Me empieza a molestar que haga frío en la ciudad y siento que no paro de apagar el despertador, en las mañanas mis pensamientos vuelan en cualquier cosa que me llegues, a veces imagino que alguien me viene a buscar, esa persona jamás sé quien es, pero siempre es el mismo.

Es alto, de ojos avellana y su cabello es rizado de color negro. Veo que habla, pero jamás escucho que dice.

Decido levantarme de la cama y dirigirme al baño, orino y me levanto de la taza, lavo mi cara y salgo para ponerme el uniforme del colegio. Termino y escucho a mi mamá gritando mi nombre:

— Ileana, ya está tu almuerzo, baja.

Continúo arreglándome hasta que termino, guardo lo que me falta y bajo ya con mis cosas en la mano.

—¿Qué me preparaste? —pregunto mientras dejo mis cosas.

—Avena, querida —dijo sin más.

Aunque se vea asqueroso me lo como porque no quiero ser grosera, veo la hora y ya se me hizo tarde.

—¿Por qué no me avisas que ya es hora de irme? —cuestioné enojada.

Me paré de la silla y corrí a mi baño a lavarme los dientes, pero me detuve antes de meterme el cepillo con pasta a la boca, volteé a ver mi inodoro y puse música para no ser escuchada.

Limpié mi boca con papel y me lavé la boca, quité mi música y baje, afortunadamente hacerlo ya no me tomaba más de 6 minutos así que no me tardé mucho. Tomé mis cosas, me despedí de mi mamá y salí de la casa.

—Hey, Ileana, vamos juntas —gritó mi vecina —y asentí con la cabeza.

Conozco a Samm desde que me mudé a este vecindario, me cae bien y somos muy unidas, somos como mejores amigas.

—Pero apúrate que ya es tarde y sabes como se pone la madre Agnes cuando llegamos tarde —le grité mientras empezaba a correr —rápido Samm.

Ella me alcanzó y mientras corríamos nos íbamos riendo, de algún modo ella hace que todo sea más ameno, si me hubiera ido sola estaría muy preocupada y para nada vería el lado gracioso, pero hoy voy con ella y todo es mejor.

Llegamos a la escuela y todo fue igual que siempre, no me he cambiado de colegio solo porque no cambian a Samm, estas madres solo saben pedir resumes o dibujos, Dios estaría muy decepcionado de ellas, de nada me va a servir lo que ellas me enseñen, he aprendido lo que sé gracias a mí y a un amigo que conocí por ahí, aparte las horas que le dedican a rezar deberían de ocuparla para otra cosa, son ridículas.

Llegó la hora del almuerzo y Samm y yo fuimos a la cafetería, ambas llevábamos un lonche y lo comimos todo, después de rezar siempre nos da mucha hambre y sentimos que si comemos de los dos almuerzos que nos mandan comemos más.

Terminamos de comer y ya íbamos para el salón.

—Adelántate Samm, voy a ir al baño.

—Está bien, te veo en el salón —y se fue sin más.

No me iba a tardar, solo es que comí mucho.

Escupí y limpié mi boca con la manga de mi camisa, jalé de la cadena y salí del cubículo, lavé mis manos y enjuagué mi boca, quité el seguro de la puerta de los baños y salí.

Las clases continuaron igual, no hubo mucho que valiera la pena, llegué a mi casa y lo primero que hice fue dormirme.

Desperté a las horas como siempre y bajé a comer, mamá no está en las tardes, entonces no me es necesario poner música para que no escuche, terminé de comer y fui al baño a vomitar todo lo que comí, regrese a mi sala más ligera y me puse a ver la televisión, sentía hambre pero preferí sólo llenarme de agua.

Me aburrí de la televisión y subí a mi cuarto para hacer mis deberes, comencé a hacerlos y todo iba normal, hasta que de reojo vi mis medicamentos, hace días que los tiraba por el baño o los vomitaba, pero ya me iba a dormir así que decidí tomar la dosis indicada.

Guarde mis cosas en la mochila, me prepare para dormir y me recosté para conciliar el sueño y fue muy sencillo.

Desperté, pero estaba en un cuarto que no era el mío, me quise levantar rápido, pero no pude, sentía que mi cuerpo era más pesado.

En eso entró un chica muy amable con uniforme blanco — Ileana, ¿Cómo dormiste?

Me quedé quieta, ¿Esa chica quién es? —¿Tú quién eres?

—Soy Margot, la enfermera —se quedó en silencio y volvió a hablar —¿Volviste a dejar de tomar tu medicamento?

No podía hablar, tenía miedo, pero volteé a ver mis manos y eran arrugadas, arrugadas como las de una anciana.

—No sé desde cuando no has tomado tus medicamentos, pero todo lo que has pasado no es verdad, sigues creyendo que aún estás en el colegio con  Sam.

—¿Cómo que no es verdad? Si ayer mi mamá me preparó avena de desayuno? —pregunté con miedo.

—Ayer yo te preparé esa avena —contestó Margot.

Y entonces llegaron todos los flashbacks, ayer no fui al colegio, fui a la sala con todos los demás ancianos, no vi a Sam, estuve con una señora y mi mamá era Margot.

—¿Dónde estoy? —pregunté con terror a la respuesta.

—En el hospital Hamilton de psiquiatría —contestó con pena.

El aire se estaba haciendo más pesado, al igual que mi cuerpo y entonces me dejé ir.

Desperté en otra sala, recostada, con un respirador y una intravenosa.

Entró un doctor y era el mismo que imaginaba que me iba a buscar.

—Hola señora Ileana, me dicen que dejo de tomar el medicamento.

—¿Me puede decir por qué estoy aquí?

—Claro, usted tiene un expediente muy largo, desde los 16 que ha estado entrando y saliendo, primero la trajeron porque atacó a su madre y mató a varios perros de su vecindario, luego se extravió un niño y usted lo tenía en su sótano, eso fue como a los 20, a los 29 realizó su primer intento de suicidio, pero como ve falló y hubo más intentos muy fallidos, pero volvió por última vez a los 56 porque acabó con la vida de su madre y la de una chica llamada Sam, alegando que su mamá no la dejaba ir a casa de Sam y que un amigo le dijo que era el único modo, fue a la casa de la chica y ella no la dejó pasar y usted igual acabó con la vida de ella. Estuvo varios años en la cárcel, pero se diagnosticó que usted sufría de esquizofrenia y ese amigo que dice que le dijo que era la única forma, solo fue parte de su imaginación.

Todos los recuerdos volvieron a mi mente de golpe, pasaron días y pude volver a mi habitación, una ventaja era que tenía una bañera en mi baño, la empecé a llenar para relajarme.

Se llenó y yo me metí en ella, tomé mi navaja e hice un corte profundo en mis muñecas, inmediatamente el agua se empezó a pintar de rojo, me gusta mucho el rojo…

Recosté mi cabeza y mira para el escusado y pude ver a mi amigo.

—Lo hiciste bien Ileana, te veo un rato.

Se me empezaron a cerrar los ojos y me empecé a sentir más ligera… Qué cómoda estoy.

Y cerré los ojos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS