¿Qué es vivir? ¿Cuál es el motivo? ¿Hay algo después? Posiblemente me faltan muchas preguntas sin respuesta por nombrar, al fin y al cabo seguirán igual: sin respuesta.
Muchos dicen que tenemos un plan, que luchamos por una eternidad con Dios; pero son simples suposiciones de escritos antiguos. Lo único seguro es que moriremos. Dejaremos de existir ¿Cuándo? Quien sabe. Puede ser hoy, en las próximas horas, minutos, segundos.
Mirate al espejo ¿Qué ves? A una persona saludable, tal vez. Ves tu cara, esa que cuidas celosamente; tus dientes, que cepillas todos los días; tu cuerpo, que tonificas con largas sesiones en el gimnasio. ¿Para qué? Para morir algún día.
Lograste muchas cosas mientras respirabas, casas, dinero, carros y mujeres; hasta te diste el lujo de ofender a un pobre señor que luchaba por sobrevivir. Pues ese mismo señor estará a la misma profundidad que ti: tres metros bajo tierra, en el mismo hueco que tú.
¿De que sirve vivir entonces? Hemos vivido miles de años como especie y aún no sabemos la respuesta. La única forma de saberlo es muriendo . Nunca olvido aquel momento en el que entendí todo esto.
—He tenido muchas pesadillas con eso, mi única pregunta es: ¿De qué vale construir castillos y recoger grandes tesoros si tenemos un final? —dijo el hombre mirando hacia el suelo con sus manos entrelazadas una a la otra.
—El final es seguro pero debes aprovechar tu momento aquí de la mejor manera ¿no crees?—le respondí tratando de entrar en sus pensamientos.
—No puedo… de esa manera no… —sus ojos cafés seguían en el suelo pero esta vez al decir eso se abrieron grandemente seguido de un movimiento de manos que terminaron a cada lado de su cabeza.
—Solo enfócate en ser feliz, la vida es corta y no puedes desperdiciarla de ese modo —Su miedo se reflejaba en el sube y baja de sus piernas que se movían ansiosamente—. ¿Tienes hijos? ¿Familia?
—Sí… tengo un hijo… —alzó la mirada para observarme, ese era mi momento ya tenía su completa atención.
—¿Lo ves? Has conseguido crear una familia aun teniendo ese miedo. Ahora dime una cosa ¿Qué te llevo a tener ese miedo intenso?
—Eso no es importante ¿o sí?
—Casi siempre los miedos provienen de momentos traumáticos pasados.
La habitación fue dominada por el silencio, me estaba enfrentando a un hombre que estaba siendo vencido por su peor miedo ya había hablado con muchas personas así pero este señor tenía algo que lo hacía diferente. El hombre miró hacia la ventana observando a la gente detenidamente como queriendo arrancar algo de sus almas, sin quitar la mirada me dijo:
—Míralos —Su expresión me dio una pista de lo que buscaba en ellos— despreocupados siguen su vida sin pensar en lo que vendrá.
—La mayoría de la gente sabe su fin pero ninguno le pone atención siguen su vida normal—. Le dije mientras me unía a su «examinación«.
—Lo sé… simplemente no puedo ser como ellos… he conseguido muchas cosas en mi vida.
—Exclamó levantándose y parándose frente a la ventana observando más de cerca, yo solamente lo seguí con la mirada.
—¿No me vas a contar el motivo por el cual tienes ese miedo?
—No me creerías.
Algo en su voz me dejó desconcertado.
—Sí lo haré. Dime.
—Tengo que irme la próxima vez que te vea te lo contaré con detalles —su voz cambió repentinamente como si alguien lo estuviese siguiendo—. Solo tienes que saber algo: la muerte está cerca y a veces puede estar más cerca de lo que imaginas.
Salió apresurado con un gesto de angustia en su cara como si algo venia por él. Me asomé por la puerta preguntándome por que saldría de esa manera tan repentina. Al entrar de nuevo me di cuenta que había dejado su portafolio así que le grite:
—¡Hey! ¡Olvidaste esto!
Regresó, me arrebató el objeto, el chillar de llantas de un carro que venía a alta velocidad nos hizo voltear la mirada; un automóvil se acercaba peligrosamente a la oficina donde estábamos. En un intento por evitar la acera el conductor giró pero debido a la alta velocidad su carro se volcó dio tres giros para terminar en la oficina donde yo y el hombre hablamos tranquilamente. Volví a ver al hombre y exclamó:
—Te lo dije —al decirlo siguió su camino casi corriendo.
—¡Espera, tienes que contarme como…!
Fue inútil, el hombre se perdió en la esquina y yo regresé a mi oficina.
Ese hombre de alguna manera supo que moriría. Aún lo sigo buscando ¿Quién era? ¿Un ángel? ¿Un demonio? Nunca lo sabré. Ellos creen que estoy loco, pero no. Pensándolo mejor no esperaré por el y buscaré las respuestas por mi mismo. Mi familia me abandonó. No hay nadie a quien dejarle un mensaje. Será más fácil. Estoy cerca. Más cerca. Como dijo aquel hombre…
Todos moriremos. Disfruta tu vida lo más que pueda. No te creas mas que nadie, recuerda que la muerte no ve estado social, religión, raza… Lo material no se irá con nosotros y la belleza será consumida por la tierra.
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