Los 5 Revolver: El Jinete de hierro

Los 5 Revolver: El Jinete de hierro

Daniel Flores

08/10/2019

-Galante, ¿has escuchado lo del Jinete Maldito, con su caballo hecho de hierro, ese que aterroriza a la gente de noche? -preguntó el Cantinero.

Galante siguió bebiendo su copa, la cual consistía de un tequila de los mejores que se pueden encontrar en Nuevo México. Su rostro cuarentón dibujo una sonrisa incrédula.

– ¿El Jinete Maldito? -respondió-. Esos son mitos estúpidos dichos por gente sin nada que hacer. No creas todo lo que te dicen Cantinero.

-¿Mitos? Eso no es verdad, yo mismo lo he visto. La otra noche cuando cabalgaba cerca del panteón de los 5 lo alcance a observar. Un enorme jinete, con armadura de hierro y esos ojos terroríficos.

-Tiene razón el cantinero Galante -gritó un vaquero que jugaba cartas en una pequeña mesa-. Tienes que creer todo lo que un viejo cantinero dice, especialmente cuando cabalga borracho.

El vaquero se reía a carcajadas, mostrando sus amarillentos dientes casi del color de madera podrida. Pero no tan finos como esta.

-¡Tú cállate! -reclamó el Cantinero furioso-. Lo que te digo es verdad, también pude mirar a su caballo.

-¿Su caballo? Inquirió Galante-. ¿Ese del que dicen está hecho de hierro también?

-Si hombre, ese mismo. Después de ver al Jinete, observé a su caballo. El temor me infundió, alcance a ver que estaba cubierto de un tipo de hierro muy oscuro. Parecía muy enojado. Lo más aterrador fueron sus ojos, totalmente rojos como si no hubiera alma en ellos.

Galante tomó otro sorbo de su buen tequila. Parecía pensativo, no creía en lo que este insignificante cantinero, el cual pasaba todas las noches borracho, le estaba contando. Miles de mitos había aquí en Nuevo México, la mayoría falsos con el objetivo de hacer dinero fácil.

-Un caballo sin Alma eh, -dijo Galante Sonriente-. ¿Pues qué habrá hecho para que se la quitaran?

-Dicen que es el alma de Marco.

Todos los hombres que estaban en la cantina voltearon la mirada hacia la entrada para observar quien había dicho eso.

Una joven estaba parada a la entrada del lugar. Un cabello largo y oscuro caía en sus hombros y un revolver yacía en su cinturón. Sus brillantes ojos se clavaron en la mirada de Galante.

-¿Qué acabas de decir niña? -preguntó el Cantinero-. ¿Quién te dijo esa estupidez?

La muchacha se encaminó hacia la barra y se sentó al lado de Galante mientras pedía una copa.

-No es ninguna estupidez señor, eso es lo que se está diciendo por el pueblo. Qué el jinete de hierro es el alma de Marco que ronda por el panteón de los 5.

-¿Quién es Marco? -preguntó el pequeño hijo del cantinero el cual limpiaba las copas sucias.

-Tú no te metas en conversaciones de adultos niño -le reprochó su padre.

-Marco era uno de “Los 5 Revolver”-respondió la muchacha-, una banda de vaqueros muy famosa y poderosa hace ya más de 30 años.

-La banda más poderosa que haya habido -interrumpió Galante mirando a la muchacha mientras tomaba otro trago-. También la más generosa, respetada y muy querida por quitar el dinero de los ricos y dárselo a los pobres.

-Eran 5 integrantes hijo -dijo el Cantinero- y uno de los más temidos era Marco, un hombre recio.

-Sí, -continuo Galante-. Era un hombre muy fuerte, con un gran carácter. Muchos lo llamarían estúpido, más los estúpidos serian ellos, pues este era muy gentil cuando se debía ser.

-¡Esos eran vaqueros de verdad! -exclamó el hombre de los dientes amarillos desde su mesa-. No la basura de bandas que existen hoy día. Solo cobardes que aterrorizan a la gente, tratando de robar el poco dinero que tienen.

– ¿Marco era el portador del Revolver número cuatro no? -preguntó la muchacha.

-Sí, -respondió Galante-. El Revolver de La Muerte, le llamaban, ese de color negro teñido de rayas rojas muy brillantes. Más o menos así como los ojos del caballo que describe nuestro amigo el Cantinero.

Galante sonrió dándole una palmada en la espalda a este, quien lo miraba incrédulo al notar que no le creían.

-He oído de viejos que dicen haber visto alguna vez a Marco, aunque solo de pasada, -dijo la Chica.

-Yo hasta hable con él niña -presumió Galante mirando a la chica-. Hace unos 35 años Marco y Datan, el sub líder de la banda, fueron a mi padre para que les arreglara las botas. A él se le conocía como el mejor confeccionador de botas y conocía a muchos personajes famosos de su época. Mientras esperaban a que terminara, yo, de unos diez años, salí corriendo de mi cuarto y tropecé con Marco. Me dio tanto miedo, pero este me levanto y me sonrió. -Galante tomó otro sorbo de su copa y una sonrisa se vislumbró en su rostro al recordar el momento-. Me preguntó que por qué tenía tanta prisa, pero no puede responder. Entonces sacó una moneda de 5 centavos del bolsillo y me la dio. Me dijo que me fuera a comprar unos dulces y que no anduviera corriendo por ahí pues me podría lastimar. Salí de casa y cuando volví ya se habían ido. Jamás los volví a ver. Una semana después de eso fue cuando fueron asesinados “Los 5 Grandes” como se les decía. Me dolió tanto a pesar de solo haberlo visto una vez. -Un gesto de tristeza inundó el rostro de Galante-. Pero estoy seguro que Marco luchó hasta el último minuto por sus amigos. Eso no lo dudo.

Galante volvió a tomar de su copa y miró hacia su alrededor. Todos estaban totalmente callados, sorprendidos con la experiencia. Después tomó su sombrero negro y lo colocó en su cabeza. Su cabello un tanto canoso caía hasta su rostro el cual denotaba varias arrugas.

-Así que es verdad -prosiguió Galante-. Nosotros nos creemos pistoleros. Yo mismo presumo ser uno muy bueno, pero no somos nada comparados con los 5 Revolver. Ellos eran hombres de verdad, amadores de lo bueno, aunque hicieran cosas dudosas para conseguir que los pobres tuvieran lo necesario. Nosotros somos unos niños jugando a ser pistoleros y creemos que lo podemos todo por solo cargar un arma.

Galante miró una vez más a su alrededor y luego clavó sus ojos en la muchacha. Unos ojos grandes y verdes los cuales denotaban cansancio.

-Tú niña, ¿crees que cargar ese revolver te hace temida o poderosa? Sigue este camino tan doloroso y tu arma será la única amiga que llegarás a tener. Pero créemelo, tendrás miles de enemigos. No sé porque alguien quisiera cambiar una familia por una mísera pistola. Un arma que cuesta mucho más que el dinero para balas. Te aconsejo que te deshagas de ese revolver y busques una vida tranquila, si no, lo que encontrarás será una tumba.

Galante no dejaba de mirar a la chica.Este le recordaba a su padre el cual no quería que ella siquiera aprendiera usar un revolver.Su progenitor, ese que prefería la paz antes que la guerra. Quizá ellos dos no fueran tan diferentes. Este se encaminó hacia la salida de la cantina hasta que su silueta se perdió a lo lejos. El lugar se llenó de un inmenso silencio. Nadie decía nada.

– ¡Galante!-exclamó el cantinero con una sonrisa en sus labios-. Ese hombre ha perdido más por culpa de un arma de lo que cualquiera de nosotros pudiera imaginar.

– ¿A qué se refería con que mi arma será mi única amiga? -le preguntó la joven al cantinero.

-Eso mismo niña, -respondió el vaquero de los dientes amarillos quien se levantó de su silla y se sentó al lado de la chica.

-¿Cómo te llamas? -preguntó este.

-Me llamo Victoria.

-Mucho gusto Victoria, yo soy Ramón. Ya conoces al Cantinero y a su hijo. Y estos otros vaqueros mugrientos a tu alrededor, bueno, mejor ni hablarles, no tienen nada bueno que contar y seguro terminaras gastando tus balas en uno de ellos.

Ramón pidió un tequila y siguió:

-Te contaré una pequeña historia. Una en la que sabrás a que se refería el hombre acerca de tu arma y la amistad.

Victoria escuchaba con atención al vaquero de los dientes amarillos.A pesar de que su aspecto era de un simple ebrio maloliente, su forma de hablar era bastante elocuente. Su voz era suave a los oídos de la chica y no podía más que escuchar lo que él contaba.

-Galante tenía unos veinticinco años -comenzó el vaquero-. Alrededor de los que tienes tú ¿no es así? En fin, este tenía una esposa muy hermosa y un pequeño precioso. Eran una familia muy feliz. Pero Galante tenía otra cosa que amaba: un arma. Esa misma que porta hasta el día de hoy. Así que él se creía un pistolero y quería que su familia viviera mejor que la mugrienta casa en la que residían.

Un día tomó su revólver y vino a este mismo pueblo, decidido a todo por conseguir dinero. Daba la casualidad que un grupo de vaqueros con malas intenciones rondaba el lugar, decididos a causar problemas.

-¿Cómo se llamaba el grupo, Cantinero? -preguntó Ramón.

-Se llamaban “La banda Ratón”-Respondió.

-Oh si -prosiguió Ramón-. Una banda muy conocida la cual comenzó en el pequeño pueblo de Ratón Nuevo México. En ese tiempo era muy conocida y su líder Franco señor era un vaquero muy malvado y temido. Creo que ahora su hijo es el líder. Ese se cree un pistolero poderoso, pero es un estúpido cobarde el cual no le llega a los talones a su padre. Bueno, ¿en qué íbamos? A si:

Galante estaba en esta misma cantina cuando la banda Ratón entró por esa misma puerta. Todos los que estaban aquí salieron corriendo, eso te lo digo pues yo fui uno de esos. Sin embargo, el único que no salió fue Galante, una cosa estúpida de hacer.

Franco se sorprendió de que este joven no le tuviera miedo y no hubiera salido corriendo, así que le ofreció un trago.

-Era un buen tequila mexicano-interrumpió el cantinero-. Yo estaba aquí mismo, apenas empezaba mi trabajo en la cantina.

Victoria escuchaba con mucha atención lo que le estaban contando.Cada detalle se plasmaba en su mente.Todos los vaqueros a su alrededor hacían lo mismo mientras un silencio inundaba el lugar.Solo las palabras del vaquero se escuchaban.

-Sí-prosiguió Ramón-. Galante lo aceptó y conversaron un poco.

-Le ofreció un lugar en su banda -volvió a interrumpir el Cantinero-. Y el muchacho aceptó sin dudarlo pues sería una buena forma de hacer dinero fácil.

Ramón meneó su cabeza de un lado a otro en desaprobación.

-Era un estúpido-dijo-. Debió de pensar en su familia. En su esposa y en su pequeño.

-¿Que fue lo que pasó? -preguntó Victoria.

-Bueno, como te iba diciendo, después de aceptar un lugar en la banda Ratón, lo primero que hicieron fue robar el banco de un pueblo cerca de aquí. Después de eso hicieron otros trabajos parecidos, unos más atroces que otros. Pero, déjame decirte que Galante jamás mató a nadie durante su estancia con los Ratones y Franco se aseguraba que así fuera. A pesar de que este era un monstro, le llegó a tener mucho cariño a Galante. Nunca quiso que este manchara sus manos con sangre de ningún tipo.

-¿Por qué? -inquirió la muchacha quien escuchaba muy atenta.

-No lo sé, quizá no quería arruinar la vida de un joven con familia. Quizá veía en él la inocencia que alguna vez tuvo de joven o quizá siempre quiso que su verdadero hijo hubiera sido integro como Galante. Esto causó muchos problemas entre los dos jóvenes, Franco hijo y Galante, muchas disputas tuvieron.

-¿Qué paso después? -la muchacha estaba ansiosa por saber.

-A eso estoy llegando muchacha. Franco señor fue muy atento con la esposa e hijo de Galante. A menudo le daba regalos para que se los llevara o le daba tiempo libre para que estuviera con ellos. Pronto Galante compró una mejor casa y puso una pequeña granja. Ahí cuidaba caballos y criaba vacas y demás animales.

Eso fue lo que lo motivó a salirse de la banda, quería despejarse de todo lo malo y empezar viviendo honestamente con su familia -Ramón suspiró-. Eso y también que Franco hijo miraba con otros ojos a su esposa. Él la quería para sí y Galante nunca se la daría. Además, su propio padre le prohibió meterse con ella o sufriría las consecuencias. Esto infundio un resentimiento muy aguerrido en Franco hijo.

Así que el día en que Galante le diría a Franco Sr. que saldría de la banda Ratón, este fue asesinado por un comisario allá en su mismo Nuevo México. Al final el que tomaría su lugar sería su propio hijo. Franco asumió el poder y lo primero que hizo fue mandar traer a la esposa de Galante. Este se enteró y le hizo frente, amenazándolo de muerte.

Se denotaba en la cara de Victoria angustia además de expectación. La cantina seguía totalmente en silencio, todos escuchando atentamente a Ramón.

-Pero los hombres de la banda eran fieles y aunque querían mucho a Galante, amaban más la memoria de Franco Sr. Eran como perros que harían lo que fuera por su amo. Tomaron a Galante y en una montaña lo golpearon hasta casi dejarlo muerto. Tres días después despertó en una cabaña cerca de Colorado. Corriendo tomó un caballo y cabalgó lo más rápido que pudo hasta su casa. Cuando llegó solo encontró cenizas de lo que alguna vez fue su hogar. Todo había sido quemado, solo quedaban dos pequeñas lapidas en medio de todo esto. Una tenía el nombre de su esposa y la otra el de su hijo. En las dos estaba la insignia de la Banda Ratón. Franco había asesinado todo lo que Galante amaba y el desgraciado huyó muy lejos.

El vaquero de los dientes amarillos dio un trago de su tequila.

-Esa es la triste historia de Galante. A eso se refería cuando te dijo que te olvidaras de ser pistolera y vivieras una vida en paz, alejada de las armas.

El silencio seguía en la cantina, nadie se atrevía a decir absolutamente nada. Los vaqueros abandonaban el lugar uno tras otro, todos con cabizbajos y con el semblante triste. El semblante de Victoria era de tristeza.

-Pobre hombre –dijo ella suspirando-.¿Y no quiso tomar venganza?

-Por un año entero buscamos a los desgraciados de la banda Ratón, pero habían huido lejos, nunca supimos a donde. Muchos decían que a México, otros que más al sur y algunos más decían que habían ido al otro lado del mundo. Después de eso decidimos dejar de buscarlos, si los encontrábamos algún día los mataríamos a todos, pero no los buscaríamos.

-¿Tu también los querías muertos? –Preguntó la muchacha-. ¿Eras muy buen amigo de Galante y su familia?

Ramón le lanzó a Victoria una sonrisa un poco triste, luego agachó la cabeza.

-La esposa de Galante era mi hermana, y el pequeño era mi sobrino.

Victoria se quedo sin palabras. Este vaquero mugriento era el cuñado de Galante.

-Lo siento tanto –le consoló ella-. Siento mucho lo que esos barbaros les hicieron pasar.

-Ya no importa niña, hemos oído que alguien mató a Franco. No le deseo muerte a nadie, pero el tiempo se encarga de ajustar cuentas y eso es lo que mi hermana hubiera querido, que no tomáramos venganza. Si crees que le guardo rencor a Galante por lo que le pasó a mi hermana y a su hijo, no es verdad. El hombre los amaba tanto o mucho más que yo, sufrió bastante. Creo que ya son demasiadas cargas las que lleva. No le voy a dar otra muy pesada, no lo aguantaría. Esto no fue culpa suya, el culpable ya pagó por lo que hizo. No queda más que hacer.

-El vaquero bebió el último trago de tequila que le quedaba. Se levantó de su silla y mirando a Victoria con una sonrisa, prosiguió:

-La noche está llegando, el sol está por ponerse, creo que será mejor que te vayas a casa antes de que anochezca o será peligroso. Yo te llevo a casa.

Victoria se mostró muy sorprendida al saber que estaba muy cerca el anochecer. No se había percatado del tiempo, la trágica historia había sacado en ella muchos sentimientos encontrados.

-¿Que te trae a este pueblucho Victoria? –Preguntó Ramón a la muchacha mientras caminaban por el terregoso camino-. Sé que no eres de aquí pues me hubiera percatado de alguien tan linda como tú.

Ramón comenzó a reír mientras la muchacha se sonrojó un poco.

-Bueno, mi vida no es tan interesante –respondió ella-. Vine a este pueblo por dos razones. La primera, para conocer la tumba de los más grandes pistoleros que esta nación ha visto. Segundo, porque escuché que aquí hay muy buenos maestros en el arte de las armas, y quisiera aprender de ellos. –Victoria sonrió-. Creo que Galante pudo ver mi corazón, en verdad me encantan las armas y las pistolas.

-¿De verdad? ¿Y porque tanta fascinación con este estilo de vida?

-Desde que estaba pequeña mis padres me hablaban cosas muy buenas de Los 5 Revolver. Decían que ellos eran la mejor banda de pistoleros que existió, y no solo por su técnica si no por su humildad. Jamás presumían. Me encantaba escuchar de la única mujer que tenía el grupo, “Sarah”. Una muchacha fuerte en coraje pero humilde de corazón. Además decían que era muy buena con el revolver. Quisiera ser como ella y ser recordada por eso.

Ramón se quedó callado por unos instantes. La noche había caído y seguían caminando hacia un pequeño hotel que había en el pueblo llamado “Los Diamantes.” Quedaba poca gente fuera y las nubes parecían hacer su llegada. El viento movía de un lado a otro los arbustos y pequeños remolinos de tierra se formaban. Ramón le sonrío a la muchacha.

-Sarah es más recordada por la forma en que murió. Tan joven, ¿de qué le sirvió su arma o su técnica? ¿De qué les sirvió a Los 5 Revolver ser grandes pistoleros si murieron de esa forma? Estoy seguro que si hubieran sabido lo que les pasaría jamás hubieran escogido ese tipo de vida. Los únicos pistoleros que pueden sobrevivir son los que no tienen corazón, los que asesinarían a sus propias madres. Y créeme Victoria, no querrías ser uno de esos.

Victoria se quedo muy pensativa. El viento hacia que su cabello se moviera de un lado para otro.

-Sabes Victoria, aquí en “COBRA” seríamos un pueblo desconocido e inservible para todos de no ser porque tenemos el privilegio de albergar los restos de “Los 5”. Es lamentable que lo más fascinante de este lugar sea un cementerio. Quizá por eso tuvieron que inventarse esa historia del Jinete de Hierro maldito. Y ahora dicen que es el alma de Marco, por dios, que ridiculeces.

-Quien sabe, quizá no sea tan ridículo –dijo Victoria-. A lo mejor si vamos ahora al cementerio nos encontremos con ese Jinete y su caballo.

Ramón soltó una carcajada, como si la muchacha hubiera dicho un chiste bastante bueno.

-Mejor entra a dormir un rato y olvídate de ser pistolera. Ya llegamos al hotel.

Victoria no se había percatado de que habían llegado al mugriento lugar el cual llamaban hotel pues estaba muy entretenida platicando con Ramón. Nada la haría cambiar de opinión, ella quería ser como Sarah, tener fama y ser muy buena con su arma. Su ilusión desde niña era ser reverenciada por la gente y amada por todos.

-Muchas gracias por traerme Ramón, sería muy gratificante poder platicar de nuevo.

-Quien sabe niña, quizá mañana, o quizá no, ya lo veremos. Cuídate y piensa en lo que te dije. Victoria le sonrío a Ramón y entró al lugar. Rápidamente le dieron su llave y fue a su cuarto a descansar. Sin embargo ella no tenía sueño a pesar de que era casi media noche. Las nubes ya cubrían todo el pequeño pueblo de COBRA. Un débil pueblo con un nombre poderoso, el cual servía simplemente para hacer creer que no se dejaría intimidar por pistoleros y bandidos.

La chica estaba pensando en lo que había sucedido hoy. Comenzó a sentir una tristeza grandísima al recordar lo que le había pasado a galante. Ella no sería capaz de aguantar una carga tan pesada, de perder lo que más ama en esta vida y seguir viviendo. Al mismo tiempo, ella quería ser una buena mujer, jamás se mesclaría con bandidos desalmados. Pero, ¿entonces cual era la razón por la que quería ser pistolera? ¿Solo por la fama? ¿La Gloria? ¿O había algo más? Victoria no podía dejar de pensar en estas cosas así que se levantó de su cama y se preparó algo de comer. Untó un poco de mermelada en pan tostado y lo acompaño con un café. Entonces se encaminó hacia la ventana, la abrió y observo el pueblo.

Todo estaba ante sus ojos, pero había algo que le llamaba mucho la atención. “El Cementerio de Los 5” se mostraba muy oscuro y tenebroso. Tal vez era tiempo de visitarlo de noche y averiguar si eran verdad las historias del Jinete de Hierro.

La joven tomó su abrigo y su sombrero negro y se encaminó hacia afuera. Ella no le tenía miedo a nada, y mucho menos a un Cementerio el cual solamente contenía huesos enterrados para jamás volver a ser vistos.

Hacía frio en el pequeño pueblo, el viento había cesado pero las nubes cada vez se mostraban más amenazantes. Al caminar un poco pasó frente a la carnicería del pueblo. También frente a la herrería, todo apagado. No había luz en ningún lado, COBRA parecía un pueblo fantasma de noche. Una gota de agua cayó en la mejilla de Victoria. Era la primera de una llovizna que había hecho su presencia en la noche. La muchacha camino unos pasos más, pasando más unas pequeñas colinas obscuras alejadas. ¿Porque estaba tan lejos el cementerio del pueblo? Tal vez los pueblerinos de COBRA no querían perderse en la tristeza al ver lapidas que contenían el nombre de sus seres queridos. Probablemente creían en fantasmas y tenían terror que alguno se apareciera de noche y se apoderaría del pueblo. Al fin y al cabo, en estos lugares se creen muchas leyendas y mitos.

La lluvia seguía cayendo, ahora un poco más intensa, pero muy lejos de una tormenta. De pronto Victoria se encontró frente a una estatua grande que tenia forma de un hombre. No se había percatado de cuánto había caminado pues seguía perdida en sus pensamientos y la lluvia tampoco ayudaba.

La estatua era un vaquero con su sombrero, un chaleco y un arma en su mano. Había una inscripción debajo de este: “En la Memoria de LOS 5 REVOLVER, quienes hicieron todo por la gente pobre de Nuevo México. Presentamos esta escultura de DATAN, líder de la Banda. Gracias.” Victoria miró de nuevo al vaquero en forma de estatua. Este era Datan, el líder de la mejor Banda de Vaqueros. La muchacha observó hacia el frente y se percató de un letrero grande que daba la bienvenida al “Cementerio de los 5”. Detrás de este había unas puertas grandes, hechas de rejas de hierro, entreabiertas.

Al entrar al Cementerio sintió un frio mayor del que hacía en el pueblo. La lluvia había empapado todo su abrigo y su cabello húmedo caía sobre sus hombros. Todo parecía tranquilo, solo se escuchaban los sonidos de los grillos cantando. No había rastro de ningún Jinete de Hierro hasta el momento, solo tranquilidad y silencio. La muchacha caminó por muchas lapidas, pues aunque aquí estaban enterrados los 5, también había muchos otros fallecidos. Tumbas con nombres de personas desconocidas para ella. Hombres, mujeres y hasta niños que competían sepulcro con los 5 famosos pero cuyas hazañas no eran conocidas como las de estos. Sin embargo, no por eso eran menos importantes.

El viento comenzaba a volver y hacia que las inmensas ramas de los arboles se menearan de un lado a otro. De repente Victoria escuchó un sonido muy extraño proveniente del lugar donde estaban las Tumbas de los 5. Se encamino hacia ahí y pudo observar una luz por detrás de unos arbustos. De nuevo escucho el relinchar, y se encontró con un caballo amarrado a un árbol. La lluvia se desato más intensamente, ahora sí parecía una tormenta, como si el cielo se estuviera cayendo.

-Ya amiguito –dijo la muchacha con voz suave mientras acariciaba al caballo-. ¿Qué haces solo en este lugar?

-No está solo, está conmigo.

Victoria se quedó atónita al oír aquella voz. Levantó su mirada y vio a un hombre parado frente a la tumba de “Marco”, uno de los 5. El hombre ni siquiera volteó a ver a la chica, pues sus ojos estaban clavados en la lapida. Estaba empapado por la lluvia, su cabello canoso igual. Traía un Revolver en la mano.

-Sabes –prosiguió él-, nunca encontraron el cuerpo de Marco, el hermano menor de Datan. Aquí se encuentra su tumba y ni siquiera saben si está muerto o no. Claro, jamás se le ha visto desde aquel día, así que lo más seguro es que haya muerto.

Victoria seguía paralizada, no alcanzaba a distinguir el rostro del hombre que estaba ahí, pues estaba de espaldas.

-Pero sabes una cosa –continúo-, al menos hay una pequeña esperanza de que este vivo, aunque sea mínima, algo que no tienen mi esposa ni mi hijo.

El hombre se quedó en silencio por unos instantes, entonces giró para ver a la muchacha.

-No es como dijo Ramón. Yo los tuve que enterrar cuando volví a casa. Quemados al igual que mi hogar.

Victoria por fin pudo reconocer al dueño de esa voz. Era Galante el que estaba ahí, ¿qué hacía a estas horas en el cementerio? ¿Acaso quería descubrir si existía el Jinete de Hierro también?

-¿Sabes lo que es vivir sin esperanza?¿Lo que se siente vivir sabiendo que jamás veras otra vez lo que más amas? ¿La culpa que se carga? Galante caminó hacia Victoria. -¿Crees que es bonito seguir viviendo y cada día que pasa querer morir? ¿Levantarse todas las mañanas y saber que fueron tus errores los que mataron lo que más amabas? ¿Saber que tú eres el culpable de todo? Galante se detuvo frente a la chica. -Claro que no lo sabes. Tú solo sabes lo que lees en tus cuentos de ficción. Crees que ser pistolera te traerá fama, dinero y reconocimiento. Aprende de mi, cambiaria todo el dinero del mundo por volver a ver a mi esposa o a mi hijo una vez más. Pero no puedo, es muy tarde para mí. Pero tu aún puedes olvidarte de estas tonterías y vivir en paz.

Galante acaricio al caballo. Victoria seguía ahí, callada, las gotas de lluvia de deslizaban por sus mejillas, aunque quizá eran lagrimas disfrazadas de agua.Ella no esperaba encontrar a nadie en el cementerio. No dejaba de temblar, la lluvia seguía intensa y no se le veía fin.

-Lo siento tanto Galante. Lamento lo que le paso a tu familia. No sé lo que sientes pues aun tengo a mis padres y mis hermanas. Pero puedo imaginarlo y jamás quisiera sentirlo.

Galante volvió a mirar a la muchacha y sonrió un poco.

-Se que Ramón cuenta esa historia siempre que ve a una muchacha linda. No me importa, él sigue siendo mi familia, más que mi cuñado es como mi hermano. Gracias por tu pesar, todo lo que me sucedió no quisiera que le pasara a nadie más, y menos a alguien tan joven como tú.

Galante limpio las lágrimas de los ojos de Victoria.

-Y ¿qué haces aquí? –Le preguntó a la chica-. Es muy noche y la lluvia es muy fuerte.

-Quería saber si es verdad lo del Jinete de Hierro. He escuchado tanto en el pueblo desde que llegué, supongo que la curiosidad me ganó. Un rumor que dura tanto tiene que tener algo de verdad. Galante volvió a sonreír.

-¿El jinete Maldito eh? No creas todo lo que dicen en el pueblo. Te lo puedo asegurar, he estado aquí toda la noche y no he visto ningún jinete. Mejor vámonos, no quiero que te enfermes por esta lluvia.

Victoria le sonrió a Galante y le dio un abrazo. Quería que supiera que sentía mucho lo de su familia y que ella no cometería ese error. Aunque apenas lo había conocido ese mismo día, sentía una conexión con este hombre canoso y lleno de dolor. Le recordaba a su padre, y ella desearía verle con tanto sufrimiento en el alma.

Galante subió al caballo y ayudo a la chica a subir detrás de él. El animal empezó a trotar por el camino lodoso del cementerio empapado. La lluvia seguía fuerte y el cementerio le parecía menos peligroso a Victoria ahora que estaba con Galante a pesar de que había poca luz pues la luna estaba escondida detrás de las espesas y grises nubes. El caballo seguía su lento pero seguro trotar. La salida ya se vislumbraba cuando escucharon voces provenientes de esta. Voces de hombres y relinchar de caballos.

-¿De quién son esas voces? –preguntó Victoria con voz nerviosa.

-No lo sé, pero creo que es mejor encontrar otra salida.

Galante trató de virar su caballo hacia otro lado pero era demasiado tarde, las voces los habían alcanzado.

-¿Qué tenemos aquí? –preguntó un hombre con voz un poco ronca y aguda.

El hombre era un vaquero que cabalgaba, tenía puesto un sombrero color café y, al igual que el cementerio, estaba empapado. Lo acompañaba lo que parecían diez pistoleros más, cada uno montados en sus caballos. Todos ellos mugrientos y con dientes amarillentos, los cuales mostraban al dar una sonrisa siniestra.

-Nosotros ya nos íbamos –respondió Galante con voz firme.

-¿Ya se van, tan pronto? –Volvió a preguntar el hombre del sombrero café-. Mejor quédense con nosotros y hagamos una fiesta que mis hombres necesitan diversión esta noche, ¿o no muchachos?

El vaquero miró a sus hombres con una sonrisa mientras estos gritaron hacia él en modo de aprobación.

Galante retrocedía lentamente con su caballo, sin embargo esto sirvió de poco pues los vaqueros los rodearon.

-Mire jefe –dijo uno de los vaqueros sonriendo-. Que preciosura de mujer, no se encuentran jovencitas así todos los días.

-Tienes razón –respondió el del sombrero café-. Es una muchacha muy hermosa. Se ve mucho mejor así empapada.

Victoria se escondió en la espalda de Galante. No dejaba de temblar y ya no era por la lluvia, sino por el temor a aquellos hombres.

-¿Qué es lo que quieren? –preguntó Galante con la misma voz firme de antes-. Déjenos ir en este momento.

El hombre al que llamaban jefe comenzó a reír a carcajadas. Sus compañeros hicieron igual que él. Entonces se quito el sombrero y dejó ver una cicatriz muy grande en su ojo izquierdo.

-Mi nombre es Cesar –dijo el vaquero-. Soy grande como el emperador romano. No, soy mucho más grande que él y que cualquier otro.Esta es mi banda de soldados, peones que harían todo por su jefe. Somos “la Banda Temor” y no dejamos que nuestra presa vuelva a sentir felicidad.

Galante dirigió su mano cerca de su bolsillo cuando escuchó un disparo hacia el aire que provenía de un vaquero detrás de ellos.

-No te atrevas a sacar tu arma –le amenazó Cesar-. Inténtalo de nuevo y te matamos a ti y a la chica.

Cesar miraba fijamente a Galante, con unos ojos que parecían no tener luz en ellos. Ojos de una persona que no tiene alma alguna. Acto seguido dio una vuelta alrededor del caballo en el que cabalgaban este y Victoria. Al pasar al lado de la chica Cesar le sonrió y le olio el cabello. Luego se puso frente a ellos.

-Sí, esta es una hermosa mujer. Te propongo un trato. ¿Por qué no nos dejas a la chica y dejamos que te vayas sano y salvo a tú casa?

Galante se quedó en silencio mientras su rostro hacia una expresión de estar pensando en la propuesta de Cesar. Esto hizo que Victoria se encogiera más en la espalda de este.

-Vamos, estoy siendo generoso hombre. Jamás doy oportunidades a nadie. Sabes que de todas formas te mataremos y la tomaremos, así que acepta mi generosidad.

Galante se mantenía callado, haciendo que Victoria se pusiera aun más nerviosa. Al mismo tiempo parecía que Cesar se ponía más impaciente con el pasar de los segundos. Los hombres de la Banda Temor solo escuchaban mientras la lluvia seguía su arduo caer.

-Te tengo un mejor trato –contestó Galante-. Déjanos ir y no haré una cicatriz en tu otro ojo. A menos que quieras que tu deforme cara se vea mas horrenda aún.

Victoria no podía creer lo que acababa de escuchar. Ahora era muy seguro que lo mataría y que a ella la tomarían.

Cesar se quedo atónito. Sus ojos comenzaron a brillar con ira. Su boca mostró sus dientes amarillentos, como los de un perro rabioso. Entonces sacó su pistola, apuntándola hacia Galante.

-Te crees muy valiente, ¿no es así? –dijo-. Ahora vas a morir perro, y nos vamos a divertir con tu pollita antes de matarla también.

Todos los vaqueros mugrientos miraban atentamente. Estaban felices con la idea de matar a Galante y tomar a Victoria.

-Es tiempo de morir –dijo Cesar a Galante.

En ese preciso momento, se escuchó un relinchar tan horrendo que todos quedaron aturdidos.

-¿Qué fue eso? –preguntó Cesar con voz temerosa mientras miraba frenéticamente a su alrededor-. ¿Quien ha hecho ese ruido tan horrible?

De nuevo se volvió a escuchar el relinchar horrendo. Provenía de una pequeña colina justo detrás de donde estaban parados. Todos voltearon para ver qué era eso, quedándose sin aliento al saber de dónde provenía.

No tan lejos se vislumbraba la silueta de lo que parecía un Jinete arriba de su caballo. Pero no era uno común y corriente, este era enorme. Se alcanzaba a ver su gran tamaño desde lejos. Parecía que tenía un arma en su mano y, tras lo negro de la silueta, solo se notaban lo que parecían ojos rojos, llenos de ira. El Jinete y su caballo los observaban fijamente. De un momento a otro el jinete galopó rápidamente hacia ellos. Todos estaban inmóviles, nadie creía lo que estaba sucediendo.

Victoria miraba fijamente la silueta que se acercaba a ellos. ¿Sería realmente el Jinete de Hierro? ¿El Alma de John Smith? De repente, se escucharon disparos provenientes del Jinete. Uno de ellos alcanzó el brazo de Cesar, quien soltó su arma y un grito de dolor.

-¡Vámonos muchachos! –gritó Cesar, el cual con una mano tomó las riendas de su caballo y lo jaloneo para un lado con mucha fuerza.

Él y sus hombres galoparon más rápido que el viento por la salida del cementerio, mientras Galante y Victoria seguían observando al Jinete quien no era más una silueta. Frente a ellos se detuvo algo extraordinario. Era una figura imponente. Tenía una armadura de hierro en todo el cuerpo, como aquellas de los tiempos de los caballeros. Armadura grandísima y brillante. Un casco cubría su rostro y solo se notaban sus ojos rojos. Sus manos eran enormes y picos salían de la armadura que llevaba en los codos. Cadenas grandes rodeaban su pecho. Una espada enorme reposaba en su espalda.

Su caballo era igual de espectacular. Un pura sangre enorme color negro. Tan oscuro como la noche sin estrellas. Sus ojos parecían llenos de ira, sin embargo estos sí tenían vida en ellos, no como decían las historias. Esto parecía algo salido de un cuento, era increíble.

Victoria se quedó inmóvil mientras el Jinete pasaba alrededor de ellos, como si los inspeccionara.

La chica no sabía que les pasaría. No lo podía creer, no eran solo mitos y cuentos, el Jinete de Hierro sí existía. De nuevo el Jinete se mostró frente a ellos observándolos fijamente. Parecía conocerlos. Luego, habló:

-¿Se encuentran bien?

Victoria se sorprendió al escuchar una voz muy calmada y serena, nada que ver con lo imponente y tenebroso que parecía ser este jinete de leyenda. Incluso la voz le parecía familiar.

-Sí, estamos bien, -respondió Galante-. Te tardaste un poco en aparecer, el tipo casi nos dispara.

-¡Ah! -exclamó el Jinete con una sonrisa-. Lo bueno fue que llegué a tiempo, créeme, esos tipos no volverán por estos rumbos nunca más.

Victoria no podía creer lo que estaba escuchando. Galante platicaba normalmente con un Jinete con armadura de Hierro el cual tenía ojos rojos. ¿Cómo podía ser posible?

-Jeje, -río el jinete-. Mira a la chica, está tan asustada y confundida. ¿Qué no reconoces mi voz muchacha?

Victoria no entendía nada, ¿de qué estaba hablando?

Entonces el Jinete agachó su cabeza y se quitó el casco, mostrando su rostro y unos dientes inconfundibles.

-¡Ramón! -Exclamó Victoria.

-Ese mismo pequeña Vicky, soy yo.

-¿Como puede ser posible? ¿Tú eres el Jinete?

-Sí, yo soy el jinete Maldito, el cual dicen es el alma de John Smith.

-Es verdad -asintió Galante sonriendo-. La gente tiene mucha imaginación.

-Pero, ¿qué haces vestido así? ¿Quiere decir que es todo una farsa?

-Bueno -respondió Ramón-, depende de cómo lo veas.

Victoria seguía sin entender del todo, estaba confundida.

-¡Creí que eras un fantasma de verdad! ¿De dónde sacaste esa armadura?

-Mira, -respondió Ramón orgulloso-. Esta armadura era de mi abuelo. Fue un regalo que le hicieron en un viaje que tuvo a Europa y al morir me la dejó a mí.

-Pero, -¿porque haces creer a la gente que eres un Jinete Maldito que vaga por el Cementerio?

-Yo te respondo eso, -dijo Galante-. Hace poco había mucha violencia aquí en COBRA. Bandas de rateros y asesinos como los que nos atacaron hoy venían a cada rato a robar y aterrorizar a la gente. Hace no mucho vimos como unos bandidos atacaban a una familia indefensa. Eran muchos así que nosotros dos no podíamos hacer nada. Fue ahí cuando se me ocurrió la idea de que quizá Ramón podría asustar a esos malvivientes si se mostraba con la armadura y su caballo. Y así lo hizo, se puso la armadura y galopó hasta donde estaban los bandidos. Sin embargo no solo asustó a estos sino también a la pobre familia. -Galante sacó una carcajada-. Un día después fuimos a la cantina como siempre y escuchamos rumores de que un Jinete Maldito se aparecía cerca del Pueblo y del Cementerio.

Después se nos ocurrió la idea de hacer esto de vez en cuando, así los rateros no se acercarían como antes por el susto. Y ha funcionado, ha bajado mucho la delincuencia en el pueblo.

Victoria seguía un poco sorprendida. No podía creer que se hubiera creído que en verdad había un jinete de Hierro.

-¡Pero casi matas al vaquero! -exclamó ella.

-No, -dijo ramón sonriendo-. Mi puntería es impecable, se adonde apuntar y luego disparar.

La muchacha se quedó muy seria. Sin embargo rápidamente soltó una sonrisa y los dos hombres la siguieron.

-Si supiera el pueblo -susurró ella en modo pensativo.

-No, -respondió Galante-. El pueblo prefiere creer en mitos. Mientras el Jinete de Hierro no les haga daño, prefieren ser sorprendidos que averiguar una aburrida realidad.

-Está bien,-interrumpió Ramón-. Es ya muy noche, mejor llévala a su hotel para que descanse Galante.

Ramón se puso el casco de nuevo y se fue galopando a una colina, entonces se detuvo y mirando a Victoria le dijo:

-Recuerda niña, esto es entre nosotros. No digas nada, no querrás que los bandidos se enteren que el Jinete Maldito es un simple hombre el cual se la pasa en la cantina.

Con eso, Galante siguió su camino y se perdió por el cementerio.

Galante le sonrió a la muchacha y se dirigieron hacia el hotel del pueblo. Victoria sabía que esto era una farsa, pero si era por una buena causa era mejor no decir nada. Además, Ramón los había salvado, eso era de agradecer. ¿A cuantas más personas no habrá salvado?

