Lunes por la Madrugada

Lunes por la Madrugada

Aram B Robles

25/03/2018

Y ahí estaba yo, un lunes por la madrugada, con una botella medio vacía y un porro el cuál no era más que un filtro a medio quemar. Arrastrando mis pies por la misma avenida en donde había estado antes una infinidad de veces, divagando acerca de mis últimos desaciertos, cuestionando el sí tenía tanta suerte como muchas veces antes había proclamado y sintiendo el cómo la soledad me carcomía una vez más.

Sentía que aquel momento era mi punto de inflexión y estaba dispuesto a desechar de una vez por todas mi hambre de éxito, esa misma que me permitió conocer lugares que nunca pensé que conocería, pero que a la vez me hizo sacrificar muchas cosas. Pese a que me había prometido a mí mismo hace un par de años no arrepentirme de mis decisiones y solo soñar con el futuro sin lamentar el pasado, sentía que no había logrado todo lo que realmente me había propuesto, pero tampoco podía menospreciar lo que había logrado, que fue más de lo que alguna vez cuando niño siquiera imaginé.

Anhelaba la libertad, ¿pero cómo podía conseguirla? si mi ambición por tanto tiempo me mantuvo enjaulado.
Deseaba la felicidad, ¿pero cómo podía serlo? si mi corazón en más de una ocasión fue destrozado.

Olvidé la cantidad de veces en las que me prometí que todo mejoraría, pero como habría de mejorar si sentía que mis logros habían encontrado un tope.
Perdí la cuenta en las veces que decidí dar vuelta la página y enfocarme en lo siguiente, y entre tantas páginas que volteé supongo que cree mi propio libro.
Traté de apoyarme en la gente, y de eso es algo de lo que no me puedo quejar, conocí gente a la que pude ayudar y gente que me ayudó, dije los mejores consejos que alguna vez se me pudieron ocurrir y me aconsejaron como si mi vida dependiera de ello.

Para algunas personas fui bueno, y para otras fui mucho más, algunos me apoyaron siempre y otros a veces, demostré en ocasiones lo que valía y en otras el destino se encargó de hacerlo.

No puedo negar el que muchas veces fui feliz; como humano, como hombre, como hijo y como hermano, pero supongo que hasta la felicidad tiene un final, a veces inesperado y siempre no deseado.

Mientras recorría aquella interminable avenida y me ahogaba cada vez más en mis pensamientos, escuchaba un mix de canciones, las cuales conocí en diferentes etapas de mi vida, tanto en mi niñez como en mi época de pseudo rebeldía, cada canción era un recuerdo y una vivencia distinta, que se reproducían a través de mi mente como si de una película se tratara.
En cada paso que daba, mi mente colapsaba un poco más y mi desazón aumentaba de forma considerable, pensaba en mi vida, en mi familia, en mis logros y aventuras, y en todo lo que una decisión tomada sin cautela podía desembocar. Pero me dolía la cabeza, por primera vez en mi vida no me jactaba de lo mucho que era capaz de pensar, sino que añoraba el poder dejar de hacerlo.
En un momento determinado donde me invadía el agobio, me detuve y eleve la mirada, y vi la luna más grande y hermosa que jamás haya visto, tales como las que me quedaba observando anonadado cuando era un niño y soñaba con algún día visitar, aquello me trajo una paz interior y una tranquilidad que hace bastante rato no había podido experimentar.
En ese momento, sin correr la mirada, ni perder la calma que recientemente había conseguido, saqué de mi bolsillo el viejo revólver oxidado que heredé de un abuelo al que nunca conocí, un arma que era más oxido que otra cosa, pero que aún era funcional. Respiré hondo, pensé en mi madre, di mi último suspiro y me aferre a la idea de que al fin acabarían mis pensamientos, en ese momento mi mente quedo en blanco y todo se esfumó junto a mis problemas, mis anhelos y mis sueños…Y supongo que al fin, conocería la libertad…

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS