MEMORIA
La memoria es nido tibio donde reposa nuestra vida. A veces suelta, a veces apretada como granos de arena, la memoria suele ser nuestra vista interior. Algunos ven en ella una cita insoslayable… y ven bien. Tiene el rumor de mañanas apacibles, de flores amarillas, de un lago que sube. Todo se estropea con el uso, menos la memoria. ¿A quién no le ha traído el olor de la tierra natal? ¿A quién no le ha servido para atenuar el sonido de la voz, para atenuar los propios pasos? Los caminos y los besos y las ganas de llorar se calientan en la memoria. Ella tiene subiendas y abismos de fuego. También es dueña del silencio. Cuando el tiempo se arroja sobre las gentes y les deja su marca indeleble debajo de las uñas, en el pelo, en las arrugas de los ojos, la memoria queda como fortuna entrañable: imágenes disímiles se juntan, el mundo se pone lleno de color, de ventanitas abiertas, pero a la vez, se llena de agotamiento porque la memoria, como los pies, también se cansa. Después de algunos años, conocido lo justo, efectuadas las pausas de la vida, se recurre a la memoria para encontrarse en las penumbras de uno mismo. De suerte que así sea. Martin Álvarez E.
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