En esa madrugada un poco fría, calentamos los cuerpos con cervezas y música tropical; era tanto el bullicio que la recepción del hotel nos pidió bajar el volumen; íbamos declarándonos y reclamándonos esas cosas que de sanos no se dicen, no se tocan…
Ella abrió las cortinas y la ventana, nos comíamos a besos mientras bailábamos y poco a poco nos quedamos completamente desnudos, olvidándonos que afuera había gente bebiendo licor. Hicimos el amor una y mil veces, sin importar si alguien podría vernos, desbordamos amor, comiéndonos a besos, cantando, riendo, llorando.
Al final ella se durmió completamente desnuda entre mis brazos, fue un cuadro tan tierno rodear su tan ansiado cuerpo y poder besarle sus gruesas cejas. Era de esos amores locos, de emociones hilarantes, de esos de los que no hay compromisos, solo encuentros casuales, de los que no debe haber amor, solo diversión.
Ella mas cerebral, yo muy sentimental; en estas relaciones el amor es un sentimiento efímero, que se evapora con la luz del amanecer; en donde tan solo quedan dos cuerpos con la resaca de sexo y alcohol, dos figuras deslucidas, concienciadas por el pecado, con el único afán de salir pronto del sitio de sacrilegio.
Esa fue la última vez que nos vimos, decidí alejarme, porque me había enamorado; se borraron fotos, rastros, pero no se puede resetear la mente y menos aún tan pronto los sentimientos; y aquí estoy…, intentando pacificar mi alma y calmando al corazón…
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