«Ellos no podían divisarlo, pero sentían su mirada a través de la oscuridad y efectivamente, él siempre los estaba observando»
1 ELLA
Ella lleva 12 años de su vida en aquella jaula, no tiene nombre y no conoce el mundo desde que tiene memoria y quizás sea por quién la vigila. Nunca ha entendido quién es, peor aún dónde se encuentra ya que siempre todo ha sido oscuro, la única luz que hay, es la de un candelabro, con ella puede movilizarse dentro de su celda. Incapaz de entablar conversación alguna con aquel misterioso individuo por su manera de ignorar cualquier intento de charla, aunque también pareciera que no entiende lo que dice, la niña no hace más que perderse en todos esos libros que tiene en un rincón de la jaula. Su educación fue autónoma y si no fuese por su gran desarrollo cognitivo, ni siquiera podría articular palabra alguna como para preguntarle a ese sujeto por qué no se parecen en nada los libros que lee con el lugar dónde ella se encuentra.
Su comida a menudo son tubérculos y agua. Su ropa es una sucia y vieja bata que llega al suelo y su largo cabello castaño, maltratado por el cero cuidado o porque careció de una enseñanza materna y su piel blanca pero oscurecida por la mugre demuestra con todo lo demás que quién sea que esté ahí, no tiene la intención de dejarla morir, pero tampoco de que viva de una manera decente.
Desconoce lo que significa ser feliz o sentirse querida, es más, en la niña hacen falta sentimientos que comúnmente te considerarían un «ser humano», lo que la convierte en una persona insensible que si bien pudo conocer ciertas emociones gracias a sus libros, la mayoría de estas no las entiende porque jamás ha llegado a experimentarlas en toda su vida.
Ella vive en su mundo, un mundo que creó a través de esos libros, uno que la mantiene sobreviviendo de su despiadada realidad.
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