De un tiempo a esta parte la memoria ha dejado de ser mi fiel amiga. Me falla y me defrauda más de lo que quisiera.

Sé que no lo hace con maldad, es vieja, tal vez más que yo, y las piernas le fallan al intentar recorrer el camino de vuelta a los recuerdos. En ocasiones se cansa y decide mentirme para no seguir caminando. Otras, consciente de cuánto le costará llegar hasta allí, simplemente no emprende el trayecto.

Pero las más de las veces simplemente se confunde, mezcla los lugares, las personas, los hechos… y me los regala revueltos y mezclados cual tutti frutti de pasajes imposible de desenmarañar.

Los pone en la cesta de la añoranza con cuidado, adornados de miles de detalles contradictorios, y los ves revolverse cual gusanos de pesca, continuamente en movimiento sin llegar a ningún lado.

Yo voy sacando las piezas de aquel puzzle de una en una, ofreciéndoselas a mis allegados, tratando de tender un hilo entre ellas al inicio, pero inevitablemente abocada al final a la verborrea sin sentido.

Y la veo a ella, a mi en otros tiempos fiel memoria, sentada en aquella pequeña silla de mimbre, encogida y cansada por el efecto de los años, pero satisfecha en su creencia de haber creado un relato sin igual digno del más elocuente juglar.

Me acerco a ella entonces con dulzura, la agarro de las manos, y sentada a su lado me convierto en su voz, a sabiendas de que todo lo que diga será puesto en duda, pero creyéndome cada palabra como si fuera cierta ante el miedo de ser ambas descubiertas en nuestra vejez.

Olga

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS