni siquiera teatros para visitar; mañana seremos ingenieros de sistemas y compartiremos el disco duro de un cómplice amor. Mañana quizás él quiera también con sus padres estar, a pesar del NO que yo le prometo por siempre negar. Pero mañana es un futuro que llegará más tarde, y busco lo temprano que es este hoy. Y ahí está. Mi cosita que no me dice «te quiero» pues aún no me quiere, y que aún no sabe que me muero por él. Mi cosita que me abraza sin saber por qué, pero que con su abrazo me derrite en llantos de amor. Mi cosita que me dice «aguuuú», y esta vez tampoco le entendí, pero me sonó a poema, me sonó a canción.

Este gris viernes santo se iluminó. En mi nuevo diccionario se dice así: Agú.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS