Manzanos Rojos

No existe ruido que se oponga a mi silencio, tu imagen en mi memoria es la única unión a ti, tu mirada que siempre me llama a amarla a sentirla en mis recuerdos para de esa manera soñarte una vez más, que cursi suenan las cosas que te escribiría, que románticas ideas pero que acabo de redactar si no estoy en el lugar en el que desearía estar. De pronto escucho a una abejita naciente que me baila, es opaca, es extraño mirarla a esta hora, el sol ya no está.

Recuerdo el día que te conocí mi día era triste, gris como cualquier otro, llovía y de una manera extraña me gustaba sentir el agua escurriéndose en mis zapatos de caucho de color café, mi paraguas como siempre estaba ausente mi cabello ya largo hacia juego con mi corta barba que figura una brocha vieja. Debajo del agua me encontraba deseando mirar mi reflejo en alguna gota que caía al frente de mí, el agua pasaba por mi ropa celeste como una cascada sin fin, como si el mar tuviera una fuga y de allí escapara toda su masa, intento desde aquel día profundizar mis ideas para ser interesante y recordar más. En aquella cerca que bordeaba de forma cuadrada a un manzano seco en ese lugar casi vacío rodeado de más cercas y en sus centros otros manzanos secos, te escuche, no te mire, yo no te conocí así, antes de oírte escuchaba el ruido perturbador en el silencio incomodo de aquella tarde de desesperación, al callar eso te oí reír, esa risa me motivo a seguir de pie tenía que conocerte, sí, mi último deseo era ese.

Llame diciendo con palabras tiernas que parecían suplicas “¿Quién anda ahí?” y te vi, asomaste tu rostro sobre la cerca de madera casi podrida, después de enamorarme de tu voz me enamore de tu sonrisa, de esos ojos oscuros que me daban luz de tu cabello liso largo y sedoso. Caí en cuenta en ese momento que mis manos seguían atadas a ese manzano de tal forma que parecía abrazarlo, pero parecía que no te importaba seguías sonriente levantaste tu mano y me saludaste como si de alguna parte me conocieras. Sabes hay algo que me aterra, el sonido del campanario, esa bulla me lleva a pensar en los gritos de agonía en las risas fuera de lugar la mezcla de ambos que solo suenan si tocan las campanas divinas que solo las escucho porque nunca las he visto, (din don din don) sonó de pronto y desapareciste por un momento, en ese instante en el que los ángeles unos señores altos vestidos de blanco impecables abrían mi cerca, venían por mí, al llevarme estuve lo más cercano que pude estar nunca cerca de ti, tu vestido anaranjado delataba que no eras de aquí de este lugar horripilante, no eras un ángel así que tal vez eras mi salvación no lo sé, quizá pronto lo averiguare.

Tengo recuerdos borrosos de una vida antes de ti, antes de los cercos, manzanos y ángeles recuerdo que vestía como los ángeles superiores mi bata blanca cubría hasta mis rodillas traía un pantalón negro y una camisa marón en una silla cómoda era vieja su color era blancuzco de esas sillas negras que envejecen por el mismo uso. Yo sanaba el dolor de este mundo con mi librero azul creo que ahí guardaba todo lo importante de entre libros mágicos y de realismo crudo, estatuillas desnudas que cubrían el arte erótico de un escultor pervertido, también escuchaba algo tan bello como tu voz ¿Cómo se llamaba? ¿Canciones? ¿Música? pero ¿Qué soy ahora? Oh mi bella Diosa no sé por qué estoy aquí, era feliz antes de ti y lo hubiera seguido siendo si te hubiera conocido en otro lugar, un lugar sin manzanos secos ni ángeles malvados.

También recuerdo una mañana nublada, aquella nube sobre mi me mataba me cortaba con toda la frescura que desearía aquel que naufraga en un desierto, me sofoque con su helada capa de agua en un infinito corto, corto por que entraste como lo mas celestial que he visto la niebla se aparto y te dio paso, tu vestido de flores color anaranjado hacia que luzcas como una estrella tan cercana de la distancia más grande del mundo ( por no poderte tocar ni escuchar) en una agenda dibujaste personas que bailaban, se abrazaban y se miraban mutuamente era un arte rupestre yo solo te pude sonreír no sabia lo que pensabas pero en lo hondo de ambos nos hablábamos en un mismo lenguaje fuera de ataduras de una forma delicadamente simple, el lenguaje del amor a través de la mirada. Después de nuestro contacto en la más opaco del día pude al fin vocalizar una canción o un poema quizá sea ambos con voz fuerte te dije:

“Brilla tu frente cual lumbre

La mía es pálida y mustia

Tu eres la paz, yo la angustia

Yo el abismo tu la cumbre

Eres dulzura hechicera y amargo

Dolor me diste, eres tú la primavera

Yo el invierno oscuro y triste.”

Me aplaudiste, sonrojado solo pude asentir con la cabeza y seguir sonriéndote al levantar mi rostro para mirarte nuevamente desapareciste, a donde fuiste ser ingrato porque apareces cuando estoy al borde de morir es como si te estuviera conectado a ti, quiero tenerte cerca fuera de las cercas y ser feliz en lo utópico que nos deje ser este cielo que cubre la peor desdicha de un universo de ángeles que son humanos. No estoy del todo seguro que paso luego porque solo escuche el cuero contra mi piel la ropa húmeda de niebla y sangre, mordiéndome la lengua para no gritar para que creyesen que estaba muerto aunque no sabría responder que es estar vivo, me arrope en la fina seda roja que choreaba desde mi espalda hasta mi pecho, mi mejilla acariciaba el suelo pedroso tomaron mis brazos para deshacer mi seda roja con agua de mil agujas que inyectaban cianuro en mi interior en mi cuerpo que se rehusaba a fallecer por un capricho tonto de conocerte y recodar quien soy tan solo un día más.

Te miraba muy seguido en mis peores días llegaste como una esperanza firme detrás, al límite de la cerca podrida tu y tu vestido anaranjado, hasta que comencé a tener visitas de un ángel superior muy delgado con los ojos salidos de sus orificios traía un sujeta papeles y preguntaba incógnitas que nunca supe responder si lo intentaba me miraba y sonreía diabólicamente sus ojos expresaban su ira y su brazo de cuerda agitaba el cuero que a mi ropa celeste y espalda abría aquel cuero que estaba teñido de mi sangre, verdugo sin vida que se juntaba con un alma rota y no me mataban. Tal vez cuando yo fui uno de ellos era igual.

Se desgarraban gargantas en gritos horrendos de dolor que pedían piedad que se mezclaban con risas excitadas todo después del din don din don, esa mañana que te vi sonó el din don escuche los gritos mientras me llegaban a mi primer castigo, vi los manzanos secos cubiertos de rojo las raíces marchitas salpicadas como cuando salpica el vino en una alfombra blanca, simplifique mi existencia en ese árbol y mis torturas después de verte. Quería llegar a mi fin igual de ruidoso y horroroso que los demás, pero tan solo no me dejaban morir, un día más, se convirtió en un chiste agrio que solo tomaba sentido si te miraba. Y con todo lo que he recordado aún hay la sensación de que olvido algo, no sé qué, no estoy seguro del caso, el zumbido aún me taladra el subconsciente. Sigo esperando verte ya pasaron 23 lunas, es septiembre en este mes te conocí o ¿no fue así? Cuando cayo la última hoja reseca del mi manzano que me encadenaba, mi cerebro me traiciono enloqueció, me lastime y deje que lo hicieran aún me duelen las muñecas mis manos se mantienen para escribirte en este cuadernillo hasta lo que mi cuerpo logre aguantar, tengo que conocerte verte otra vez.

Fue en una noche que un par de ángeles fueron por mí, pero no había hablado era muy extraño creí que me golpearían, no sonaron las campanas así que sabía que no morirían por los caminos que pasaban todos los manzanos de otras cercas estaban cubiertos de sangre, árboles que no logre contar cuantos eran pero se perdían hasta un horizonte negro marchito sin vida bajo nubes iguales al humo de un enorme incendio, me llevaron al interior de un patio igual o peor de pedroso que el anterior rodeado de muros de piedras con tejados anaranjados en dos esquinas unas cajas de fruta oscurecidas por el moho de una humedad que olía a podrido, en las otras dos habían puertas negras por una de ellas llegamos la otra estaba cerrada por 3 candados y 2 cadenas, nos alimentaban con distinta comida en platos oscuros fundidos de metal, me hincaron y me di en cuenta que estaban dos personas mas conmigo una mujer pelirroja y un hombre calvo, mi hambre era gigante comí como un perro hambriento, mis manos fueron atadas a mi espalda. Los vi eran tan delgados que no supe ni pude imaginar su edad. Los ojos del hombre estaban marchitos reflejaban el horror de este mundo su cuerpo mostraba las torturas que había enfrentado sus muñecas marcadas igual que las mías, sus brazos lo decían todas sus marcas profundas su sangre que choreaba de una infección en su piel, sangre fresca en su traje claro se mantenía sumiso y temía a los ángeles, un temor racional que yo compartía, ellos los verdugos nosotros almas en cuerpos que no mueren que no merecíamos ni morir solo aguantar.

La mujer guardaba moretones en sus brazos y cuello se veían a simple vista la camiseta celeste no cubrían esas marcas circulares los moretones en su cuello reflejaban un claro estrangulamiento, los lagos negros debajo de sus ojos azules que se mezclaban con las marcas de la violencia unos puños para ser más específicos era algo extraño en ese momento para mí ya que creía que siempre usaban el cuero contra nuestra espalda. Ya estaba ausente la inocencia y la esperanza en sus ojos aquellas elipses debieron ser más que bellas en otro tiempo, los ángeles reían de nosotros, nosotros hincados en el suelo húmedo llenos de desesperación al borde del peor de los hechos en la tierra, esperando quizá el turno para esa sentencia uno por uno. Los cabellos como hilillos finos rojizos eran tirados por un señor de blanco mientras la llovizna comenzaba a acariciarnos la cabeza dentro de esos muros de piedra, la mujer se elevó y así se evidencio mas marcas de duros moretones en todo su cuerpo, eran coágulos de tinta roja, tinta que comenzaba a derramarse de su cuerpo y tejió un charco de seda como el mío cuando era torturado. Comenzaron a rasgar su ropa mientras otro señor de blanco paseaba sus manos por los pechos caídos, exaltados como si fuera glorioso hacerlo deslizaron sus manos por sus mulos por sus caderas, comencé a llorar al no poder hacer nada sigo lleno de impotencia no pude protegerla no logre librarme de las ataduras al frente mi plato oscuro a mi costado mi compañero asqueado vomitaba todo lo que anteriormente comió apreté mis dientes bajando mi cabeza y lo escuche, oí los gemidos de dolor de auxilio que pudo emanar de su cruel final de su injusta partida ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué hice? No recuerdo nada, solo desperté y ya abrazaba al manzano, solo quise mejorar, llore mientras más ángeles abusaban de ella, desee gritar en el momento que algo tan fuerte toco mi cabeza y caí.

¡Ay querida mía! Discúlpame que cuente esto, pero tengo que sacarlo contarlo desahogarme antes de irme yo también esa tarde ella no volvió con nosotros, sentí su dolor hasta su último suspiro, hasta el ultimo que pudo dar. Paso un tiempo corto en el que nos tenían encerrados en una habitación con una ventana pequeñita que tenia una mesita y un colchón viejo en el que ahora estoy, a ratos nos daban comida semi cruda en los mismos platos de aquel día, mi compañero nunca me hablo y no reaccionaba a nada de lo que yo decía miraba a la nada sus ojos perdidos en alguna parte de su mente todo reflejado en sus ojos marchitos en sus cicatrices ya cerradas, cuando lo miraba podía entender al fin lo que querían decir algunos autores al manifestar “un muerto en vida” comía por instinto o por que yo le acercaba alimento a sus labios partidos, deshidratados. A menudo por no decir que siempre golpeaba su frente contra la pared hasta quedar inconsciente era obvio deseaba al igual que yo morir inmediatamente todo era mejor a fallecer en manos de los señores de blanco, sin embrago, los ángeles nunca lo dejaron morir curaron su herida y lo ataron a una camilla en la que el no pudiera moverse esa tarde el defeco y el olor se intensifico mezclándose con la podredumbre del lugar, cuando me acerque a mirarlo su mirada seguía fija en la nada.

