Mi adorado Gigante

Estela se encontraba con un vientre prominente, a duras penas podía caminar, se levantaba para ordeñar a las vacas a tempranas horas del día, la mujer se sentía incomoda cada día que transcurría, observaba su vientre y decía: Ay hijito mío, solo espero que llegue el día en el que crezcas lo suficientemente y puedas ayudarme con las tareas del hogar, necesito un hombre alto, corpulento, fuerte que pueda ayudarme a amarrar a estas gordas y pesadas vacas.

  • Listo, ya las tengo amarradas, ahora puede sacarles la leche sin ningún problema.
  • Gracias Antonio, te llamo más tardecito para que me las desamarres.
  • Está bien Estelita, ahora me iré a mi chacra, tengo que darles de comer a mis gallinas, nos vemos.
  • Chau, chau, más tarde te aviso.
  • Listo, ahorita mismo se las dejo sin soga.
  • Si, más bien te pido un favor, ayúdame a llevar mis contenedores al pueblo.
  • No te preocupes vecina, lo subiré en mi camioneta yo mismo, debo llevar mi alfalfa y los huevos también.
  • Gracias Antonio.
  • Mañana tempranito llega mi hermana de la ciudad, ha ido a visitar a mis otros hermanos.
  • ¿Cómo es la ciudad?- pregunto Estela.
  • Grande, no te imaginas, el pueblo apenas es un pedacito de alfalfa a comparación de todo lo que cargo.
  • Me gustaría conocer.
  • ¿En serio? Un día podemos ir si quieres, tengo una casita por allá, solo que prefiero quedarme acá, aun no me acostumbro a ese ritmo de vida, me gusta mi campo.
  • ¿Tanto así? Yo solo quiero conocer, si tú no te acostumbras menos yo.
  • Sí, pero un día vamos ¿Ya?
  • Listo.
  • Que grande tu vientre, vas a explotar – dijo una mujer.
  • Si, bien grandecito esta, solo quiero que nazca.
  • Va a ser igual de empeñoso que tú.
  • Eso espero, aquí tienes tus dos litros de leche.
  • Gracias y suerte.
  • Estelita me olvidaba, toma.
  • ¿Qué es este dinero? – pregunto Estela totalmente confundida.
  • Es lo que me has estado pagando por amarrarte las vaquitas.
  • Pero es tuyo ¿Por qué me lo das?
  • No te preocupes, yo solo quiero ayudarte y no puedo ayudarte mientras te cobro, por favor acepta tu dinero, tú lo vas a necesitar, yo con mi venta de hoy me mantengo suficiente.
  • No, no, es tu plata, te lo has ganado.
  • Terca mujer, acéptala o sino ya no te ayudare.
  • No me ayudes pues.
  • Quiero ayudarte mi flor silvestre.
  • ¿Ah sí? A mí no me vengas con coqueteos Antonio.
  • Tómala mujer, ahí te la dejo.
  • Ya, pero en recompensa déjame invitarte un almuercito el día de hoy ¿Aceptas?
  • Acepto, yo lo pagaría pero sé que si lo hago no aceptaras el dinero.
  • Hombre terco eres.
  • Ahora si Estelita, siéntate con cuidado que la criatura tiene que estar cómoda también.
  • Ya está bien cómoda.
  • Bien, entonces vayamos.
  • Vamos al local de la Marcela, ella cocina bien rico.
  • Vayamos entonces.
  • Siéntate Estelita.
  • Gracias amiga, que grata eres.
  • UY Estela no sabía que el Antonio era tu hombre – dijo la mujer dándole de codazos en el brazo.
  • No es mi hombre, solo es mi amigo.
  • Pero el Antonio se ha puesto rojo como un tomate, míralo – dijo Marcela.
  • No para nada, es por la calor – dijo Antonio tratando de desviar la mirada.
  • Si seguro – dijo Marcela como quien no se creía la cosa.
  • Bueno mucha broma por hoy Marcela – dijo Estela evitando sonreír de la vergüenza.
  • Entonces ¿Qué les sirvo?
  • A mi dame un pejerrey frito – dijo Estela.
  • Y a mí un estofado de pollo – dijo Antonio.
  • Listo, ya lo tengo apuntado y cuidado con hacerse cariñitos ah.
  • No le hagas caso, siempre se hace la chistosa.
  • Pero si tu también te has sonrojado, no me mientas – dijo Antonio sonriendo de manera picara.
  • Ay, ya me quieres hacer enojar, bien payaso eres, deberías animar fiestas infantiles.
  • No es una mala idea, asi puedo ayudarte con los gastos de tu hijo.
  • Oye ¿Qué te pasa? Yo no estoy buscando marido por si acaso.
  • Pero dime Estelita, yo quiero ser tu compañero y hombre de toda la vida.
  • No, no, tu solo eres mi amigo, no confundas las cosas.
  • Al menos prométeme que lo vas a pensar.
  • Vamos a ver, si el día de hoy pasa una estrella fugaz te acepto, sino olvídate.
  • Vas a ver como mañana seremos marido y mujer.
  • Listo, aquí está su pedido y disfrútenlo.
  • Gracias Marcelita.
  • Bueno Estelita ya vuelvo más tarde, voy a hacer unas cosas pendientes y regreso al anochecer.
  • Está bien, te espero.
  • Levántate dormilona, tenemos que saber la respuesta.
  • Ay qué hombre para más puntual, espérame.
  • Ya, solo esperaremos una hora – dijo Estela.
  • Veras que te ganare.
  • Aun nada, creo que mejor te rindes – dijo Estela tocándole la cabeza.
  • Así falten diez segundos no me rendiré.
  • Mira ahí – dijo Estela con emoción.
  • La estrella fugaz, apareció al último segundo, te gane mujer, ahora si seremos pareja por siempre.
  • Que suerte tienes.
  • Suerte nada, fuiste tú la que me aviso, entonces tú también querías que pasara mujer picarona – dijo Antonio con una alegría que lo rondaba.
  • Cálmate, que ya sale – gritaba el doctor.
  • No puedo más, es horrible.
  • Tu puedes Estelita – decía Antonio.
  • Jesús, María y José es enorme.
  • ¿Es varoncito?
  • En efecto lo es, pero por Dios, es increíble. Enfermera llévelo, que lo limpien y lo pesen.
  • ¿En cuánto tiempo me lo traerán?
  • Mantenga la calma, solo le digo que el tamaño de su niño es abismal.
  • Bendito Dios, que gigantesco – dijo la enfermera
  • Espera Lourdes, míralo, no lo puedo creer, tiene dientes.
  • Nadie lo creerá.
  • Sera mejor que no lo mencionen, la gente de aquí tiene tradiciones muy extrañas y es mejor que no lo sepan – dijo el Doctor quien apenas entraba por la puerta.
  • Debe tener el tamaño de un niño de 5 años y lo más raro es que posee dientes – dijo Antonio sorprendido.
  • No sé qué sucede.
  • Pero ve el lado bueno, tu hijo será grande tal cual lo habías soñado.
  • Claro un hijo grande, pero el mío ya lo está demasiado.
  • Tranquila mujer, lo criaremos muy bien.
  • Tadeo, Tadeo ¿En dónde estás?
  • Aquí papa, estoy viendo a las ovejitas.
  • Muy bien hijo, pero ten cuidado, no quiero que nadie te observe.
  • Está bien papito.
  • Con cuidado ve a la casa, tu cacerola ya está separada para ti.
  • Gracias papa, ahora mismo me voy a comer mi seco de corderito.
  • Listo mama, aquí estoy.
  • Aquí tienes hijo, para que comas, pero por favor ya no crezcas más.
  • Eso no depende de mí.
  • Ya lo sé, pero de igual forma lo digo.
  • Mama ¿Puedo ir a jugar con las ovejas en el campo de abajo?
  • No, señor, claro que no, nadie puede verte.
  • ¿Verme? ¿Por qué mamita?
  • Pues, porque van a pensar que te estas robando a las ovejas – mintió Estela.
  • AH bueno, si es por eso no hay problema, no lo hare.
  • Bueno, basta de habladurías, mejor ponte a comer.
  • Esta delicioso – dijo Tadeo dando un mordisco a la carne.
