Memoria
Escribo para no llorar. Escribir hace que me sienta estúpida. Así es mejor…
Dicen que el infierno es un lugar horripilante, que las almas más degeneradas, impuras, podridas… pagan cada delito cometido en vida. Aunque tengo previos conocimientos de que el infierno existe —y los demonios, los pecados y todo aquello relacionado con eso—, también sé que el cielo es real. Sé que Dios nos escucha, que los milagros solo existen en personas vivas, mas no en muertas; que hay ángeles cuidando y combatiendo el mal. Incluso hay más cosas buenas de Dios que la mayoría desconoce, pero que ahí están.
Sé que el perdón existe, y la bondad también. Incluso sabiéndolo, incluso contando con estas reliquias que Dios me ha otorgado, este hueco negro dentro de mí no cede.
Hay veces que me siento en el cielo y en el infierno al mismo tiempo. Es un abismo donde la caída sólo cesa en pequeños segundos, aunque a veces predomina… esos pequeños momentos de cielo me permiten seguir resistiendo. Y cada que los recuerdo, me hacen preguntar si vale la pena, si alguien como yo merece esos momentos de felicidad.
A veces imagino que Dios me susurra: —Toma, un recuerdo. Y por un instante, mi infierno se convierte en cielo.
Es como si fuera un árbol atrapado en un tornado: girando sin control, golpeándome con todo a mi paso. Pero, en algún momento, tengo que atravesar el ojo. Y cuando llegas ahí… todo es calma, hay luz, hay silencio. No hay golpes, no hay dolor. Entonces todo vuelve a ser claro y puedes tener un solo, pequeño momento para apreciar ese paisaje efímero… y de nuevo, volver a ser arrastrado.
Pero aunque eso suceda, no me dan ganas de morir. Al contrario: quiero seguir viviendo. Eso es algo muy cobarde de mi parte: tener miedo a morir. La verdad es que la única manera de castigarme es seguir viviendo.
OPINIONES Y COMENTARIOS