Hasta cierto día que entraron 2 pares de ángeles guiados por uno superior, un par me sujeto los brazos como si me estuviesen arrestando a duras penas logre caminar dando pasos lentamente rápidos, llegamos nuevamente al sitio rodeado de muros de piedra, me hincaron nuevamente pero esta vez sin el plato, vi como ingresaba mi compañero sus pies se arrastraban cada uno de sus brazos en el hombro de un ángel, parecía ya muerto cuando lo dejaron caer en el piso pedroso, ahí expulsó un quejido corto, el piso tembló con su desplome predije lo que sucedería así que decidí bajar mi mirada para no verlo, mis manos sujetas a mi espalda esta vez no fueron suficiente. Con unos ganchos para pescar sujetaron mis parpados superiores seguido me jalaron del cabello para que mirase el espectáculo horrible, me invadía la desesperación el me miro, por primera vez no veía a la nada, me sonrío por primera última vez. Cuando nos encerraron en aquel cuarto, los ángeles hacían ruidos obscenos, tenebrosos que aniquilaban nuestras mentes quizá por eso él nunca me hablo.

Comenzaron pateándolo tan fuerte que pude escuchar el impacto y sin remordimiento quebraron sus costillas su ropa ya no era celeste se pinto de rojo vivo ya no era tan solo un manto de sangre debajo de el era un mar en su pecho, justo ahí agache mi mirada mis parpados sangraron pero no se comparaban con el dolor que el sufrió, tiraron mi cabello y me patearon el estómago asfixiado con la sangre ya en mi boca lo volví a ver y estaba desnudo postrado boca abajo sus heridas seguían sangrando, ya había muerto. El mismo par de ángeles lo levantaron y su tronco parecía gelatina, la odie desde ese momento, continuaron con su desquiciado acto comenzaron a manosearlo de una manera obscena, jugaron con sus genitales y hacían expresiones de excitación sacando sus miembros lo violaron. La sangre de mi compañero se marcaba en la blanca vestimenta de esos demonios de nuestros verdugos el cuerpo sin vida estaba sujeto por dos ángeles y el tercero se aprovechaba de él, entraron dos más y comenzaron a masturbarse, inspirados en ese asqueroso acto, no lo entendía. ¿Por qué? Mis ojos ardían y de una manera sorprendente chorreaban sangre y lágrimas al mismo tiempo.

Perdí la conciencia después desperté en la misma habitación con los parpados cocidos duelen cuando intento cerrarlos así que no los abro mucho, esta celda es oscura, aún quedan las manchas de lodo en mis rodillas de aquel piso húmedo y pedroso, lo único que recuerdo es todo lo que estoy escribiéndote a ti, se repiten esas escenas horrorosas por mi mente, mis pensamientos o recuerdos siguen reprimidos salvo a los que duelen imaginarlos, tan claros que hasta siento estar nuevamente en esos días. Hace ya mucho tiempo me lanzaron este cuadernillo con este bolígrafo en una pasta decía “escribe si alguna vez amaste” me torturo leerla y comencé a redactar en busca de respuestas para esta absurda realidad en la que soy esclavo de seres repugnantes, no te he vuelto a ver y mi promesa de vivir para conocerte se vuelve boba te adoro, y te vi un par de veces pero creo que te conozco aunque no me acuerde del todo de ti, llego un plato oscura con comida cruda en este silencio que lo único que tiene de bueno es que pueda recordarte y pensar e intentar recordar algo antes de ti que no sea tan borroso como lo es, esta abejita es tan rara es tan siniestra por volar en este ambiente en medio de una luz escasa de una lámpara partida en la pared, escucho pasos creo que vienen por mí.

Ya entra luz por la pequeña ventana, ayer vinieron por mí, un ángel superior me hablo, era muy sarcástico su piel pálida y sus ojos penetrantes, vestía igual que los demás superiores que rara vez se les veían por la habitación, sin pena me dijo que tu nunca exististe, no mi bella amada yo se que te vi, te recite y te espere. Ahora a ti te cuento todo lo vivido por mí, todo lo que vi en tiempos que no supe contar por no saber distinguir entre la negrura de un ambiente sin luz tal vez ya paso mas de un día mi compañero murió yo lo vi, el ángel superior también me supo decir que mi turno se avecina.

Tuve un sueño muy hermoso, soñé contigo, con mi compañero y con esa mujer pelirroja todos estaban ahí, en ese gran jardín éramos felices entre un pasto tan vivo que mojaba mis pies desnudos cuando corría de la mano junto a ti.

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