  • Comes demasiado pero vale la pena, estoy orgullosa de ti.
  • Ustedes comen muy poco, ¿Por qué soy tan grande?
  • No, tú no eres grande, yo soy pequeña que es diferente.
  • ¿Papa también?
  • Si pero él es un enano – dijo Estela riéndose.
  • Si, tan enano como las vacas – dijo riéndose también.
  • ¿Qué vamos a hacer Antonio? Cada vez come más y más, ahora le cocinamos dos vacas al día y la verdad es que el dinero está demasiado escaso.
  • Lo se Estela pero tampoco podemos dejarlo sin alimentarse.
  • Lamentablemente no vive una vida normal, lo mantenemos oculto por el hecho de que la gente aquí es bien cerrada y no tomaría con buena forma la existencia de Tadeo, pues es un hombre grande por no decir gigante.
  • Sí, pero él no debe saberlo, en su ingenuidad cree que solo existe el y nosotros.
  • Espero que esto perdure siempre, no me quiero imaginar que sería de mi pequeño cuándo yo le falte.
  • No digas eso mujer, para eso falta mucho, poco a poco hay que ir diciéndole la verdad.
  • Si, tienes mucha razón.
  • Solo será un día.- dijo Estela.
  • Entonces vamos y venimos, le diremos a Tadeo que él se cocine su propia carne.
  • Si, lo bueno es que ya le enseñe a cocinar, aunque se le complica pero al fin y al cabo ya puede prepararse sus propios almuerzos.
  • ¿Lo vieron? Era enorme, golpeo el camión como si fuera un juguete.
  • ¿De dónde salió? – dijo otro.
  • No lo sé, pero venia de los terrenos de aquella mujer que se hizo adinerada.
  • Claro la tal Estela, la pareja de Antonio.
  • Si, la misma.
  • El pueblo tiene que saberlo – dijo Manolo, el líder.
  • Esperen un momento, ahora que recuerdo mi prima daba pensión a una ex enfermera que laboraba en la posta. Ella le comento que la tal Estela había dado a luz a un niño de 11 kilos.
  • ¿Estás seguro de lo que dices?
  • Si, si ya lo recuerdo.
  • Exacto fue ese mismo que nos encontró rob…..
  • Cállate idiota, si se enteran que somos nosotros nos colgaran – dijo Manolo tapándole la boca a uno de los ladrones.
  • ¿Cómo dices Benito? Pregunto el cantinero.
  • Déjalo, Benito ya bebió demasiado. ¿Ya lo ven? Es ese niño el que ahora creció, él es el culpable de los robos, es por eso que su familia se ha hecho adinerada.
  • Sí, es eso, ya encontramos a los ladrones, hay que informarle al alcalde ahora mismo – dijo uno de los pueblerinos.
  • ¿Sera mama?
  • Dios santo no pensé que fuera tan grande – pensó el Alcalde.
  • ¿Y ustedes quiénes son? – pregunto Tadeo.
  • Hemos venido a buscarte, tenemos algo que te va a encantar.
  • No, no, mi mama me ha dicho que no debo salir del establo así que adiós.
  • Tenemos comida, harta comida, te va a encantar, hay panes con azúcar, carne de res y vaca.
  • No lo sé – pensó Tadeo.
  • Vamos, te divertirás.
  • Está bien, pero solo un rato.
  • Al fin llegamos – dijo el Alcalde.
  • ¿Y la comida?
  • Esta adentro de aquella casa, ve que es toda tuya.
  • Está bien, ahí voy –decía Tadeo mientras saboreaba.
  • Jalen con toda su fuerza – grito el cantinero.
  • Lo logramos. Muy bien – dijo Manolo.
  • Vamos a la chacra de Fidel lo más rápido posible.
  • Malditos. ¿Qué le han hecho a mi hijo?.
  • Largo, largo – gritaba Antonio.
  • Tadeito, respóndeme.
  • Mamita – dijo Tadeo mientras hablaba a duras penas.
  • ¿Estás bien?
  • No, mamita, me duele todo mi cuerpo.
  • Resiste por favor.
  • No sé qué hice mal, perdóname mamita, perdóname – dijo Tadeo mientras perecía.

La mujer sufría para tener una estabilidad cómoda, tenía que ordeñar las vacas ella misma, pues no tenía dinero suficiente como para pagar a alguien que lo hiciera por ella. Ya verás hijo mío, esta vaquita se llama Sandy y es la más grande de todas, su leche te va a hacer fuerte y serás el hombre de la casa –pensó.

Estela era madre soltera, el hombre que la embarazo había huido a su ciudad natal, pues como perfecto hijo de hacendado no quiso hacerse cargo de haber traído un hijo por accidente.

Tardó mucho en lograr su objetivo pero al final lo había logrado, toda la leche estaba en su propio contenedor sobre el hermoso pasto verde. La mujer se reincorporo con dificultad mientras hacía señas a Antonio para que regrese.

Una vez que todo se encontraba en la parte trasera del vehículo procedieron a emprender el camino.

Una vez llegado al pueblo Antonio coloco una banca pequeña para que Estela pueda sentarse, luego el hombre se dispuso a bajar su alfalfa, huevos y los contenedores.

La mañana recién comenzaba y el pueblo está muy nublado, los vendedores iban llegando a la feria para realizar sus ventas.

La mujer se despedía y se iba perdiendo con la cantidad de gente.

La venta del día fue excelente, Antonio estaba contento por las ganancias y por la invitación de Estela.

Cuando llegaron al local fue la misma Marcela quien los recibió en la puerta, la mujer era de estatura media y vestía un mandil de color rojo.

La mujer se retiraba hacia el fondo de la cocina riéndose a grandes carcajadas.

Estela se ruborizo y trato de ocultar sus nervios.

Ambos comieron con tranquilidad, cada uno saboreando su comida. Antonio estaba ansioso para que la noche llegase y pueda ver las estrellas y así ubicar a aquella que les daría la respuesta.

Ya atardecía y Estela se subió con mucho cuidado a su cama, quería descansar después de aquel día agotador.

La noche llego y Antonio despertaba dulcemente a Estela.

Ambos se sentaron en una banca afuera de la pequeña casa. La luna estaba presente y más brillante que nunca, todo el campo era iluminado, era una hermosa vista.

Pasaron 40 minutos y las estrellas seguían estáticas, parecía como si nada pudiera pasar en aquella iluminada noche.

Efectivamente solo faltaban 10 segundos para que la hora acabe y Antonio aun miraba el cielo con total atención.

Pasaron dos meses y Estela se encontraba sujetando fuertemente las sabanas de la camilla, el parto era doloroso, sentía que el cuerpo se le partiría en cualquier momento, jamás había sentido un dolor tan aterrador como el que sucedía aquella noche.

El parto culmino y el doctor tenia al bebe en sus manos.

Las enfermeras limpiaron al recién nacido, lo pesaron y se llevaron la sorpresa de ver que él bebe pesaba 11 kilos.

Estela estaba conmocionada con su hijo, en casa se dio cuenta que era muy pesado.

Pasaron 5 años y el niño tenía un tamaño descomunal de dos metros y medio.

Tadeo corría a pasos agigantados hacia su casa.

Pasaron 15 años desde aquella conversación y Tadeo se encontraba descansando bajo aquel oscuro techo. Los padres de Tadeo habían construido un establo enorme, cualquiera que lo vea pensaría que en realidad se trataría de un establo repleto de animales pero la realidad era muy distinta, aquel establo era la habitación del enorme muchacho el cual ya superaba los fantásticos 20 metros de altura.

A su edad el gigante aún tenía la mentalidad de un niño a pesar de ser una persona totalmente normal, pues su inocencia era muy dulce.

Tadeo salía del establo para dirigirse al cuarto de sus padres, camino a pasos sigilosos, fue cuando por accidente escucho una conversación que le cambio la vida totalmente.

En ese momento Tadeo comprendió todo, era ese el motivo por el cual nunca podía jugar cuando era niño, entonces descubrió que lo que su madre le dijo era falso. Entonces ellos no son pequeños, yo soy grande que es distinto – pensó Tadeo. Lo único que pudo hacer era regresar a su habitación y sentarse sobre el suelo, le fascinaba observar el paisaje, ver a los animales jugar entre ellos.

No podía ocultar su tristeza, siempre pensó en la idea del porque eran las únicas personas existentes, comprendió que todo era mentira, en realidad solo lo ocultaban para que ninguna otra persona lo vea.

Algún día me gustaría pasear tranquilamente sin que nadie me tema, correr por el campo, bañarme en el rio, saltar desde los más altos cerros pero ya veo que es imposible, cualquiera que me vea se llevaría un susto de muerte – pensó Tadeo.

En el transcurso de los días Estela tenía que viajar a la ciudad por un tema de negocios, Antonio quiso acompañarla por el hecho de que la madre de Tadeo nunca había salido más allá del pueblo.

Los padres del gigante le dieron las instrucciones, tenía prohibido salir del establo hasta que ellos regresen.

Llegada la hora del almuerzo, Tadeo coloco la carne sobre unos enormes cilindros que fueron soldados hasta llegar a ser lo más parecido a una sartén, mientras la carne freía el gigante saco las 100 papas cocidas y las coloco sobre su plato. Luego de ello se dispuso a comer, cada vez que lo hacía sentía una paz interna, pues sabía que cada vez se volvía más independiente.

La tarde se asomaba y Tadeo descansaba, en eso un fuerte sonido lo alarmo, abrió los ojos y observo que a lo lejos unas vacas estaban siendo maltratadas por unos individuos que subían a los animales sobre un camión.

No puede ser, pobres animales, ellos no merecen ese maltrato, las están robando, tengo que hacer algo – pensó.

No lo dudo ni siquiera un minuto, rápidamente se paró de un brinco, abrió la puerta y corrió a toda fuerza hacia el lugar de los hechos.

Efectivamente estaba en lo cierto, aquellos individuos eran ladrones de ganado y habían estado acechando a aquellos animales desde hacía mucho tiempo y habían encontrado la oportunidad perfecta para hacerlo.

Tadeo llego y lanzo un golpe contra el camión que salió volando metros de distancia, uno de los ladrones se asustó y empezó a disparar hacia todos los lados posibles, los sujetos no podían creer lo que veían, Tadeo con su altura los asusto tanto que terminaron huyendo a pie, pues el camión se había averiado.

Los disparos provocaron que algunas de las vacas fallecieran, Tadeo sentía un dolor diminuto en el brazo, al revisarse descubrió que una de las balas le había caído de lleno pero no era lo suficiente como para dañarlo.

Al ver aquellas vacas moribundas no lo pensó dos veces y agarro a cada una de ellas para llevárselas a su establo. Allí las cocino y comió hasta quedarse totalmente satisfecho.

Los ladrones llegaron al pueblo totalmente cansados, apenas y podían hablar, descansaron unos minutos bajo la sombra de un árbol.

Los 4 ladrones acudieron al bar del pueblo y fue en donde comenzaron a narrar lo sucedido pero la gente solo se reía y los daba por locos. Todo iba igual hasta que el Cantinero recordó algo.

La noticia se expandió por todo el pueblo en cuestión de horas y para la noche todos estaban reunidos en la plaza principal.

-Muy bien, debido a que tenemos testigos, creo que lo necesario será ir y acabar con ese Gigante – dijo Faustino el alcalde del Pueblo.

– Hay que matarlo – dijo una de las pueblerinas.

– Pero tenemos que ejecutar el plan que tengo en mente – dijo el alcalde.

-¿y cuál es? – pregunto el cantinero.

– Tenemos que utilizar la casa situada en el terreno de Fidel, esa casa es lo suficientemente grande como para que el quepa adentro.

– ¿Y luego? Pregunto el Cantinero.

– Para eso debemos sujetar una soga entre todos, haremos fuerza y lograremos que esa enorme casa caiga sobre el gigante.

– Exacto buena idea, además a Fidel también le han robado muchas cabezas de ganado, estará dispuesto a colaborar – dijo otro pueblerino.

A la mañana siguiente el plan ya estaba totalmente listo, solo les quedaba llamar la atención del gigante.

Tadeo se encontraba durmiendo, cuando sintió que le tocaban la puerta.

La puerta se abrió sigilosamente cuando vio a la multitud.

Los pobladores temían alguna mala reacción del gigante, verlo caminar los aterraba, aun sentían los nervios, temían que el gigante se percatara de la trampa.

El gigante tuvo que arrodillarse para poder entrar, ingrata fue su sorpresa al darse cuenta que no había absolutamente nada.

El pueblo jalo la soga más y más, y el muro recién construido comenzaba a ceder.

Tadeo escucho los gritos y quiso salir de la casa, pero para su mala suerte el enorme muro cayó sobre la casa aplastando a Tadeo.

Estela y Antonio llegaban a su casa cuando Marcela apareció gritándoles a lo lejos.

-¿Qué sucede? – pregunto Antonio.

– El alcalde se ha enterado de la existencia de Tadeo y han planeado matarlo en las chacras de Fidel – dijo Marcela.

– No, no es posible- dijo Estela corriendo hacia el establo.

Para su mala fortuna se dieron cuenta de que Tadeo no estaba adentro.

Cuando llegaron vieron a la multitud rodeando el cuerpo de Tadeo.

Tadeo aún estaba bajo todo aquel montón de adobes y piedras.

Desde aquel entonces aquel lugar se convirtió en una enorme montaña la cual Estela visita todos los días junto a su nuevo hijo en brazos.

FIN

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