La lluvia había cesado, pero el frio cada vez era más intenso. El camino a casa fue más tranquilo que el de ida. Ni Galante y Victoria hablaron, pero esta noche habían descubierto una muy buena amistad entre ellos dos que valía más que mil palabras.

-Aquí me bajo -dijo Victoria mientras desmontaba del Caballo en la entrada del Hotel.

-¿Qué piensas hacer mañana Victoria?

La chica se quedó pensativa por un momento.

-No lo sé. Es muy bondadoso lo que Ramón y tú han hecho por este pueblo. Sé que has sufrido mucho por la pérdida de tu familia y aun así quieres ayudar a la gente de este pueblo. También deseo quiero ayudar la gente y no sé de qué manera, pero ya encontraré la respuesta en un futuro.

-Es una muy buena decisión, -dijo Galante sonriendo.

-De verdad admiro lo que ustedes dos hacen por la gente del pueblo, es muy noble. He aprendido mucho en este lugar, a pesar de que solo estuve muy poco tiempo. Todo lo llevaré en el corazón.

Victoria miró hacia el cielo y dio un suspiro de felicidad.

-Muchas gracias por defenderme de esos malvados, Galante. Te lo agradezco de verdad.

-No es nada niña. Jamás volveré a dejar que alguien sufra por culpa de unos barbaros.

-Es hora de volver a mi pueblo -dijo Victoria-. Mañana me levantaré muy temprano para partir. Mis padres deben de estar algo preocupados.

-Aquí estaré esperándote, para ver que te vayas con bien.

-Muchas gracias Galante. Buenas noches.

Victoria entró al hotel y se dirigió hacia su cuarto. Lo primero que hizo fue ir a la ventana y observar cómo se marchaba Galante. Pobre hombre, ha sufrido más que muchas personas y aun así piensa en ayudar a otros. La muchacha se quitó la ropa empapada de agua, se dio un baño caliente y se acostó, durmiendo al instante.

A la mañana siguiente, la joven se despertó muy temprano. Tomó sus dos pequeñas maletas y guardó su ropa y algunos recuerdos de COBRA. El sol rebosaba de luz mientras los pájaros cantaban a la mañana. Victoria se colocó su sombrero y salió de su cuarto. Al salir del hotel lo primero que vio fueron los rostros de Galante y Ramón sonrientes arriba de sus caballos. Ahí estaba ya su caballo propio listo para ser montado.

-Sube Vicky -dijo Ramón sonriente-, antes que te arrepientas de volver a tu hogar.

Victoria les dio los buenos días a los dos hombres, luego subió a su caballo y emprendieron el camino a las afueras del pueblo. En el recorrido vio a otros pueblerinos en sus quehaceres. Ni uno con la más mínima idea de que estos dos hombres los estaban cuidando. Algunos de los pueblerinos sonreían mientras hacían de su mañana la ruta de siempre. Otros le decían adiós y una viejita de la cual se había hecho amiga le obsequió una bolsa con pan, queso y algunas frutas.

A lo lejos alcanzó a ver el “Cementerio de Los 5”. No parecía tan tenebroso de día, se veía inofensivo, como si estuviera agradecido al Jinete de Hierro por cuidarlo. Los arboles se meneaban de un lado a otro lentamente mientras una leve briza hacia uso de su presencia.

Por fin llegaron a las afueras del pueblo.

-Hasta aquí llegamos Victoria -dijo Galante.

-Sí, nosotros ya no vamos más lejos -complemento Ramón.

-Muchas gracias a los dos -les respondió Victoria-. Jamás los olvidare. Quizá algún día podrían venir a mi pueblo, la pasaríamos bien.

-Solo si hay muchachas tan lindas como tu -dijo Ramón soltando unas carcajadas.

Victoria sonrió también, un poco sonrojada.

-Quien sabe -respondió Galante-. Tal vez, si el tiempo es gentil con nosotros.

Victoria miró a los dos hombres y no pudo resistirlo. Acerco su caballo hacia ellos y les dio un beso en el cachete a los dos. Luego les dio la espalda y emprendió su viaje de vuelta.

Mientras iba en su camino, escuchó la voz de Galante darle un grito:

-¡Salúdame a mi esposa e hijo cuando los veas!

Victoria sonrió y se quedó pensativa. ¿A qué se refería con eso? ¿Qué le saludará a su esposa e hijo?

La muchacha no prestó mucha atención y siguió su camino. Echó un último vistazo hacia el pueblo el cual se perdió a lo lejos.

Una hora en el camino, Victoria alcanzó a observar algo que no había visto en el viaje de ida. Miró lo que parecían ruinas de una casa quemada. Paredes solas totalmente negras por las cenizas. También había pedazos de la casa regados por todos lados, al igual que cenizas las cuales solo pocas quedaban pues seguramente el viento se las llevó. Alcanzó a divisar una pequeña colina y dos piedras en esta. Se bajó del caballo y se acercó a ellas. Dos pequeñas lapidas yacían encajadas en el suelo, una al lado de la otra.

Una de ellas tenía el nombre de “Mariana Galante”, y la otra el de “David Galante”. Entonces la muchacha entendió lo que Galante quiso decir. Entendió lo que aquel hombre había sufrido y sabía que seguramente era un dolor inmenso tener que visitar este pequeño lugar. Quizás por eso estaban enterrados tan lejos del pueblo pues sería muy difícil vivir junto a sus tumbas. Un viento acogedor meneaba el cabello de la chica.

Victoria miró un momento las lapidas, se acerco a ellas y las tocó, sintiendo lo helado de la piedra:

-Galante les manda todo su amor.

La chica estuvo un instante observando las lapidas con una pequeña sonrisa y pensando en Galante y su familia, una lagrima corrió por su mejilla. Entonces, subió a su caballo y siguió su camino.

Las pequeñas tumbas hechas de piedra observaron como la silueta de ella se perdía en el horizonte.

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