Los lobos no ladran, o como hacer el relato perfecto

Los lobos no ladran, o como hacer el relato perfecto

Txus Sánchester

23/04/2017

Quiere hacer un relato. Su sueño es ser escritor. Bien, eso es bueno, está bien. ¿Cómo dice? ¿Tiene un problema? Ah, sí, claro, es un escritor mediocre. No se preocupe, no pasa nada, a muchos les pasa. Vamos a hacer una cosa, vamos a escribir el relato perfecto. Cierre los ojos, respire hondo, afloje la tensión, no piense, sólo déjese llevar.

Escribir es mucho más fácil de lo que usted piensa, tan sólo tiene que crear un engañabobos, un relato que sea paja, que engañe el lector, culminado con un título pretencioso y que no tenga nada que ver. Pero aún no piense en eso, el título es lo más difícil.

Empecemos pues. Un relato siempre se compone contestando una serie de preguntas: ¿qué? ¿quién? ¿dónde? ¿cuándo? Y ¿por qué? Es decir, trama, personajes, espacio, tiempo y tema. El tema debe ser la base. ¿Qué le parece el amor? ¿Muy visto? Vaya, no pasa una buena etapa. No sé preocupe, escribamos de desamor, en el fondo vende incluso más. Ahora imagine una mujer. Es guapa, muy guapa. Cabello rubio, ojos azules. Viste un vestido de flores rojo. Imagine ahora a un hombre. Alto, moreno, con barba. Tiene los ojos tristes. ¿Ha visto? No era tan difícil, ya tiene a sus personajes. Bueno, no se impaciente, no se ponga nervioso, ya verá como al final le gusta. Están en una feria. No, mejor, en un parque de atracciones. Él se siente en el banco, ella está de pie, muy serie. Lo están dejando. Una ruptura, fantástico. Ahora sólo tiene que seguir. ¿Cómo, qué no le gusta? No sabe como continuar, entiendo.

Bueno, intentemos algo más fácil. Olvide todo lo anterior. La mujer, el hombre, la montaña rusa. Todo fuera. Vamos a intentar un relato costumbrista, con cierta crítica social. Sí, hágame caso, es perfecto, canalicemos esa energía negativa. Vamos a intentar hacerlo aún más fácil. Sólo recuerde su juventud, su adolescencia. Ni siquiera tiene que pensar así en un personaje, en un tiempo, ni el espacio. Recuerde la primera vez que se decepcionó, que descubrió que no tenía futuro, que le iba a ser imposible escapar de la rutina. Piense cuando dejó atrás esa sensación maravillosa de la infancia, ese sabor dulce a aventuras y se dio cuenta que no, usted no iba a ser genial, no iba a ser un grande, que el destino no le tenía preparado nada. Vale, pare, pare, no me llore. Dejémoslo, no se preocupe.

Está bien, hagamos una cosa. Ni imagine, ni escuche, sólo escuche: Un pueblo pequeñito, en la costa catalana. Una casa unifamiliar, de dos plantas. Arriba, en el dormitorio, una joven duerme. No es demasiado alta, pálida, con el pelo castaño, corto. Está desnuda, pero duerme de espaldas y medio tapada por una fina sábana, verde. Bajo la sábana se intuye un tatuaje en las costillas, una mariposa. A su lado, un apuesto joven, rubio, con barba, la mira con ojos tiernos. Ella tiene su mano en el brazo del chico. De repente, por la ventana se escucha un claxon. Ella despierta. Él, disimulando, se levanta de la cama. Un ruido de colchón nos deja intuir que ella se ha girado. El chico baja las escaleras, a la cocina. Empieza a hacer el desayuno, coge una bandeja y va preparándolo todo, el café, el pan, la mantequilla. Lentamente, con sumo cuidado, sube las escaleras, pensando en otro tiempo, en otro verano. Los dos chicos bailan despreocupados en una playa, son felices. El joven sale de su ensoñación, con semblante serio. Sí, definitivamente lo tiene, sabe como arreglarlo. De repente, ve que ella se está despertado. Deja la bandeja en la mesa y coge el periódico. Nada interesante. Ella se levanta y, en silencio, fuma, mirando el paisaje. Vale, vale, esta bien paro. ¿Qué le pasa ahora? Entiendo, demasiado impersonal. ¡Cómo está usted hoy! Sí, puede que parezca una canción, pero tampoco se tiene que poner así.

A ver, probemos otra cosa. Sigamos con el desamor, hágame caso. Mire, intentemos otra vez canalizarlo. Escriba sobre sus sentimientos, sobre lo que piense. Una ruptura, pero la suya. Empiece evocando un paisaje bucólico, con cierto toque melancólico. Usted está en la cama, tumbando. Todas las luces de su casa está apagadas. Se levanta y ve una pareja, anciana, parecen felices. No, no, no se preocupe, sólo le doy el pie, le dejo a usted. Hable de lo que siente, con el corazón. Póngale palabras a su dolor, exprese lo que hay en el fondo de su alma. Eso sí, depure bellas metáforas: ¿hoteles apagados, robos? Sombras y tinieblas, niebla, mucha niebla, humo, humo espeso. Usted está solo en media del bosque. ¡PARE! Pare inmediatamente. ¡Por Dios! Esto es horrible. Tenía razón, es usted muy mediocre. No hay que darle tantas alas.

Está bien, hagamos un último intento. Pese a todo, la idea de escribir con el corazón no era tan mala. Simplemente hay que acotar más, darle un poquitín más de forma. Volvamos a esa ruptura, pero cambiemos el enfoque. No escriba desde el dolor. Deje las metáforas tristes, deje la luz apagada, el hotel cerrado, deje la pena. Amigo mío, va a ser usted famoso. Sí, hágame caso. Coja un montón de letras y dele fuerte con ellas en la cara. Escriba sobre lo feliz que es. Que ha pasado página. Haga un relato de fantasía, ha matado al dragón, la bruja ha muerto. Hable de su liberación. Describa una playa, de noche, donde hay una mujer. Usted, desde su casa, desde la ventana puede verla. De repente empieza a llover. Usted está en la casa, mirando a la mujer, que no se mueve. Durante un instante tiene la triste idea de ir, pero recuerda que no, que es fuerte, que ha conseguido subir ese escalón. ¿Cómo? ¿No puede escribir eso, no lo siente? Pues mienta, amigo mío, mienta. En el fondo da igual, lo importante es que le crean, que haga ver que es feliz. ¡Vamos, cómo puede ser así! Le he dado cinco ideas, cinco. Mezcle, haga, deshaga. Junte el parque de atracciones, haga que el joven se levante, triste, y se monte el sólo en la noria. Que la chica, al acabar de fumar, baje al faro pero el no le acompañe. ¿No sabe cómo acabarlo? Da igual, lo importante es que aparente, amigo mío. Y el título, obviamente, que por eso lo hemos dejado para el final. No está preparado, entiendo. Pues entonces rompa las normas y cree algo sin sentido, sin estructura, copie canciones. Haga suyo el relato. Da igual, todo es literatura y, por lo tanto, nada lo es.

Y sobre todo, un último consejo, recuerde: “Piense una obra, pero no la escriba ni la ejecute jamás”.

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