Génesis 19
Destrucción de Sodoma
…una vez fuera dijeron “ponte a salvo por tu vida, no mires hacia atrás ni te detengas en parte alguna de esta llanura sino que huye a la montaña para que no perezcas”. Lot le respondió “¡Oh, no, Señor mío!”…
pero la mujer de Lot miró para atrás y quedó convertida en estatua de sal…
Caminaba deprisa, quería llegar lo antes posible al museo de Bellas Artes, allí se exponía la estatua de la famosa Mujer de sal. Entré con cierto recelo. Las luces tenues de la sala hicieron que por un segundo quedara paralizada. Mis ojos se detuvieron unos segundos y, enseguida, busqué la imagen. Estaba en un pedestal, con su larga cabellera, rasgos suaves y un cuerpo esbelto tapado por una túnica. Parecía etérea; me acerqué, pasé la mano sobre la escultura y sentí una extraña vibración. El frío me invadió y me fui a casa sin lograr apartar la imagen de mi cabeza.
Al día siguiente caminaba apresurada hacia mi trabajo y en el tumulto de la gente… la vi. Era ella que venía hacia a mí. Me detuve y siguió acercándose hasta que me alcanzó. Sus ojos sin vida me miraban, como pidiendo algo que no supe inferir, pero desapareció súbitamente. Ya en la oficina me puse a realizar el trabajo de todos los días hasta que sentí una presencia extraña, levanté la mirada –temerosa de un nuevo encuentro– y la volví a ver, estaba parada en la puerta de mi escritorio. Cuando me incorporé, desapareció.
Me costó finalizar el día y tomé un taxi para llegar más rápido a mi departamento. Ingresé apurada, cerré las ventanas y las cortinas; no quería verla, era como un presagio. Comí y me acosté con cierto temor, no sabía el motivo; una vez en la cama, apenas pude conciliar el sueño.
Sin saber cómo, volvió a aparecer; pedía que rezara por ella, que la ayudara. Impresionada por sus súplicas –y aunque no recordaba las oraciones–, muy despacio y con miedo, recé. Inesperadamente la sal comenzó a derretirse y a caer, como un pequeño hilo de agua que se deslizaba hacia un oasis.
Cuando quedó completamente al descubierto se dio vuelta lentamente y ví su cara. Era exactamente igual a la mía. No lo podía creer. Grité tanto como mis cuerdas vocales me lo permitieron Y me desperté sentada en la cama, totalmente empapada por la transpiración. Menos mal que todo, absolutamente todo, había sido una de mis tantas pesadillas. Me levanté eufórica, decidida a olvidar ese espejismo… cuando pisé un inmenso charco de agua que estaba junto a mi cama.
Quién sabe en qué lugar del tiempo se encuentra ahora la mujer de sal mientras escribo un fragmento de su historia, quizás transite por las arenas sin pisadas, perdida en la memoria de nadie. Rezo por ella todas las noches, no volví a ir al museo –de donde dicen que desapareció– y me cuido mucho de mirar hacia atrás.
OPINIONES Y COMENTARIOS